No voy a referirme hoy al caso Gürtel y Camps, u otros casos de corrupción política, aunque lo parezca. Hoy, festividad de Santiago, voy a hablar del Códice Calixtino. Esta joya del patrimonio documental medieval fue sustraída hace un mes de la catedral de Santiago de Compostela. Un caso raro, raro, pues es un objeto difícil de ser vendido, salvo para verdaderos amantes de las más exquisitas antigüedades. También fue raro el momento de la desaparición, pues estaba en una caja fuerte del archivo que no fue forzada, siendo muy pocos los que tienen la posibilidad de abrirla. Sobre los dignatarios catedralicios recayó también, por tanto, la sospecha, ya que, además, tardaron una semana en denunciar el hecho.
Poco se ha hablado desde entonces. Hasta que hoy, repito, festividad de Santiago, se ha hecho pública una información que afirma que van a devolverlo. Eso sí, bajo secreto de confesión, para no ser perseguidos el o los culpables. Incluso unos abogados han afirmado públicamente que si confiaran en sus servicios para devolverlo, harían uso del secreto profesional para el mismo fin.
No me extraña que la Iglesia, principal responsable de la custodia y seguridad del manuscrito, quiera "echar tierra encima", pues no ha quedado precisamente bien con este caso. Un asunto que pone en cuestión la posesión segura de un ingente patrimonio histórico, monumental y artístico español, que está en sus poco seguras manos.
Al eximir de persecución y castigo, por esta vía del secreto de confesión, hace que se produzca un trato sumamente discriminatorio e injusto con respecto a otros culpables de delitos. Por ejemplo, con los delitos que la misma Iglesia considera más importantes: aborto, eutanasia...O incluso prácticas que, sin ser delictivas, son rechazadas por la jerarquía católica: divorcio, matrimonio entre personas del mismo sexo...¿Por qué aquí no se aplica con la misma atención y sistemáticamente el secreto de confesión?
Esta distinción entre un vulgar chorizo, que roba para su dosis de droga, por ejemplo, y que merece el máximo reproche, y el ladrón que se llevó, con toda facilidad, esta joya del patrimonio no es aceptable. Así que, si siguen discriminando así, que hagan penitencia y recorran a pie y descalzos, por ejemplo, los 790 kilómetros que hay desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela, como hacen tantos peregrinos que hoy intentarán terminar su "camino de santiago", sin poder apreciar ahora la belleza del códice. Para que el pesar de las duras jornadas de esfuerzo les ilumine y les aclare las ideas.
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