miércoles, 25 de noviembre de 2015

Adiós a la tienda de Juanito Rodríguez


Ayer estuvimos de compras. Me hacía falta algo de vestuario. Así que fuimos a uno de los comercios con más solera de Palma del Río, la tienda de Juanito Rodríguez. De este comercio ya hablé en otro momento. Así que tenemos que recordar algo de ello, pues en breve tiempo la tienda va a cerrar. Sí, tras más de cien años, el comercio de Juanito Rodríguez quedará clausurado por la  jubilación del regente actual.


El comercio lo fundó en 1907 Juan Rodríguez Pérez, de quien viene su nombre comercial (más bien el nombre popular, pues ellos se publicitan como “Confecciones Rodríguez”), pasando luego a Antonio Rodríguez García y más tarde a Antonio Rodríguez Rivera, quien se jubila con 69 años. Al no tener hijos que le sucedan en el negocio, se disponen a cerrar a fin de año. Antonio es el hijo mayor del anterior propietario y su viuda, Cándida Rivera Rodríguez, natural del pueblo cordobés de Belmez, que ha estado siempre presente allí. Cándida acaba de cumplir 100 años de vida, siendo, por ello, objeto de reconocimiento, en la pasada Semana Cultural de los Mayores, por parte de Ayuntamiento palmeño, a través del Instituto Municipal de Bienestar Social, junto a otras y otros paisanos también de avanzada edad. Sigue en plena lucidez a pesar de sus años, aunque los achaques de la edad también le afectan, como nos contaron Antonio y su mujer ayer en la tienda. Antonio tiene un hermano, Juan Pedro, maestro ya jubilado y miembro del grupo folk Azahares


El edificio del comercio está en la esquina de la calle Portada con la Plaza de España, frente a otro monumento arquitectónico de la misma época, la farmacia de Chacón. Y debajo de la vivienda familiar, donde vive Doña Cándida. Su fisonomía es propia del momento en que se fundó el establecimiento, con numerosos balcones en la planta alta, y varios escaparates en la baja. La tienda guarda la disposición del local primigenio, aunque con las correspondientes reformas, pues ya no se aprecian las columnas metálicas que aparecen en la fotografía antigua publicada por Diario Córdoba y cedida por la familia, ni tampoco son las mismas las estanterías (aunque siguen colocadas en la misma parte del local) y el mostrador es más moderno. La cerrajería se conserva en parte la original, sobre todo en la vivienda. En su interior, muy abigarrado, se exponen numerosas prendas entre las que perderse buscando la que nos venga bien.


Los artículos que se vendían antes (confección, textil, útiles del hogar, juguetería, mobiliario, ultramarinos... ) se han visto reducidos con el tiempo al comercio textil y confección, incluyendo de señora, caballero y niños. Eso sí con el toque clásico que le ha caracterizado siempre, aunque dispusiesen de ropa juvenil y de marcas conocidas. Ese matiz clásico hacía que fuese comercio apreciado por los que no nos guiamos por modas. Un comercio al estilo de otro establecimiento desaparecido del que hablé en otra entrada, la tienda de Delgado, que en mis tiempos de joven llevaron Antonio y Pepe Delgado, hasta la jubilación de éste, y ambos ya fallecidos, cuyo edificio, por cierto, ha sido recientemente demolido, perdiéndose ya lo que quedaba de la antigua Casa de Campo de la Casa Palacio del Marqués de Monte Sión. Una pena.


En la tienda de Juanito Rodríguez he comprado diferentes prendas a lo largo del tiempo, algunas que conservo todavía en perfecto estado, como el chaquetón verde que estrené en el viaje a Londres que hicimos en diciembre de 1999. U otro chaquetón negro, casi cazadora, que también está en uso y como nuevo. Ayer compré otras prendas, unos jerseys y otro chaquetón. Me quedé con las ganas de llevarme pantalones de pana (como he hecho en otras temporadas) o chinos, pues ya no había de mi talla. Lógico, pues es una de las más corrientes y solo quedaban más grandes o más pequeñas, y ya no reponen el género, pues están en pleno proceso de liquidación


Una pena que exponentes del comercio tradicional, con tanto sabor e historia, se pierdan como va a pasar con la tienda de Juanito Rodríguez, al jubilarse Antonio, al que muchos llaman “Juanito”, como al fundador, y cuyo estilo de venta atento, minucioso y parlanchín echarán muchos de menos. Ya no quedan lugares como éste, obligados a sucumbir ante el empuje de las marcas más apreciadas por los jóvenes, ante otros estilos de venta (con música machacona y dependientas uniformadas y maquilladas) impuestos por grandes cadenas, y por el desplazamiento de los puntos de venta a otras zonas del casco urbano, fuera del casco histórico, ahora más pobladas. El cierre es ya inevitable, pero ojalá el edificio no se pierda bajo la inclemente piqueta del derribo, para edificar un moderno bloque de pisos sin alma ni estilo. Una parte de la historia de nuestro pueblo desaparecería sin remedio.

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