domingo, 9 de enero de 2011

Unos señalan con el dedo y otros disparan con sus armas

Ayer una congresista de Estados Unidos, la demócrata Gabrielle Giffords, sufrió un atentado del que quedó herida en la cabeza de un disparo. Hubo más heridos, y otras seis personas que no tuvieron tanta suerte pues murieron en el atentado. Esta congresista apoyó la reforma sanitaria de Barack Obama, que tanto enfureció a los sectores ultra-conservadores estadounidenses. Tanto que Sarah Palin, la nueva "lideresa" de la extrema derecha yanqui, llegó a hacer de este asunto uno de los motivos principales para potenciar el llamado Tea Party, como aglutinante de los sectores derechistas norte-americanos. 


El Tea Party fue el protagonista principal de la campaña para las pasadas elecciones legislativas parciales de noviembre en Estados Unidos. Unas elecciones que han supuesto una gran derrota de Obama, al cosechar el descontento de los ciudadanos por la crisis. La nueva líder de los republicanos ha recrudecido sus ataques a los demócratas en esta campaña y posteriormente, haciendo del odio la principal arma contra sus adversarios. Sus seguidores usaron un mapa donde aparecen los candidatos a batir en esas elecciones, señalados con una diana, como hacen los amigos de los terroristas aquí en España en sus panfletos o pintadas. Entre los señalados se encontraba Gabrielle Giffords, como se puede ver sin ningún género de duda. Ellos niegan que se trate de una diana como las que se usa para hacer prácticas de tiro, pero podían haber usado otro símbolo y no lo han hecho, además de emplear esta señora y sus admiradores palabras claramente violentas cuando hablaban de sus adversarios: shoot (disparo), target (objetivo, blanco). Ahora alguien se ha tomado al pie de la letra estos "argumentos de campaña" y se ha decidido a cumplir con un arma en la mano. El discurso del odio da su fruto lógico, aunque no sea directamente ordenado.

En España también tenemos admiradores de Sarah Palin y sus doctrinas y métodos. También hay quien ha visto el modelo Tea Party como algo útil para desalojar al PSOE del poder. El que "movimientos" como Foro de la Familia, la AVT o Hazte Oír hayan organizado manifestaciones contra el gobierno, reivindicando políticas de extrema derecha, ha sido visto como el germen de un grupo de esas características en nuestro país. Curiosamente, el odio es también uno de los elementos comunes de las actividades que se generan de estos y otros grupos, apoyados por medios de comunicación que se han multiplicado gracias a las concesiones de televisión digital terrestre hechas a grupos afines al PP (Intereconomía, Esradio, Libertad Digital TV, Popular TV...). Hay quien habla del "TDT Party", como común denominador de esta tendencia en España.

Grupos de extrema derecha españoles han salido a la calle con motivo del aborto (cuando no lo hicieron gobernando el PP, a pesar de que ya estaba despenalizado en determinados supuestos), en "defensa de la familia" (solo la única familia, cristiana, que aceptan, no los demás modelos de familia que hay en la sociedad), contra las "negociaciones del gobierno con terroristas" (pese a no haberse demostrado ninguna negociación e incluso estar ETA peor que nunca por la acción policial y judicial), contra el matrimonio entre homosexuales o la política educativa socialista, y llenan las misas-mitin de Rouco Varela  y otros dirigentes eclesiásticos, llegando a portar pancartas de contenido amenazante y reveladoras de odio visceral, como aquella que pedía la pena de muerte para Zapatero. Estos grupos son, incluso, sospechosos de tener vínculos con grupos violentos, como el llamado El Yunque, originario de México, como ha denunciado El País. ¿Son estos los que aquí señalan con el dedo?. ¿Se lanzará algún iluminado o "perturbado" descontrolado a "cumplir con los designios" de odio, si no se adelantan las elecciones, como pide el PP y "su extrema derecha"?. No lo quiero ni pensar.

