miércoles, 5 de noviembre de 2014

Alfonso Guerra se va


Alfonso Guerra, el veterano político sevillano, ha anunciado que deja el escaño el próximo diciembre. Era el último diputado que quedaba en el Congreso desde las primeras elecciones tras la muerte de Franco de 1977. Todos le recuerdan por haber formado el tándem dirigente del PSOE con Felipe González, tras el Congreso de Suresnes, un congreso que aupó a los jóvenes del interior en detrimento de la dirección socialista en el exilio, del que en octubre se cumplieron 40 años. Fue vicepresidente en los gobiernos de Felipe desde 1982 a 1991, año en el que dimitió tras el acoso sufrido por el caso de corrupción de su hermano Juan. 


Persona de doble dimensión, pues lo mismo era el más duro del gobierno y del partido, que otras veces se nos presentaba como tierno, cariñoso, tímido y poeta, impulsor de la lectura de Machado o amante del teatro como demuestra su relación con el Grupo teatral Esperpento. Dicen que hizo famosa la frase "el que se mueva no sale en la foto", para amedrentar a los díscolos con sus dictados. Y así cortar cabezas en listas de candidatos, ejecutivas a todos los niveles y otros ámbitos de poder. En su entorno un grupo de militantes creó el "guerrismo", sector y doctrina por la que muchos intentaron patrimonializar el partido, haciendo bandera de un cierto izquierdismo, opuesto (según se vendía) a la "derechización" de Felipe y sus dirigentes más cercanos. Él, sin embargo, emulando a Karl Marx (cuando dijo aquello de que no era marxista) negaba que fuese dirigente de facción alguna. Aunque en todas partes esos guerristas hiciesen y deshiciesen con férrea disciplina y acción implacable, usando su nombre como aval. En Andalucía, su tierra de origen, fulminaron hasta presidentes de la Junta (como Rodríguez de la Borbolla o al primer presidente, Rafael Escuredo), aunque chocaron con Manuel Chaves, al que, por cierto auparon en lugar de Borbolla. 


Guerra tuvo la capacidad, con Felipe, de entusiasmar a una generación de jóvenes (y también de mayores), para protagonizar un necesario cambio en una España decadente y postrada por la dictadura. Era el preferido de la militancia en los primeros años. Su verbo afilado, su ingenio, inteligencia y gracejo hacían las delicias de los militantes en los diversos mítines en los que participaba. Y  Recuerdo un mitin al que asistí en los 80 en la plaza de toros de Córdoba clamoroso. Cierto es que se pasaba muchas veces, pero eso se lo perdonábamos (no sus adversarios, que siempre le achacaron la crueldad con la que atacaba, como le pasó a Adolfo Suárez, cuando lo comparó con un "tahúr con chaleco floreado").


El "guerrismo" en Córdoba hizo estragos. Se cargaron a la dirección "borbollista", la que lideraron José Miguel Salinas (que llegó a ser consejero y vicepresidente de la Junta con Pepote (como llamaban a José Rodrúguez de la Borbolla), y candidato a la alcaldía de Córdoba, que pudo obtenerla con un pacto que desautorizaron desde Ferraz) y Manuel Gracia, a pesar de haber pactado una dirección conjunta. La mano "ejecutiva" (y ejecutora) de uno de los líderes andaluces de la corriente, Carlos Sanjuán, terminó cambiando la mayoría en un duro congreso posterior de 1990, atrincherado en un "cuartichín" donde iban desfilando los dirigentes locales para intentar doblegarlos, a fin de imponer la dirección del guerrismo en la provincia. Un grupo impulsado por Pepe Mellado, una especie de tercera vía entre "borbollismo" y "guerrismo", se alió con éstos para hacerse con el poder. Si ya estaba la cosa mal para el PSOE, con este aldabonazo no mejoró sino todo lo contrario, haciendo que en la capital cordobesa la posición de los socialistas siempre haya estado mermada, en beneficio de Izquierda Unida. Después esa alianza se quebró en beneficio de los "jóvenes cachorros" de Mellado, sufriendo el partido diversos vaivenes que le han llevado a ser una fuerza de segunda categoría. 


