jueves, 29 de noviembre de 2012

Varapalo judicial a la Iglesia, por CajaSur


Hace poco más de dos años escribí sobre la desfachatez de la reclamación de los canónigos de la Catedral de Córdoba por la intervención de CajaSur, caja de ahorros propiedad del Cabildo catedralicio (en su mayor parte) y la Diputación cordobesa (tras la absorción de la Caja Provincial). Esta entidad fue "rescatada" por el FROB (Fondo para la Reestructuración Ordenada Bancaria) que se hizo cargo de ella, debido a las enormes pérdidas ocasionadas por una gestión irresponsable, muy ligada al negocio hipotecario e inmobiliario. Algo que nos suena mucho y que se extendió como una mancha de aceite en el sector financiero, llevándonos a la actual crisis económica que estamos padeciendo. Entonces el motivo de mi comentario fue que pidieron al menos 20 millones de euros, valor patrimonial a fecha de 2009, como justiprecio por la "expropiación" por el Banco de España. El Banco de España indemnizó con "un euro" a las entidades fundadoras, tras inyectar 800 millones para solventar las pérdidas, cantidad que deberá pagar la compradora de la caja, la BBK. Olvidaban los piadosos y espirituales (no materialistas) canónigos que la intervención fue pedida por el propio Consejo de Administración de la entidad, donde ellos tenían la mayoría, y a pesar de los votos contrarios de otros consejeros, partidarios de la fusión con Unicaja. El Cabildo catedralicio recurrió en contencioso-administrativo a la Audiencia Nacional por esta "expropiación" tan mal indemnizada, según los pobres eclesiásticos.

Hoy hemos conocido, dos años y medio después de la intervención, la sentencia de la Audiencia Nacional. Y los jueces han rechazado las pretensiones "espirituales" (es coña, claro) de los rectores de la Catedral cordobesa. Niegan que exista expropiación. Algo lógico, pues fueron los mismos "presuntos expropiados" los que cedieron la Caja al Estado, con las condiciones del FROB. Es decir que la "regalaron" a cambio de sanear sus ruinosas cuentas, dejando en manos del Estado la posibilidad de venderla luego para resarcirse de las ayudas, que contaron con el beneplácito de Europa. Y no es solo que les rechacen sus argumentos, es que les paran los pies a los canónigos, pues no admiten siquiera a trámite su recurso. No hubo arbitrariedad en la intervención, como alegaban los recurrentes, pues ellos mismos pidieron la aplicación de una norma, el Real Decreto-Ley sobre reestructuración bancaria. Ni la valoración de la entidad fue tampoco arbitraria, pues del propio balance se deducen las pérdidas. Vamos, que deberían haberse alegrado de que el Banco de España hiciese lo que pidieron y encima le regalasen un euro de propina.


La ambición en algunas personas no tiene límite. Hay quien ha dicho que el origen de esta crisis están en la codicia desmedida. Estos sacerdotes lo han puesto de manifiesto. Arruinaron la caja de ahorros y encima piden sumas escandalosas como premio. El vicio del manejo de dinero a espuertas trae malas consecuencias. Algunos perdieron de vista la función de las cajas de ahorros convirtiéndolas en centros de poder, para comprar voluntades, dirigir la economía a través de favores, enriqueciéndose a costa del ahorro de los humildes, y terminaron arruinándolas. CajaSur fue otro ejemplo. Y encima los causantes del destrozo tuvieron la desvergüenza de pedir compensaciones. Al menos la Audiencia Nacional ha puesto las cosas en su lugar. Deberían sonrojarse cuando hablan de la familia, de los valores, de la caridad. Ya las grandes mariscadas que disfrutaban en la Costa del Sol dejaron de hacerse. Tampoco se llevarán el dinero de los contribuyentes, después de haber salvado la caja que ellos arruinaron. Ahora que se arrepientan de sus pecados, asuman su penitencia y tengan propósito de enmienda. Buena noticia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si un individuo posee la base espiritual necesaria, no se dejará vencer por la tentación tecnológica y la locura de poseer. Sabrá encontrar el justo equilibrio, sin pedir demasiado. El peligro constante es abrir la puerta a la codicia, uno de nuestros más encarnizados enemigos, y ahí reside el verdadero trabajo del espíritu.

Dalai Lama

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

No es ningún tonto el Dalai Lama.