No debemos confiarnos. La izquierda española está en un mal momento, gracias a la crisis y sus errores a la hora de afrontarla. El PP está eufórico, esperando las elecciones para auparse al poder, después de que el gobierno de Zapatero le haga el "trabajo sucio" que ellos completarán, ufanos, culpando a los antecesores de los retrocesos sociales y del desmantelamiento del estado del bienestar. Nosotros no somos capaces de aglutinar a nuestros votantes para que defiendan con entusiasmo nuestros planteamientos, como sí lo consigue la derecha. Tenemos a la gente cabreada o decepcionada. Pero no podemos resignarnos y debemos re-formular el discurso y buscar salidas no ultra-liberales a la crisis, para concitar el entusiasmo, o al menos, la esperanza del electorado que se siente progresista. Para que no triunfe el lenguaje del odio. El futuro puede ser muy negro si desfallecemos.

17 comentarios:

Alfonso Saborido dijo...

Es muy fuerte lo que ha sucedido, pero tampoco sorprende.
Se está dando una situación que a la derecha le encanta: aburrir a la izquierda, que sabe que al mínimo dolor de cabeza no vota.
Lo que va a ocurrir si no lo impedimos es el suicidio de la clase obrera. Darle el poder a quien te hunde. De locos.

Octavio Junco dijo...

Muy cierto y ponderado tu análisis y tus consideraciones.
En una cosa, sin embargo, choca con lo que considero mi sentido común: en el así llamado "matrimonio homosexual".
El matrimonio, en su esencia, no necesita adjetivos. Podemos hablar de matrimonio cristiano, mahometano, budista o, simplemente, de matrimonio natural; pero no de matrimonio entre individuos de distintas especies o de distinto sexo dentro de su especie.
Antes de la guerra civil, en la huerta palmeña había matrimonios de unión natural; una mujer y un hombre, con sus hijos y vida en común. Los sacerdotes iban y les decían que pasaran por la iglesia y se casaran, porque estaban viviendo en concubinato. Ellas y ellos, muy seguros de la legitimidad de su matrimonio y de su familia natural, negaban con la cabeza y decían que estaban casados y no necesitaban de la iglesia para seguir estándolo.
Y es que el matrimonio es una institución natural, anterior a todos los códigos y religiones. Una mujer y un hombre que se asocian para convivir, procrear y criar a sus hijos.
Las especies animales también se asocian con idéntico fin. Las golondrinas se casan al final del invierno, hacen su nido, ponen sus huevos, los incuban, alimentan a sus golondrinitos y, cuando éstos vuelan y salen del nido familiar, el matrimonio se extingue tan naturalmente como se formó.
A veces he visto a un perro macho tratando de atacar por la retaguardia a un congénere suyo del mismo sexo. Le urgencia sexual del primero es tal, que intenta darle satisfacción cono otro macho de su misma especie por vía rectal. Esto no es matrimonio, sino apareamiento.
Por lo mismo, la unión de dos hombres o de dos mujeres puede consentirse, legitimarse y legalizarse, dentro del espíritu de libertad y comprensión en que vivimos las sociedades cristiano-occidentales (los mahometanos lo condenan), pero no podemos llamarle matrimonio, por la sencilla razón de que no lo es.
El progresismo, como todo en esta vida, tiene sus límites, más allá de los cuales caemos en el ridículo o en la desnaturalización.
Saludos.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Sí, Alfonso, algunas veces nos volvemos locos. Y hasta seremos capaces de votar a nuestro peor enemigo, incluso a sabiendas de que nos va a dañar.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Amigo Octavio, como habrás podido observar, yo no hablo de matrimonio homosexual, sino "entre homosexuales", es decir el matrimonio de personas del mismo sexo. Como tengo formación jurídica, considero que el matrimonio no es en sí natural (sí lo es la pareja), sino una institución humana donde se hace pública la unión de dos personas (en nuestra civilización actual) para compartir afectos, patrimonios, hijos (si los hay) y buscar el apoyo mutuo. Eso no presupone que sean hombre y mujer, necesariamente.

