lunes, 13 de mayo de 2013

La calle que llamábamos la "Calle Portá", primera parte



Retomamos hoy la ruta que emprendimos desde la calle Castelar, en dirección sur, por el imaginario eje que atravesaba Palma del Río hace unos cuarenta años, en dirección al Paseo, donde en pocos días disfrutaremos de la feria de mayo. Discurriremos por la calle Portada de la niñez, entonces calle General Queipo de Llano, pero a la que (casi) todo el mundo llamaba la calle “Portá”. Pero primero vamos a hacer referencia a la tortería de Esteve, que yo no conocí pero que me la han indicado varios lectores, como algo que se me escapó en la anterior entrega sobre el centro urbano. En ésta, tras los comentarios recibidos, además de mis recuerdos, se verán plasmados los de numerosas personas que han colaborado en su preparación. La tortería de Esteve estuvo antes que la Peña El Palmeño, en la Plaza del General Sanjurjo (hoy Plaza de España), junto a la Farmacia, pero, como ya he dicho, yo no la conocí o, por más esfuerzo que hago, no la recuerdo. No es la única tortería que mencionaremos en nuestro caminar.

Farmacia de Chacón

Un edificio con fachada neobarroca, exento, como una isla en el entorno, era y es la Farmacia Chacón, que fue de Sebastián Chacón Díaz, farmacéutico y funcionario de sanidad local. Como lo era mi padre, que prestó sus servicios de practicante en la farmacia incluso después de los años 30, cuando la titular era la hija, Leocadia Chacón Chacón. En ella trabajaban Eusebio López (nacido en Pozoblanco), Nicolás Franco, “Nico”, y también estuvo de mancebo Rafalín Lora López, hijo de Rafaela López, la de la miel que vivía en la calle Mangueta, antes de irse al Ejército del Aire. La señorita Leocadia, como le llamaban, pues era soltera, como su hermana Carmen (“Carmela Chacón”, para mi padre), era persona seria, pero amable y cariñosa con nosotros. Aún la recuerdo en la rebotica, con sus gafas de cerca en la punta de la nariz. Como también me acuerdo de alguna fiesta en el patio, donde conocí el bollito de pan que llamaban “medianoche”. Tenían otra farmacia en la calle Cigüela, la conocida como botica de Currito, de la que ya hablamos en una de las entradas dedicadas a esta calle.

Entrada principal de la vivienda de la familia Chacón

Este edificio, además, albergaba la Armería de José García, conocido por “Pepe el gafas”, con entrada junto a la farmacia. Debajo de la casa de la familia Chacón. Y con entrada por la Calle Alamillos, hay un piso donde vivieron el director del instituto Patricio de Blas, y luego la profesora Juana Mangas, de los que ya hablé en otro momento.

Según me han contado, mucho tiempo antes, se entraba a la calle Alamillos por la actual “travesía”, donde tienen la cochera la familia Chacón. En la actual entrada estaba la casa donde vivió la madre de Adela Ceballos, que luego expropió el ayuntamiento para abrir la calle por allí. Adela Ceballos, hija del sastre Antonio Ceballos, ha sido de gran ayuda para la realización de este post. Esa casa yo no la conocí, obviamente, pues siempre he visto esa entrada de hoy día a la que se llamaba en aquellas fechas calle Presbítero José Rodríguez, nombre que pasó con la Democracia a la calle donde he vivido hasta hace pocos años.

Entrada a Calle Alamillos y casa de Romero

Tras dejar atrás la casa de los Romero, familia de José María Corredera Romero (concejal del PP), y una tienda, frente a la Fonda San Antonio, estuvo la casa de Manuel Jiménez, el primer veterinario titular, edificio hoy desparecido. Luego destacaba el Bar de Luis Corredera, haciendo esquina con la Calle Gracia. Se ubicó allí después la oficina de la Caja Rural de Córdoba, y más tarde vemos las oficinas de Pablo Domínguez y la inmobiliaria.

Comercio de Rodríguez

Volvemos al principio de la calle Portada, para recorrer la acera derecha. Como apunté en la entrada anterior de esta serie, allí estaba y está el conocido Comercio de JuanitoRodríguez, cuyo hijo mayor, Antonio, hermano de Juan Pedro, el maestro y componente del grupo folk Azahares, lo continua regentando. Sigue guardando el sabor tradicional de los comercios de ropa palmeños de antaño.

