Cardenal: Majestad, corren rumores por palacio sobre vuestra fidelidad a la reina. Dicen que le sois infiel con otras damas.
Rey: No os lo puedo negar a vos, cardenal.
Cardenal: ¿Cómo osáis engañar a vuestra esposa?. ¿Cómo os atrevéis a buscar el amor en otros brazos, cuando estáis casado con la mujer más hermosa, virtuosa, inteligente, hacendosa, la de más alta alcurnia, la más educada y recatada del reino?. ¿Por qué buscas otra cosa si tenéis lo mejor de vuestros dominios y sois envidiado por ello?.
Rey: Cardenal, como no sois casado, por vuestros votos, os pondré otro ejemplo para explicarlo. ¿Cual es el plato más agradable a vuestro gusto, el plato más exquisito, la comida más sublime a vuestro paladar?. ¿Cual es el producto exclusivo, envidia de los mortales, que nunca debería faltar en vuestra mesa?
Cardenal: (pensando brevemente) El faisán.
Rey: (a sus criados) A partir de este momento solo se servirá faisán al cardenal
Así que se sirvió faisán al cardenal para el almuerzo, y para la cena. Y al día siguiente, faisán para el desayuno, el almuerzo y la cena. Y así día tras día, incluso cuando el prelado de la iglesia asistía a alguna recepción o acto oficial, donde a él y solo para él le servían otra vez el dichoso faisán. Faisán y más faisán. Hasta que pasado dos meses a dieta de faisán, el cardenal no se pudo aguantar y protestó en el almuerzo con el rey.
Cardenal: ¡¿Otra vez faisaaán?!.
Rey: Pero, Cardenal, ¿por qué de vuestra queja?.
Cardenal: Es que llevo meses desayunando, almorzando, merendando, cenando, faisán. ¡Estoy cansado de tanto pájaro!.
Rey: Pero...¿no me dijisteis que el faisán era vuestro plato preferido, el mejor manjar, el que siempre os gustaría comer, para envidia de los demás?.
Cardenal: Sí, pero es que comer faisán y solo faisán todos los días........se cansa uno.
Rey: ¿Entendéis lo que pasa en mi matrimonio?
De este chiste me acordé ayer, mientras cenábamos en la feria, cuando Juan dijo a Rosamari: “Me estoy acordando, con estas gambas tan buenas, de la confirmación. Si pones otra vez esto voy a otra”. Rosamari: “Y vas a una misa de dos horas si hay gambas”. “Hombre, claro”, contestó Juan. “Por eso te vas a Jaén, por ir a misa”, siguió Rosamari. Juan le replicó: “No, eso da igual, es según como le caigas” (al de arriba), justificando encontrar trabajo a pesar de no ir habitualmente a misa, y haber ido a la de la confirmación porque estaba invitado a la celebración posterior. Y para hartarnos de gambas no hacía falta ir a misa. Es más, seguro que hasta en el infierno había gambas. Y surgió la cuestión para el debate: “¿Tú que prefieres, ir al cielo a estar siempre rezando, o al infierno a estar siempre comiendo gambas?.”
Rosamari: En el cielo se pueden comer gambas y hay otras cosas buenas.
Juan: No, supongamos que solo en el infierno hay gambas. En el cielo solo se reza.
Rosamari: Pero si te hartas de gambas te sube el ácido úrico y el colesterol.
Juan: Da igual, si estoy en el infierno es que estoy muerto y no voy a morir dos veces por el colesterol.
Rosamari: En el infierno hace mucho calor siempre y te quemas.
Yo: Mejor, comiendo gambas y con calorcito. Además, con lo frioleras que sois las mujeres.....jajajaa.
Rosamari (agobiada): Que no, que os hartaréis de comer siempre gambas.
Yo: ¿Y de rezar siempre el cielo, no?.
Como vemos, aquí se acabó la discusión bizantina. Y me acordé del chiste. Vosotros ¿que opináis sobre este sesudo problema teológico?. ¿Qué es mejor, ir al cielo a rezar eternamente, o ir al infierno a comer eternamente buenas gambas?. Hay que ver lo que da de sí la feria de agosto.
3 comentarios:
Porque nadie ha vuelto de ningún sitio así es posible que tengamos discusiones tan poco productivas, pero tan divertidas también, como esta de anoche.
Hoy daremos punto final a esta feria de agosto, que está siendo algo extraña, por lo que dije en el post dedicado a ella. Además es la primera vez en muchos años que estoy ahora en casa y no allí, por la caló. Muchas gracias y besos.
Pobretico el cardenal... que sólo como faisan... jajaja pasé a saludarte, un abrazo!
Un saludo Hiperión, y que no te pase como al cardenal: come y bebe en abundancia y variedad.
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