martes, 28 de agosto de 2012

Salvemos el funicular


Uno de los muchos atractivos de Donostia (San Sebastián) es el Monte Igeldo, situado en uno de los extremos de la playa de Ondarreta. Muy conocido es el Peine de los Vientos, al borde del mar. En el monte, en la cima, hay un hotel y un parque de atracciones muy antiguo. El 25 de agosto cumplió 100 años el complejo. 


Para acceder a la cumbre de Igeldo se puede ir en coche. También se puede subir a pie, claro, pero lo cómodo y más romántico es hacerlo en el funicular. Un funicular es un tren que funciona como un ascensor para subir grandes pendientes. También ha cumplido la centuria este tren donostiarra. Y se conserva casi como lo instalaron entonces.


Es un tren de madera pintado de rojo, dividido en varios compartimentos. Tiene la forma de la inclinación del monte y está formado por dos vagones, uno que sube y otro que baja, haciendo uno el contrapeso del otro. Circula sobre vías y lo mueve un cable. 


En un punto, donde se desdobla la vía, se cruzan los dos vagones, para dejar sitio el uno al otro, con lo que los viajeros aprovechan para saludarse. Es difícil resistirse a su encanto, pues son muchos los niños y los mayores que se mueven en él, riendo, disfrutando del paisaje de las edificaciones y la vegetación del monte. Buscando la diversión los que suben, entusiasmados después los que bajan. Hasta la publicidad guarda un sabor histórico entrañable.


El parque de atracciones guarda parte de la magia y la ingenuidad que tuvo en su creación. Son atracciones humildes, comparadas con las que se ven en los parques modernos, tan sofisticados, que buscan la emoción más intensa a través de la técnica más revolucionaria y arriesgada. 


Vemos camas elásticas, junto a toboganes, casa del terror, un trenecito y un tiovivo, un montaña rusa de poca altura o barcas navegando en un canal minúsculo. Es la "prehistoria" de los parques temáticos actuales, con algunas innovaciones desde que nació, como los coches de choque. 


En sus miradores se pueden apreciar hermosas panorámicas de las playas de la Concha y Ondarreta, la isla de Santa Clara y el monte Urgull, además de una buena parte del casco urbano y las montañas, junto al mar Cantábrico.


Cuando estuvimos en Italia hace cuatro años pudimos usar otro funicular, el de la isla de Capri. Allí nos contaron la historia de la canción "Funiculí, Funiculá", que mucha gente confunde con una melodía tradicional napolitana. Sin embargo ésta es una canción que inventaron para dar publicidad al funicular que se instaló en las faldas del Vesubio y que luego desapareció. El de Capri es más moderno que el de Donostia, aunque los paisajes que allí vimos también son de lo más hermoso.



El funicular de Igeldo está envuelto en la polémica. El gobierno vasco quiere modernizarlo, sustituyéndolo por otro nuevo, parecido a otros trenes más actuales. Como otras manifestaciones de la identidad donostiarra, ésta tiene sus defensores y sus detractores. El gobierno alega motivos de seguridad y la normativa europea, para cambiar los viejos vagones de madera. Los defensores oponen razones históricas y posibles mejoras técnicas conservando la añeja infraestructura, para mantener el tren. 


Incluso hay página en Facebook promoviendo apoyos al tren, y pidiendo que sea declarado bien de interés cultural. Cada uno que se haga su propia opinión. Yo me pronuncio por su conservación. Tal vez sea algo sentimental. Merece la pena no perderlo.


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