Seguidamente encontrábamos los Billares de Poli, de Juan Ruiz Ortiz, hermano de José Ruiz Ortiz, el funcionario responsable del Negociado de Estadísticas del Ayuntamiento palmeño. Los billares de Poli han sido un referente fundamental del ocio en mi etapa escolar en el Colegio San Sebastián. Cada tarde, al terminar la jornada, nos deteníamos allí a jugar alguna partida, ya fuese de futbolín, de tenis de mesa (“pimpón”, como lo llamábamos nosotros sin tanta cursilada), al billar (las menos veces) o en las maquinitas (el flipper o pinball). Más de una vez sacábamos de sus casillas al Poli, intentando jugar más de la cuenta y éste nos despachaba sin miramientos. Cosas de la niñez. Son muchos los recuerdos de tantas horas de diversión, los siete días de la semana en aquellas salas, pues, cuando se empezaba a salir de paseo los fines de semana, también íbamos allí.

Siendo aún más niño recuerdo un bar, seguidamente. En la entrada anterior nombré al Bar de Caobo, del que apunté que me habían dicho que estuvo entre la calle Castelar y la “Plaza del guardia”, donde se alojó el Banco Hispano Americano, durante las obras de su nuevo edificio. Hoy rectifico. Realmente estuvo aquí, era ese bar que desapareció siendo niño. No estaba, como me dijeron, en la calle Castelar. Después de derribar el edificio hicieron un local, donde estuvo la tienda de Confecciones de Antonio Ruiz, y en un piso superior vivió el médico Pedro Dugo. El bar era especialista en los rápidos de gambas y las almejas al ajillo. Según contaban, en una tapa de ellas, Pepe Jerez, el del cine, se encontró de premio una perla. Tal vez una leyenda urbana, seguro, o una broma entre amigos al calor de la barra del bar. Encima del establecimiento vivió Concha Fijo, familia de Leonardo Fijo, el de la imprenta IMPALI, de la Calle Plata. Era de una familia de artistas.

A la izquierda, el nuevo edificio de la anterior Fonda San Antonio, en el centro, casa de Toñi Fuentes y José Pascual Trujillo. A la derecha, nuevo edificio donde estuvo el Bar Caobo

A continuación, la Casa de Toñi Fuentes (Antonia Fuentes Jiménez), que hasta no hace mucho acostumbraba a sentarse en el zaguán, contemplando caminar a la gente hacia el Paseo, siempre elegante y seria. Y en la planta alta, la vivienda de José Pascual Trujillo, casado con María Rosario García Dugo, el “perito del ayuntamiento”, nacido en Madrid, e hijo del médico Don Juan Trujillo, cuyo nombre ostenta el Centro de Salud. Don Juan Trujillo vivía en la calle Nueva, entonces calle Écija, junto a la Ermita del Buen Suceso, y tuvo consulta en una casa de la Calle Ruiz Muñoz, contigua a la moderna Casa de la Juventud, en la que alguna vez estuve de niño, ahora deshabitada tras ser sede del Centro Filarmónico Maestro Eloy Viro.

Encontramos ya la Fonda San Antonio, de Miguel Vargas. En esta fonda, en la planta baja, estuvo la pequeña papelería donde trabajaba de dependienta Puerto, una joven que a mi me recordaba a la cantante Massiel. La papelería la trasladó Miguel, el hijo, con el nombre de Papelería-Librería San Antonio al edificio que levantaron donde estuvo el Bar El Metro, en la calle Castillejo, en la que además contaban con una administración de loterías que llegó a ser famosa por algún premio. El bloque de la fonda ha sido rehabilitado, volviendo a ocupar su planta baja la Pepelería-Librería. Y la administración de loterías se trasladó hace pocos años a la calle Ancha.

Casa de Mª Dolores Rodríguez

Pasando la casa de Mª Dolores Rodríguez, otro edificio “señorial” de gran fachada con muchos balcones y alguna ventana, encontrábamos la Casa del sastre Antonio Ceballos. La casa era propiedad de Rafael Carrasco Torres, el practicante, arrendada, y Antonio incluso subarrendó una habitación a Victor Caamaño, un barbero al que conocían por “Vitto”. Ceballos era el padre de Carmen (que se casó con un hijo de Antoñita, que vivía en casa de Carmela Laparte, nuestra vecina de enfrente en la calle José de Mora), Domi, Adela, a la que agradezco su entusiasta ayuda para completar este artículo y el siguiente que publicaremos, y de Rafa, amigo de la época de Vientos del Pueblo, que se casó con Carmen Palomero, excelente persona, amante de la naturaleza, que vivió criando sus gallinas y otro ganado en una huerta, y falleció joven de un infarto.