En otras culturas existe también la poligamia. Y hay quien sostiene que existió el matriarcado por el que las reglas se invertían, dándose también casos de poliandria. Todos son matrimonios desde el momento en que se reconoce por la comunidad, el estado, la tribu u otras "sociedades". Es lo que le diferencia de otras uniones: que requiere por lo general un acto público de manifestación de voluntades (la ceremonia) para que sea notoria su existencia, como requisito esencial (solemnidad para su validez y publicidad general). Por eso siempre me ha parecido un despropósito la existencia de los registros de parejas de hecho. Si son de hecho, no necesitan publicidad. Además, paradójicamente, los registros actuales demandan "más papeles" que los necesarios para el matrimonio civil.

El apareamiento, opino, es cosa diferente: sexo, coyunda, mero placer y satisfacción momentánea de la pulsión sexual. No es el caso entre los homosexuales (que podrá haberlo como entre los demás claro, de forma ocasional), porque también se da la relación afectiva. Es matrimonio el que se da entre personas del mismo sexo, aunque nuestra historia no lo reconociera, como no reconoce la poligamia.

En fin, esto da para mucho hablar. Saludos.

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

Acertado análisis en mi opinión schevi, espero que en España no acabemos siendo tan camotos como en USA, almenos no tenemos un acceso tan fácil a las armas de fuego. Haciendo referencia al comentario de Octavio Junco no debemos dejarnos llevar por el sentido literal de la palabra eso es solo una excusa de los intransigentes católicos españoles que que yo sepa no se oponen a que las mujeres tengan patrimonio, aunque literalmente haga referencia a los haberes del padre. Matrimonio es sólo una palabra como tantas otras que tiene el significado que los tiempos y las costumbres le den. Tampoco los homosexuales lo son por una urgencia sexual sino porque sus hormonas le hacen excitarse con otra persona del mismo sexo y no del contrario.

En fin un saludo.

Octavio Junco dijo...

Hace unos treinta años, estando en Israel, un guía hebreo me explicaba el sentido del Sabbat, el día sagrado de la semana judía. Tras enumerar las actividades prohibidas en dicho día, las resumió diciendo que, en definitiva, no pueden realizarse actividades que resulten creativas o productivas.
Yo, entonces, le pregunté si entre tales actividades se incluía la relación carnal entre hombre y mujer, ya que de esa relación resulta la fecundación de una nueva vida, a lo que me contestó: "No, la relación entre mujer y hombre no puede prohibirla ninguna ley o norma; es un mandato de Jehová en la creación misma, anterior a toda otra norma".
Bien, pues eso mismo digo yo, sólo que desde mi concepción meramente naturalista.
Esa unión de seres de la misma especie y distinto sexo (ya sea monogámica, poligínica o poliándrica, que no hace al caso) es algo natural, transmisor de la vida y anterior a toda norma.
El matrimonio jurídico, como institución de origen social, es posterior en todos los órdenes (en el temporal, en el conceptual y en el metafísico) al matrimonio natural, a esa unión de los hortelanos palmeños a quienes don Carlos instaba, sin éxito, a contraer matrimonio canónico y civil en la inmediata posguerra.
Matrimonium, de mater-tri (madre) y monium (condición de), junto a patrimonium, de pater-tri (padre), fundamentos del orden social romano, son resultado de una determinada evolución en la historia de Occidente, sobre la base de una realidad humana de millones de años.
Comprendo que te inclines por la preeminencia del orden jurídico sobre el natural, y que en ese orden jurídico, a finales del siglo XX, se haya instituido el "matrimonio gay" (que no "matrimonio entre gays"). Y comprendo que esta institución sea incluida dentro de lo "políticamente correcto" (junto con otras normativas de última hora, como la de los abortos); la vida humana, y de manera preeminente lo jurídico, es temporalidad, y lo que ayer era delictivo hoy puede ser normativo, para volver a ser, en el futuro, delictivo (piénsese, por ejemplo, en la esclavitud, como en el consumo público del tabaco, delictivo en el siglo XVIII, socialmente prestigioso en el XX, por influencia del cine americano, y muy recientemente delictivo).
En fin, amigo Schevi, que mi criterio sobre el matrimonio es irreductiblemente natural, digáis lo que digáis los juristas.
Lo siento; en otras muchas cosas, en cambio, coincidimos.
Saludos naturales y cordiales.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Quinto Forajido, espero, como tú, que no se imponga aquí el uso de las armas de forma normal, para dirimir disputas.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Amigo Octavio, como cerraba la anterior contestación, sigo opinando que este tema del matrimonio da para muchas opiniones.

