miércoles, 27 de enero de 2016

Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto


El 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas entraron en el campo de concentración de Auschwitz, sacando a la luz lo que era un secreto a voces, pero no tenían entonces pruebas de ello: que la Alemania nazi había decidido exterminar sistemáticamente a sus opositores. Los campos de concentración eran el instrumento para apartar y recluir a esos opositores, y luego para eliminarlos. A los judíos los usaron los nazis como chivos expiatorios (como ha ocurrido muchas veces en la historia europea, donde el antisemitismo ha prosperado en muchos momentos) en los que cargar las culpas de los males que padecía Alemania, tras la humillante derrota en la Primera Guerra mundial. Males que se multiplicaron tras la crisis económica de los años treinta, lo que provocó el ascenso al poder del partido fascista alemán, gracias al apoyo electoral conseguido. Como buen partido totalitario, el partido nazi también arrinconó a los partidarios de otras ideologías, encarcelándolos primero y luego enviándoles a los campos de concentración y exterminio. Pues esa era la fase última (la solución final, lo llamaban ellos) del plan: cargarse a todo el que no comulgase con sus ideales y sus mandatos. Con la llegada de los soviéticos a Auschwitz se descubrió la culminación del plan. 


Judíos, eslavos, gitanos, homosexuales, discapacitados, socialistas, comunistas, liberales... todos los que no encajaban en el esquema nazi fueron progresivamente encerrados para ser eliminados de la faz de la Tierra. Incluso españoles. Incluso andaluces y palmeños sufrieron la persecución y el asesinato en campos de concentración. También fueron víctimas del holocausto, aunque no lo fuesen por su origen racial, sino por su ideología, y por haber huido tras la derrota de la República por las tropas de Franco, aliado de Hitler. 


El 27 de enero fue escogido por la ONU como la fecha para recordar a las víctimas del Holocausto, de la gran matanza, de la solución final, de la Shoá. Algo necesario, pues hay quienes quieren negar la realidad para exculpar a los verdugos, los llamados revisionistas, que niegan la existencia de la matanza. La barbarie se adueñó de muchos europeos consiguiendo que viesen como normal la brutalidad de los asesinatos e, incluso, el desprecio a la dignidad humana encarnado en los múltiples experimentos que hicieron con los prisioneros, que fueron tratados como seres inferiores a los que manipular y torturar con toda naturalidad. No podemos olvidar aquellos siniestros días. Las víctimas se lo merecen. Así no nos pondremos la venda en los ojos si  alguna vez se repite el espanto.

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