Hoy hemos oído a Sabino Fernández Campo en la SER hablar del papel constitucional de moderador del rey, respecto a la regulación del matrimonio para los homosexuales, con palabras preocupantes.
No ha ocultado su desacuerdo con esta regulación, ya que, según él, estas situaciones deberían denominarse con otro nombre, no matrimonio. Y ha recordado el sello católico de la monarquía española, para decir que debería haber mediado con la Iglesia.
Pero si el rey hubiese intervenido, de acuerdo con ese carácter católico, para "mediar" en el conflicto creado por esta legislación, hubiese perdido su carácter moderador, actuando en nombre "de parte", y eso sería, no solo claramente anticonstitucional, sino que sería una clara ruptura del pacto de la transición.
Estos conservadores, que tanto vociferan contra Zapatero, por, según ellos, romper el consenso constitucional, están empezando ahora a utilizar al rey, dándole un cariz más propio de la monarquía que quiso instaurar Franco, para replantear la moderación del "funcionamiento regular de las instituciones" (art. 56 de la Constitución) como una clara intromisión en la voluntad popular, que es la que pone y quita Gobiernos.
El funcionamiento institucional es totalmente regular, se legisle lo que se legisle, de acuerdo con la Constitución. Y esta regularidad (y por tanto, la falta de necesidad de moderación) no está ni puede estar condicionada por las ambiciones (y las ganas de revancha) de la derechona, que cree que los "árbitros" siempre tienen que darle la razón.
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