La interpretación que das del término, proveniente del latín, hace justicia a la situación histórica: la mujer, como madre, el hombre, como propietario. La mujer en el matrimonio romano está bajo la dominación (relación dominical) del marido y sirve para producir los hijos, como el marido produce otros bienes. Estamos en una sociedad claramente patriarcal. Por eso es necesaria la institución matrimonial, porque es preciso conocer la paternidad de los hijos, como parte del "patrimonio". Por la antropología sabemos que anteriormente la relación paterno-filial era imposible al existir la promiscuidad sexual en el grupo o tribu. Son las mujeres las únicas que están seguras de su procreación. El matrimonio, es decir, la estabilización (no necesariamente la exclusividad) de la relación sexual, es la que "garantiza" la filiación. Y eso solo interesa al varón, que no tiene la certeza de su paternidad. Lo natural, por tanto, es el apareamiento, no el vínculo estable entre los progenitores.

Los romanos conocían tres tipos de matrimonio, porque necesitaban la certeza que da la norma, como nos pasa a nosotros, sus herederos. Incluso el matrimonio más simple de los tres, el Usus, similar a nuestras parejas de hecho actuales, implicaba una dimensión de publicidad con efectos jurídicos. Los otros dos, coemptio y confarreatio, tienen más solemnidades. Todos son matrimonio, porque se les reconoce como tales, no por ser relaciones naturales, que se pueden dar en otras situaciones (concubinato, contubernio).

Por eso el reconocimiento legal es posible aun en situaciones diferentes históricamente, como en el matrimonio entre homosexuales, (No homosexual, que en el Código civil no existe).

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Por cierto, Octavio, si leemos la Biblia vemos como el matrimonio evoluciona de diferentes maneras a como lo conciben los judíos actuales o nosotros. Recordemos el caso de Onán y su resistencia a cumplir las obligaciones del Levítico, de desposarse con su cuñada y tener descendencia con ella. No me extraña que este episodio sea una reminiscencia del supuesto "matriarcado" del que hablan algunos historiadores y antropólogos (en realidad, la avunculocalidad, es decir, el dominio del cuñado, el tío del hijo o hija, cuando el marido no es la parte preponderante en la filiación)

Octavio Junco dijo...

En el cuaderno de bitácora de Cristóbal Colón, cuenta éste una curiosa ceremonia que las indígenas de la isla de Cuba celebraron con la llegada de los soldados españoles a aquella isla.
Colocaron las mujeres a los soldados dentro de un círculo y bailaron ellas en torno suyo. De vez en cuando, cada una de aquellas mujeres jóvenes se adelantaba y tocaba ligeramente a un soldado en el hombro o en el pecho.
La interpretación antropológica de tal ceremonia es la siguiente:
Las mujeres creían que de tal manera se impregnarían del espíritu de aquellos extraordinarios hombres y concebirían de ellos.
Los pueblos primitivos, en principio, no conocen la paternidad, porque la mentalidad primitiva no establece la relación de causalidad cuando entre la causa y el efecto media mucho tiempo. Ahora bien, como entre el acoplamiento carnal y el nacimiento median nueve meses, los primitivos desconocen el hecho mismo de la paternidad. No es que no sepan quién es el padre de cada niño, sino que piensan que la concepción y el nacimiento es obra de los espíritus de la tribu o grupo.
La relación familiar se establece, por lo tanto, con los familiares de la madre, lo que no quiere decir que las mujeres ejerzan la autoridad. El tío materno es quien suele ejercerla con los sobrinos.
Cuando se llega a descubrir el hecho de la paternidad es cuando la sociedad adopta normas rígidamente morales acerca de la mujer: custodia de las jóvenes y requisito de la virginidad, condena del adulterio y, muy especialmente, del incesto.
En la cultura griega, el mito de Edipo simboliza la condena del incesto madre-hijo. El de Electra, la condena del incesto padre-hija. Freud, ya sabemos, sitúa el complejo de Edipo entre los principales traumas psíquicos de la infancia.
Sobre la supuesta práctica de la promiscuidad en las sociedades primitivas, los antropólogos no coinciden actualmente. Mañana me extenderé sobre el tema. (Brevemente, ¡no alarmarse!)
Pero, en definitiva, que el ser humano primitivo no conozca la paternidad, no quiere decir que su naturaleza también la desconozca y que las uniones sexuales no establezcan lazos de unión entre hombres y mujeres. Las especies animales superiores desconocen la relación causa-efecto entre el acoplamiento y el nacimiento de los hijos y, sin embargo, en la mayoría de los casos se establecen entre ellos relaciones de protección y crianza de tales hijos. El instinto materno de protección de su prole es el que fundamenta relaciones duraderas con hombres; por eso se ha dicho que, mientras el hombre quiere mujer, la mujer quiere hijos.
Tales relaciones naturales, instintivas, son lo que yo considero el fundamento de la institución del matrimonio; es decir, su naturaleza.
Buenas noches.