Panadería Corredera, en la Calle El Caño

La casa, con la sastrería, hacía esquina con la calle Pastores, donde también vivía mi tía Amadora, la hermana mayor de mi padre, con su hija Braulia. Como después vivió allí su hijo Alonso, el taxista, en la esquina con la calle El Caño. Estaba la sastrería junto a otra edificación muy añorada, la casa de Conchita Caro, mi madrina, casada con Pepe Almenara, “Pepitín”. Y en la misma calle Pastores recordaremos a los hermanos Bejarano, carniceros; uno de ellos, Antonio, tuvo puesto en la Plaza de Abastos, el padre de Pepe Bejarano, el pintor, al que conocí trabajando allí en el puesto de carne. Unos carniceros como otros, que se servían del producto de las reses sacrificadas en el cercano Matadero municipal, que repartía Contreras en un carro tirado por un mulo y al que quiero ahora recordar, de paso. Además en la calle Pastores (entonces Sargento Villalba) teníamos dos panaderías, la de Lopera a la derecha (en realidad otra tortería, especialista en tortas de manteca), y junto a la casa de la tía Amadora, en la acera izquierda, conforme entramos desde nuestra calle de hoy, la panadería de las hermanas Villalba. A ellas se unía otra en la calle El Caño, la de Corredera, con lo que las fragancias a pan recién hecho y la de la combustión de los hornos terminaba inundando el ambiente de toda la zona.

Calle El Caño, vivienda y bar, frente a Calle Plata

La calle El Caño es otra con sabor en el entorno, con casas antiguas y modernas, con su pendiente inclinada hacia el Jardín, desde la calle Río Seco, y en conexión con la Calle Plata, Pastores y también la calle Arenillas, donde vivía, por ejemplo la familia de Rafael Caamaño, el del taller de la calle Nueva. En esta parte conocí una pequeña taberna con fachada de azulejos, junto a una casa con un pequeño mural con la imagen de la Virgen de Belén. Al final estaban los talleres de los Martínez a un lado y al otro el taller de Palma, “El civiquito”, ambos ya derribados, para edificar viviendas.

Taller de Martínez, a la izquierda, y el de Palma, el Civiquito, a la derecha, al final de la calle el Caño, con Pío XII

Por hoy nos quedamos aquí, pues son muchos más los recuerdos que reseñar. En la próxima entrega terminaremos con el recorrido por la Calle Portada, la “Calle Portá” de la niñez. Y daremos las gracias, como se merecen, a aquellas personas que han enriquecido estas pequeñas memorias. La feria habrá pasado. Nos habremos refrescado y se refrescará nuestra memoria en compañía de familiares y amigos.  

8 comentarios:

Anónimo dijo...

En la calle el Caño estaba tambien la tienda de Anita "la del puente", donde vendían la leche recien ordeñada. Y enfrente donde justo hacía esquina la calle el caño con la calle pastores había un matadero que es el solar donde luego tambien ha vivido Alonso Ardanuy Verder, "el taxista", y yo de pequeño viví en ese matadero que ocupaba toda la parte derecha de la cuesta de la clale el caño

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias por tus aportaciones, lector Anónimo. El matadero no lo conocía. Como no te conozco a ti. Y me gustaría.

Un saludo.

Anónimo dijo...

La casa de la Farmacia Chacón por su entrada de la calle Alamillo 1 estuvo en los años 60 la Notaría. Primero Don Antonio Alarcón, famoso notario porque con su particular forma de conducir se salió en una curva cerca de Moratalla, desde entonces bautizada como curva del notario. Después estuvo de notario Don José Antonio García-Calderón, y con la llegada de Don Lionel Fernández en los primeros años 70 se trasladó la notaría a la calle Cigüela

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

De los primeros notarios he oído hablar, pero al primero que conocí fue a Don Lionel, con la notaría en la calle Cigüela, en el edificio contiguo al que había en esquina a la calle Sánchez. Era muy pequeño entonces como para retener en la memoria, si la conocí, la primera ubicación de la notaría. Gracias por tus aportaciones.

Anónimo dijo...

Buenas tardes,por si te vale de algo, un saludo......
https://www.facebook.com/photo.php?v=655736727776752

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, una colección interesante de fotografías de nuestra historia.

Saludos.

Unknown dijo...

Me encanta leer tus artículos ,es todo un lujo poder recordar nuestra niñez y adolescencia y tu nos refrescas la memoria ,Enhorabuena y muchas gracias

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Gracias, Rosabel. Me alegra que te gusten.