Ayer tarde, como para muchos, nuestra recta final de la feria fue temprano. A las nueve y media empezaba la final de la Copa del Rey de fútbol, y, como estábamos desde medio día (el mejor momento de las ferias de mayo) en el recinto, proseguimos la tarde hasta que nos fuimos para ver el fútbol en la casa de mi cuñado Miguel. El deporte había condicionado ese día, pues hasta algunos quioscos y casetas de feria habían instalado pantallas de televisión para seguir el encuentro, y luego rematar la feria, ya que hoy es fiesta local, y la jarana se podría prolongar de madrugada. Sobre todo podrían celebrarlo los seguidores culés, ya que el Barcelona se hizo con el trofeo.
La noche anterior nos ofrecieron entradas para ir al Vicente Calderón, entradas que un amigo podía conseguir de un conocido que trabaja para una productora. No me sedujo la idea, que implicaba irse en coche hasta Madrid por la mañana y volver de madrugada tras el partido. Además, como soy bético, no tenía especial interés. O mejor dicho, el único interés que me movería sería ver al eterno rival (el Sevilla) perder ante el Barça, pero hacerlo rodeado de "palanganas" (apodo de los sevillistas) era algo peligroso. Así que decliné la invitación, que otros sí aceptaron. No sé con qué ánimo volverían de Madrid, pero me lo imagino.
Vimos el partido cómodamente en el sofá de mis cuñados, tomando una tapas, relajadamente. Allí nadie era "del enemigo". Mi cuñado es también bético, así que no iba a querer que el Sevilla ganase el campeonato. Como sabemos, el encuentro fue algo bronco (varias expulsiones), y los dos equipos se emplearon a fondo, aunque se les notase el cansancio de la temporada casi finalizada. No viéndose demasiado buen juego. Así que hubo otras cosas que nos llamaron la atención. Como era el comportamiento de los integrantes del palco. No las dichosas "esteladas" catalanas, que hubo pocas, por cierto, y vimos alguna "estelada andaluza", y no pasó nada. Especialmente noté la cara de aburrimiento y hasta sueño de una mujer, ya entradita en años y muy maquillada, que vestía de rosa, situada tras el presidente del Barça y la alcaldesa de Barcelona. Los demás también se percataron del panorama que pintaba en el palco gracias a esa "señora de rosa". Nos reímos más de una vez al ver el contraste entre las caras de la primera y la segunda fila.
Hoy me he enterado que esa imagen de "mujer de rosa" fue trending topic en la red y pronto se emprendió la búsqueda de la protagonista del palco. Resultó ser la mujer de otro de los presentes, el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel Mª Villar. Su nombre Ana Bollaín Domenech. Se convirtió en otra de las protagonistas de la noche. Aunque, al final, como buenos béticos, celebrásemos más que el Barcelona hiciese doblete, ganando el preciado trofeo, que no volverán a ganar si los planes de otro de los del palco, Carles Puigdemont, se hacen realidad.
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