En los últimos años del gobierno de Felipe González, el guerrismo se hizo fuerte, tras la dimisión de Alfonso Guerra, que dejó el gobierno, pero no la dirección del partido. Pero, tras la derrota de 1996, su influencia rebajó mucho el tono. Recordemos que la candidata "guerrista" a secretaria general en el Congreso que aupó a Zapatero, Matilde Fernández, tuvo escaso apoyo entre la militancia y los delegados. La política había cambiado. Y la forma de entenderla y la de concebir el propio partido ya era otra.


Alfonso Guerra, no obstante sus puntos negativos, ha tenido su dimensión positiva. Excelente organizador, fino y astuto analista, introductor de métodos demoscópicos y prácticas políticas, eficaz propagandista, amante de lo novedoso (no se me olvida su imagen con uno de los primeros teléfonos móviles) culto (aunque con una aureola intelectual excesiva cultivada por él mismo y sus seguidores), hizo de acicate para la labor transformadora de los gobiernos del "cambio" con Felipe González. Ideó y promocionó el llamado "Programa 2000" que pretendía convertirse en centro de debate y en núcleo innovador del mensaje político de izquierdas. Ha demostrado, además, ser un perfecto superviviente, un animal político en toda regla, convirtiéndolo en uno de los políticos profesionales activos más veterano de la democracia. Llegó a impulsar la Fundación Sistema y la revista Temas para mantener viva la llama del pensamiento político entre tanto pragmatismo imperante, con escaso éxito y demasiado protagonismo de sus aduladores de otros tiempos.


Puede que no comulgase del todo con la deriva que ha llevado el partido en los últimos tiempos. Puede que no congeniase con la actual dirección. Sin duda los años pesan y los tiempos cambian. De ahí que anuncie su retirada. Ya no quedan tampoco aduladores para rodearle. Tal vez no queden también políticos con sus cualidades. Y tal vez le falten ánimos para combatir una decepción ciudadana tan imponente como la que padecemos en estos días. Vivimos otros tiempos. Incluso hay quien dice que ya hay nuevos "Felipes" o "Alfonsos" surgiendo en nuevos proyectos políticos. Así que a algunos ya no les queda otra cosa que la jubilación.  Pero, con sus virtudes y defectos, y le pese a quien le pese, pasará Alfonso Guerra a la historia de este país.


2 comentarios:

Jesús Herrera Peña dijo...

Se podría decir (acompañándolo de signos musicales) que

♫ Alfonso se fue a la guerra,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
Alfonso se fue a la guerra,
no sé si volverá.
hmm hmm hmm, hmm hmm hmm hmm,
no sé si volverá... ♫


No, ya fuera de bromas; dentro de laicismo, Alfonso siempre fue para mí "santo de mi devoción" dentro del panorama de la izquierda y más concretamente dentro del socialismo democrático.
Pero se me ha ido, poco a poco, escurriéndose del pedestal.
Y una de las cosas que han hecho que se me vaya bajando del pedestal es el tirarse 37 años ininterrumpidos calentando el mismo sillón de la Carrera de San Jerónimo.
Tenía que venir algún partido nuevo que implantara por decreto la santa rotación en los cargos políticos; que evitara que una misma persona se sentara el el escaño por más de dos mandatos o legislaturas; que evitara la profesionalización en lo político.

Que "para todo político, un cargo y cada cargo para un político diferente".
(Igual consideración hay que tener para la duplicidad de sueldos públicos). Por supuestísimo.
Y ahora que se ha puesto de moda eso de ir a ver a la novia con viajes de avión pagados del monedero público, no se nos puede olvidar aquella vez que Alfonso cogió un avión oficial, para saltarse la cola de pasar la barca sobre el río Guadiana (frontera Portugal-España) por llegar a tiempo a ver a su equipo de fúrbol favorito.
¡¡Ayyyy, señor, qué cosas tiene la vida!!

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

En mis muchos años de militancia ese argumento de las incompatibilidades de los cargos y la limitación de mandatos lo he escuchado muchas veces. Sobre todo de quienes no tenían poder y que, cuando lo conquistaban, siempre olvidaban. Los guerristas de los que hablo en el post hicieron suyas estas consignas... para incumplirlas sistemáticamente. No solo ellos, también otros las han usado como argumentos contra los demás, con igual resultado. Así que no me creo nada, ni del "coletas" tampoco.

De ese avión me he acordado y del de Zapatero, que tanto criticaron sus contrarios. Por cierto, ahora Rajoy hace uso de aviones militares para ir a actos del partido. Igual que los que él y los suyos criticaban. Nada nuevo bajo el sol.