Octavio Junco dijo...

Bueno, concluyendo; dejo de lado citar las opiniones de eminentes antropólogos sobre el tema de la familia y el parentesco entre los pueblos primitivos (H. Webster, Morgan, McLennan, Starcke, Westermack, De Quatrefages, Le Roy, Pichler...)
Tras muchas consultas, vuelvo a plantearme con toda seriedad el tema inicial: "¿Puede denominarse matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo?"
Y no se trata de negar legitimidad a tales uniones, dentro de nuestra civilización occidental (en otras culturas de base religiosa llegan a matar a los homosexuales), como tampoco se trata de defender posturas ideológicas o doctrinales.
Soy radicalmente contrario a toda ideologización y a todo doctrinarismo en materia de pensamiento.
En nuestra cultura todos los ciudadanos tienen derecho a asociarse con fines lícitos y a pactar sus condiciones dentro del respeto a la ley. Verbigracia, las uniones homosexuales.
Sólo que no debiera llamarse “matrimonio” a la convivencia de personas del mismo sexo, porque ni etimológica ni semánticamente se corresponden tales formas de asociación con la palabra "matrimonio".
Se trata de un uso verbal erróneo que hace un flaco favor a la aceptación e integración social de tales uniones, por cuanto crea oposiciones y sentimientos de agravio de todo punto innecesarios en el seno de nuestras sociedades.
Esto es un hecho constatable y no una opinión más o menos aventurada, y nuestra sociedad no está precisamente necesitada de motivos de desacuerdo, sino todo lo contrario.
Saludos cordiales.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Explicas, Octavio, el desconocimiento de la paternidad con todo lujo de detalles, pero concluyes que es a causa de la creencia en la intervención sobrenatural, cuando la relación es la inversa: el desconocimiento de la relación causa-efecto del apareamiento y el posterior nacimiento es el origen de la creencia mítica sobre la concepción y la paternidad. Los machos que cohabitan con las hembras en el grupo o tribu desconocen su relación directa con los hijos nacidos, que son considerados "hijos del grupo" o del dios o espíritu que protege al grupo (cuando se crea el pensamiento mítico). La relación con el tío se ha visto como consecuencia de la preponderancia masculina que se va imponiendo, según algunos, por motivos biológicos: valorización de la fuerza y el riesgo, como características masculinas, provenientes de la testosterona. Una consecuencia de esta "rebelión masculina" es la exigencia del reconocimiento de la paternidad, como un acto más del "macho". De ahí a la instauración de las relaciones estables hay un paso, necesario como contrapartida para la protección de la prole. El matrimonio, como un conjunto de obligaciones del padre (no previsibles de forma natural), además de las naturales de la madre, que tiende a la estabilidad, termina por imponerse. Con sus nuevas consecuencias: la prohibición del incesto, la "fidelidad" (y la condena del adulterio), la virginidad de la mujer, que es otro precio a pagar. Pero es algo "cultural" ya, no natural. Solo es natural el intercambio y la diversidad genética, que previene enfermedades, pero eso no implica la estabilidad matrimonial.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Y a la pregunta sobre si se puede llamar matrimonio a la unión de personas del mismo sexo, respondo, sin contaminaciones ideológicas, porque no hay nada de ideología en esto: hay homofobia tanto en la derecha como en la izquierda (recordemos el caso cubano, chino o soviético, donde se persiguió con saña a los homosexuales). Pienso que se puede llamar matrimonio a estas uniones, desde el momento en que es una asociación basada en el afecto, que crea vínculos patrimoniales y que ayuda al cuidado de los hijos, aunque éstos no sean de los dos cónyuges de forma natural (nada raro tampoco en las parejas de personas de distinto sexo, donde las adopciones se dan frecuentemente). El que no se reconociera antes viene de prejuicios de varios tipos, que deben superarse. En todo caso, el matrimonio siempre es libre, por lo que no tiene que dañar a nadie (salvo en casos de despecho, que no dan lugar a anular los legítimamente contraídos). Pienso que esto sí supone un avance positivo tanto para los afectados como para la sociedad en general, que además soluciona problemas prácticos, que la regulación de las parejas de hecho no resuelve adecuadamente, como seguimos comprobando hoy día. Y el que no quiera casarse, pues libre es también.
Un saludo.

