Ayer al salir del trabajo comprobamos que el cielo estaba encapotado con esas típicas nubes veraniegas que provocan bochorno. Era el remate de los días de calor que están sirviendo de permanente tema de conversación este verano. Pero esas nubes tenían un color parduzco que no era normal, tornando de ocre la luz del sol. Después pude comprobar el motivo de esa anormalidad: estábamos bajo la influencia de una gran nube de polvo que se había generado en el Sáhara por una tormenta, y se había extendido no solo por el norte de África, sino que afectaba a Canarias y parte del sur peninsular. Esa masa de polvo desértico era la que daba el color ocre a las "presuntas nubes", dando lugar a que el calor acumulado entre la superficie terrestre y la gigantesca nube de la arena del norte africano no se disipase y se acentuase provocando el bochorno. Por la noche el calor no se marchó y llegó a llover ligeramente, pero no llovió agua, sino barro, que quedó en forma de manchas, moteando la superficie de las calles, tejados, mobiliario urbano, hojas de los árboles y demás objetos del exterior, como los coches que iba encontrando a mi paso hacia el trabajo. Coches que quedaron sucios de la lluvia de barro, aunque en la imagen parezcan copos de nieve. Seguro que más de uno habría lavado antes su vehículo, cogiendo el correspondiente enfado tras la inesperada lluvia. Son los problemas del verano. Cuando pasen unos días y la nube de polvo se disipe definitivamente, habrá que volver a la limpieza.
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