lunes, 31 de octubre de 2016

Cenizas con polémica


Mucho es el revuelo montado con la instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Iglesia Católica (el antiguo Santo Oficio, o sea, la Inquisición con nuevos nombres) que ha firmado el Papa Francisco, que prohíbe esparcir las cenizas del difunto, tras la cremación, llevárselas a casa, o emplearlas para hacer joyas (algo que se ha puesto de moda recientemente: fabricar "diamantes", con las cenizas, transformadas en carbono). No entiendo la polémica. Me parece lógica la medida, coherente con su doctrina.

Los cristianos creen en la resurrección, concretamente en la resurrección en cuerpo y alma. Algo que tomaron del judaísmo (aunque no todos los judíos lo aceptan), que seguramente fue una adaptación de los mitos egipcios. Los antiguos egipcios momificaban los cadáveres (los que tenían medios para hacerlo, claro) para que estuviesen disponibles en el momento de la vuelta a la vida, y los enterraban. Otras religiones, aunque crean en la vuelta a la vida, no creen que el espíritu vuelva al mismo cuerpo, algo lógico, pues éste se descompone de forma natural, por esos algunas practican la cremación, como forma de separar el cuerpo muerto del espíritu o alma inmortal. El cristianismo, al concebir la resurrección como vuelta a la vida de ambas supuestas partes del ser humano, prohibió las cremaciones, algo pagano, que impedían esa resurrección. Por eso se inclinó desde los primeros tiempos por la inhumación, a imagen y semejanza de lo que se decía que le sucedió a Jesús, que murió y fue depositado en una tumba, y luego resucitó al tercer día, en cuerpo y alma, dejando vacío el sepulcro.

Siglos después, la Iglesia a tenido que ceder ante el empuje de las incineraciones, una moda que se ha extendido por ser menos costosas, un procedimiento más higiénico y algo que evita los excesivos crecimientos de los cementerios, con el coste que eso supone. Ya lo comenté hace años en una entrada relacionada con estas fechas de fines de octubre y principios de noviembre. En algunos sitios, incluso, entidades cristianas, como son las cofradías, hacían negocio con la instalación de columbarios en sus sedes, donde depositar las cenizas del cofrade difunto. Una paradoja, dije entonces. 


Pero el auge de incineración también lo es por otros motivos: el deseo de los difuntos de descansar en su parcela campestre bajo su planta preferida, en las aguas de los ríos que vieron en la niñez, junto al mar en que se bañaron toda su vida, o por no creer en la dichosa resurrección. Eso ha movido a los "inquisidores" a promulgar esta instrucción, para evitar cualquier "malentendido panteísta, naturalista o nihilista". Los clérigos no quieren mezclarse con ceremonias paganas, descreídas o poéticas. Y prefieren que, si se escoge la cremación, las cenizas vayan al cementerio católico, o a las iglesias, para que no se escapen de su control (hay muchos cementerios gestionados por la Iglesia, que son fuente de ingresos considerables e inevitables). Es lógico entonces, que si no es así, se nieguen a oficiar el funeral católico ¿Qué sentido tiene que se realice este rito si quien quiere que sus cenizas se esparzan, por ejemplo, en el mar, es porque no cree en esa resurrección tal como la concibe la Iglesia?

Por eso digo que no hay razón para la polémica. Quienes no crean en la resurrección y prefieran la incineración, que no pidan que sus deudos les recen plegarias, comulguen, lean la Biblia, entonen el Kyrie eleison y otros cantos gregorianos en la misa de réquiem, ni sus restos reciban bendiciones sacerdotales. Que lleven sus restos al crematorio y, si quieren, que realicen las ceremonias (no cristianas) que les apetezca luego con las cenizas. Yo mismo prefiero la incineración, como la hacían los antiguos germanos, con mis preciadas pertenencias (incluida la espada): 


"Entonces él (Odín) estableció por ley que todos los varones muertos debían ser incinerados, y sus pertenencias puestas sobre la pira, y las cenizas lanzadas al mar o enterradas. Así, dijo él, todos vendrán a Valhalla con las riquezas que portara consigo en la pira; y disfrutaría cuanto él hubiera enterrado. Un montículo se levantará en memoria de los hombres trascendentes y para todos los guerreros que se han distinguido por su virilidad se erigirá un monolito; costumbre que perduró mucho después de la era de Odin." (Ynglinga Saga)

Así que no me molesta lo más mínimo la instrucción del Papa Francisco. Como no debería molestar a nadie que no crea en lo mismo que estos sacerdotes. No hay motivo para la polémica, aunque sea en un día como hoy, 31 de octubre, Samhain, en la noche en que se cree que los muertos vuelven a nosotros. Hoy solo hablaré de estos muertos, que de otros "muertos vivientes" (Pedro Sánchez y compañía) ya lo haré mañana.

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