¿Se acuerdan del programa musical que hacía José María Íñigo en el Florida Park de Madrid y que retransmitía en directo Televisión Española?. Uno de ellos se hizo famoso porque Lola Flores, durante su actuación (como torbellino que era) perdió un pendiente de oro, que caería entre las mesas del público. Insistió en varias ocasiones que le devolvieran el pendiente si lo encontraban porque era de oro y tenía un gran valor sentimental. Hasta el pobre de Íñigo fue conminado a devolver el famoso zarcillo. Pero nunca más se supo del abalorio.
Hoy me he encontrado con este letrero en un escaparate: "Apareció el pendiente". Me imaginé entonces a la vecina del barrio probándose ese vestido entallado, ideal para la primera comunión de la niña y que estaba en el escaparate de las rebajas. Seguro que, aunque le quedaba algo estrecho, la señora pensó: "ya perderé unos kilitos de aquí a que llegue abril y me quedará como un guante". No fue hasta que llegó a casa toda contenta cuando se dio cuenta que le faltaba un pendiente. "Seguro que se me perdió al quitarme el vestido en el probador". Y volvió a la tienda a recuperarlo. Allí lo buscaron y no dieron con él, pero le advertirían que si aparecía al hacer limpieza, le avisarían. Eso nos muestra el cartel pegado al cristal del escaparate. Seguro que la vecina el lunes pasará a recoger su joya, probablemente regalo de su marido en los reyes, al ver la nota.
Es lo que pasa en las tiendas de barrio. Que hay gente honrada, que conoce a la clientela, como si fuese de la familia. Y detalles como éstos son los que cuidan el negocio. Un diez para la dependienta, la señora de la limpieza o la propiedad del comercio, su honradez son su mejor publicidad....Porque sigo sin pensar a estas alturas que el pendiente sea el famoso que perdió la Faraona. ¡Milagro sería!
Hoy me he encontrado con este letrero en un escaparate: "Apareció el pendiente". Me imaginé entonces a la vecina del barrio probándose ese vestido entallado, ideal para la primera comunión de la niña y que estaba en el escaparate de las rebajas. Seguro que, aunque le quedaba algo estrecho, la señora pensó: "ya perderé unos kilitos de aquí a que llegue abril y me quedará como un guante". No fue hasta que llegó a casa toda contenta cuando se dio cuenta que le faltaba un pendiente. "Seguro que se me perdió al quitarme el vestido en el probador". Y volvió a la tienda a recuperarlo. Allí lo buscaron y no dieron con él, pero le advertirían que si aparecía al hacer limpieza, le avisarían. Eso nos muestra el cartel pegado al cristal del escaparate. Seguro que la vecina el lunes pasará a recoger su joya, probablemente regalo de su marido en los reyes, al ver la nota.
Es lo que pasa en las tiendas de barrio. Que hay gente honrada, que conoce a la clientela, como si fuese de la familia. Y detalles como éstos son los que cuidan el negocio. Un diez para la dependienta, la señora de la limpieza o la propiedad del comercio, su honradez son su mejor publicidad....Porque sigo sin pensar a estas alturas que el pendiente sea el famoso que perdió la Faraona. ¡Milagro sería!
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