martes, 16 de marzo de 2010

La muerte de Jon Anza


Hace años leí un artículo de opinión de Fernando Savater, en El País semanal, donde nos enseñaba la degradación moral e intelectual a la que había llegado una parte de la sociedad vasca, gracias al terrorismo. Contaba que puso un ejercicio a sus alumnos de la universidad donde preguntaba sobre la autoría de un hecho concreto: la muerte de una joven.

Resumidamente era más o menos así. Una joven quería ir de su casa del campo a la ciudad para ver a un familiar. Su padre le advirtió que no fuese por el bosque porque había oído en la taberna que por allí merodeaba un forajido. Sin embargo la joven se internó en el bosque, por ser el camino más corto, le salió al paso el delincuente e intentó atracarla, pero al no llevar dinero, la mató. Savater les preguntó a sus alumnos: ¿quién era el culpable de la muerte de la joven?.

Unos contestaron que era el padre, pues no había impedido que su hija menor de edad fuese por el lugar prohibido. Otros que la joven, por no hacer caso a su padre. Otros que el familiar al que iba a visitar, ya que era el motivo de su salida de la casa del campo. Algunos culparon a la policía, por permitir que ladrones vagaran a sus anchas por el bosque y las zonas donde viven las personas honradas. Otra parte del alumnado culpó a la sociedad, por generar en su seno personajes marginados y sin medios económicos, que necesitan delinquir para sobrevivir. Sin duda el Gobierno cargó con una buena parte de las acusaciones de los estudiantes. Pero fueron pocos los que contestaron lo obvio: que el culpable de la muerte de la joven era el forajido que la mató.

Savater comentaba cómo tendemos a culpabilizar a los más dispares sujetos de los males que nos aquejan, cuando muchas veces está muy claro el origen de nuestros males. Y lo explicaba para entender cómo el problema del terrorismo vasco es de difícil solución, mientras no comprendamos lo obvio: que ETA es la culpable de la violencia. Lo demás son excusas para liberarles de culpa, para no solucionar el problema. En estos días me he acordado de esta historia.

El domingo pasado miles de personas se manifestaron en San Sebastián porque hace poco apareció en Francia muerto Jon Anza, un terrorista etarra que había “desaparecido” sin dar señales de vida, lo que sirvió para que el entorno de la banda hablara de “secuestro” y “terrorismo de estado”. Lo encontraron en un depósito de cadáveres, donde llevaba tiempo, hasta que fue identificado. En esa manifestación se dijo que "los policías españoles han secuestrado y asesinado a Jon", mientras que "los aparatos represivos franceses han decidido mantener el cuerpo secuestrado durante casi un año". Sin embargo la autopsia ha revelado que el etarra no tenía signos de violencia de ningún tipo, ni agentes externos que le causasen la muerte, había muerto por causas naturales.

Qué pena para los abertzales. Su admirado gudari no era esa especie de héroe homérico, que debía morir por y con la espada, en singular combate. O vilmente asesinado, tras numerosas torturas, reveladoras de su valentía en la defensa de la esencia euskérica. Murió de un colapso del corazón y del sistema respiratorio, como un viejo de esos que te puedes encontrar en cualquier residencia de ancianos. ¡Que vulgaridad!. “¡No es posible!”, gritarían los enfurecidos manifestantes que intentaron asaltar la morgue francesa. “¡Francia y España son culpables de asesinato!” sería la consigna elaborada y propagada por los voceros nacionalistas violentos. Los culpables son otros, no puede haber una causa tan simple, tan obvia, como la muerte natural. Solo faltaba ya que dijeran que los “valientes gudaris”, quintaesencia de lo euskera, tienen atributos divinos, derivados de sus rebeldes ancestros no indoeuropeos. Es la enfermedad moral e intelectual de la que hablaba Savater. Los demás son los culpables, como nos enseñan todos los nacionalismos. Aunque la tozuda realidad demuestre lo contrario. Pero entonces, si la realidad no les sirve, simplemente se cambia. Ellos siempre quedan a salvo. Y punto. Todo lo arregla la guerra sucia y el terrorismo de estado. ¡Cuanta degeneración! ¡Cuanta insensatez!

4 comentarios:

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

ETA es una forma de vida como la mafia, yo ya no creo ni que los abertzales se crean sus propios cuentos de hadas, simplemente viven así, sus argumentos no resisten ni el más mínimo debate por eso se van quedando sólo los más burros y violentos. Lo que hace falta es que el PNV abandone su discurso ambiguo y calculado de equidistancia y arrime el hombro de verdad en la lucha contra ETA.


Un saludo.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Completamente de acuerdo, Quinto Forajido. Un saludo.

Jesús Herrera Peña dijo...

¡Qué gracia!: la esencia euskérica.
Vale, Schevi. No sé por dónde empezar porque no tiene desperdicio el artículo y sintonizo con todo. Pero es que eso de la esencia euskérica me ha llegado al alma. Ma tirao patrás y me'sentao de culo.
¿Pero tú has visto? ¿Qué otro territorio español tiene tantos nombres? Tantos nombres que yo soy uno de los españoles que no se aclara.

■ País Vasco
■ Euzkadi
■ Vascongadas
■ Comunidad Autónoma Vasca
■ Euscalherría
■ Euskadi
■ Las tres provincias vascongadas...
¡¡¡La reostia en vinagreta!!!

Ahora vienes tú con lo de la esencia euskérica y me dan ganas de reir... (por no llorar).
Un aplauso para todo tu artículo en general y en especial, para la esencia euskérica; ahora queeeeeeeeee....., eso de que un país tenga tantísimos nombres no puede ser nada bueno, ¿verdad?

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Te añado otro nombre más, Jesús: Vasconia. Sin duda tus palabras sintonizan con el tono irónico del último párrafo. Como sabes, por socialista, soy interancionalista, y añado, antinacionalista. Todos esos mitos nacionalistas son aborrecibles. Más cuando de ellos se deriva la muerte y la destrucción, además con la cobardía moral que suponen esas acusaciones de asesinato y secuestro de un tipo que murió por muerte natural y su cadáver estaba en el depósito porque no lo identificaba nadie. El que un país tenga varios nombres, para mí, no es bueno ni malo. Si es negativo que se invoquen "esencias" cuando éstas no existen y la algarabía de nombres lo que denota es la manipulación interesada de esas supuestas esencias.
Gracias por tu aplauso.