sábado, 26 de noviembre de 2016

Ha muerto Fidel Castro


Esta vez sí, esta vez es verdad que ha muerto Fidel Castro. No es otro invento de internet, como comenté hace tiempo. Lo ha anunciado su hermano Raúl, sucesor en la monarquía comunista que gobierna en Cuba. Lo primero es mostrar nuestras condolencias a su familia, como por el fallecimiento de cualquier otro ser humano (como a los familiares de Rita Barberá, por muy acusada de corrupción de que estuviera, a pesar del desprecio de comunistas y podemitas varios). Lo segundo es comentar su figura, la de un personaje histórico del siglo XX de primera magnitud.

Consiguió el poder con una revolución que derrocó al corrupto dictador Batista, aliado de Estados Unidos, que pronto le declaró su hostilidad, con una torpeza propia de gobernantes soberbios. J.F. Kennedy ordenó la invasión de exiliados cubanos en Bahía de Cochinos, un fracaso que hizo echar en brazos de los soviéticos al régimen de Castro, el principal enemigo de Estados Unidos. La crisis de los misiles agravó la situación. Para entonces la revolución que había de liberar Cuba se había pasado ya al bando comunista, marxista-leninista, convirtiéndose en una avanzadilla soviética a las puertas del coloso yanqui. Uno de sus ministros y colaborador durante la insurrección cubana, Ernesto Guevara, el Ché, se dedicó a extender la revolución por América con técnicas de guerrilla, siendo derrotado y muerto en Bolivia, y convirtiéndose en un icono para la izquierda en general. El comunismo parecía expandirse por América, sobre todo cuando, en Chile, Salvador Allende ganó las elecciones con la Unidad Popular, una coalición de partidos de izquierda. Con el golpe que derrocó a Allende y la pujanza de otras dictaduras militares, Estados Unidos intentó frenar ese avance, provocando al mismo tiempo las simpatías por los comunistas apoyados por Fidel y los suyos. Una espiral de violencia, represión y pobreza que azotó durante años Hispanoamérica.

Las democracias se fueron instalando en América, pero el Castrismo permanecía en pie, pese a su derrota ideológica y el inútil embargo comercial impuesto por Estados Unidos. La caída de la Unión Soviética y sus países satélites de Europa del Este dejó a Cuba sin sostén político y económico, ya que sobrevivían por la cuantiosa ayuda prestada por el coloso ruso. El régimen no pudo contrarrestar el empobrecimiento de la población, por lo que arreció el mensaje nacionalista que le había servido de argumento para mantenerse en el poder. Su única razón de existir era su resistencia a ser colonizados de nuevo por los Estados Unidos, lo que le granjeaba el apoyo popular. Pero su sistema económico ineficaz, a la par que la escasez de recursos, ha provocado el descontento de parte de la población, que se ha manifestado en la aparición de una oposición democrática, fuertemente reprimida por las fuerzas del régimen. En Cuba siguen sin respetarse los derechos humanos. 


Fidel Castro mostró signos de estar gravemente enfermo en 2006 y en 2008 renunció a su cargo. Parecía que se abría una puerta a la esperanza por normalizar la situación, virar hacia un régimen democrático y cambiar de orientación. Nada de eso ocurrió, ya que le sucedió en el poder su hermano Raúl, como ocurre en la dictadura de Corea del Norte, o en las tiranías del Golfo Pérsico, donde los familiares se suceden en el poder sin cesar. El régimen castrista ha demostrado ser de más duración que los discursos que pronunciaba Fidel, o que la vida biológica y política de su amigo Manuel Fraga. Hace dos años se iniciaron conversaciones para restablecer relaciones entre Cuba y Estados Unidos, parece que gracias a la intervención del Papa Francisco, argentino, y, por tanto, hispano como los Castro. Eso nos aportó una luz de esperanza. La muerte de Fidel puede que fuese el paso necesario para dar un impulso a la necesaria transición en la isla caribeña. Ya veremos qué pasa.

Fidel Castro fue visto como un héroe por parte de la izquierda española, que todavía lo ve como alguien valioso, a pesar de su vindicación del ejercicio de la violencia política. La revolución cubana inspiró a muchos en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, creyendo que era un soplo de aire fresco dentro del enrarecido mundo comunista. A muchos otros nos terminó decepcionando, por su tozudez en conculcar los derechos humanos, por mantenerse en la tiranía y por seguir defendiendo una ideología política (el marxismo-leninismo) que no ha liberado a la humanidad de las lacras del capitalismo, sino que ha sustituido la libertad por regímenes burocráticos que han traído pobreza para la mayoría y solo riqueza para los mandamases (se dice que Fidel era multimillonario, mientras mataba de hambre a sus súbditos). También ha inspirado a esa izquierda populista que gobierna en países como Venezuela, Ecuador o Bolivia, cuyo balance, por mucho que se empeñen aquí algunos en alabar, no es precisamente esperanzador. Hoy muere el hombre, pero me temo que no muere el mito. Los seres humanos somos tercos, y, aunque vemos los errores, somos capaces de persistir en ellos por orgullo, por no dar nuestro brazo a torcer. Espero que la situación en la Cuba vaya cambiando y así quienes usan su caduca ideología y otras coartadas allí defendidas dejen de engañar a las pobres gentes que, desesperadas por su situación social y económica impuesta por el neo-liberalismo triunfante, se echan en brazos de defensores de tiranos como lo fue Fidel Castro. Los derechos humanos no están del todo consolidados y siguen en peligro por obra y gracia de charlatanes de uno y otro extremo bando. 

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