Anónimo dijo...

¿Por qué este empeño (de ambos "bandos") en resucitar viejos fantasmas? Los fachas hacen pinturas y amenazas de muerte contra los de la izquierda, estos a su vez hacen amenazas del tipo "ardereis en el 36" o "la única Iglesia que ilumina es la que arde". Usted mismo se queja de que la derecha usa los "mass media" a su favor y sin embargo usa su blog para insultar, no ya solo a una Iglesia que hasta a mi mismo me parece los más retrógrado, sino para ofender a unas creencias que nada tienen que ver con un grupo de irracionales.
La política en general en España y en todo el mundo simplemente da pena, por todo esto, por gente extremista de uno y otro lado que no entiende que hay término medio (yo mismo me considero cristiano y sin embargo entiendo que por alguna razón Dios nos hizo la sangre roja y puso nuestro corazón a latir a la izquierda). En fin, la gente nunca aprenderá y creo que en su blog tampoco ayuda a buscar la concordia.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

No sé por qué me incluye usted, señor/a anónimo/a, entre los extremistas que quieren resucitar fantasmas. Se ve que no ha leído mi blog. Yo no soy partidario de revanchismos ni de volver al pasado. Y he criticado muchas veces determinada concepción de lo que ahora llaman "memoria histórica". Lo he escrito MUCHAS veces.
Dice que insulto a la Iglesia y a sus creencias. No, denuncio los ataques de la jerarquía a un gobierno legítimo, usando mentiras (no había querido usar esa palabra, pero su comentario me obliga) como las que emplean para manifestarse contra el divorcio, el aborto, la política educativa del gobierno, alegando que "destruyen a la familia" y acaban con las libertades...Y además denuncio la hipocresía, porque gobernando el PP eso no se hacía. ¿Eran entonces diferentes esas creencias?
Sobre las creencias, le digo que tengo todo el derecho del mundo a defender mi "increencia" en determinados dogmas, a defender la ciencia, a defender mis ideas y creencias. A mí sí que me han atacado cobardemente por ello, por cierto. Quienes no buscan la concordia son los que disparan, los que agreden, los que matan, sean de la ideología que sean. Y yo no he disparado nunca a nadie.

Octavio Junco dijo...

Schevi, por favor, no se puede dialogar con anónimos.
Una cosa son los seudónimos, de larga tradición en nuestra cultura y de quienes todos acabamos por saber su identidad, y otra los "sin nombre".
A mí, te confieso que me dan miedo. ¿Quién me asegura que no son ánimas del purgatorio, o quizás extraterrestres?
Saludos.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Te comprendo, Octavio Junco, y me impongo siempre el deber de no contestar, ni de publicar esos anónimos. Pero este comentario en concreto era tan injusto (y de una ignorancia tan grave) que no me he podido resistir. Hago propósito de enmienda de nuevo.

Aunque no creo que sean extraterrestres. Y si son ánimas del purgatorio, que purguen sus culpas, en un sitio real o virtual, como ese fuego interno que ha dicho el Papa.