domingo, 27 de marzo de 2011

Agua potable, la necesidad y el problema

Mi casa antigua tenía, como muchas otras de la época, con origen histórico, un pozo. Palma del Río es zona rica en aguas subterráneas y muchos veneros recorren su subsuelo. Lógico al tener en su territorio la presencia de dos ríos, en una grandiosa cuenca como es la del Guadalquivir. El pozo estaba bajo la ventana del cuarto de baño, una habitación levantada aprovechando el hueco de la escalera que se ve a la izquierda de la foto. Su brocal eran dos muros de ladrillo, pues hacían esquina, pintados de rojo, siempre tapado por una tabla de madera verde, donde mi madre colocaba algunas macetas. A la derecha estaba el motor eléctrico que movía la bomba con la que se sacaba el agua, y se elevaba luego a un depósito de uralita (fobrocemento) que había en el tejado, para luego aprovecharla para el riego del patio y de las plantas, y para lavar o fregar, pues no era potable. Cosa que fue pasando con muchos pozos locales, tanto en el casco urbano, como en el campo.

El pozo de mi antigua casa, en el centro

Teníamos agua corriente, pero ésta tampoco era potable. Fue en1968 cuando el ayuntamiento terminó el proyecto de suministro de agua potable al casco urbano. Desde los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera tuvo la institución municipal la idea de resolver el problema de suministrar agua potable a la población. La mayoría se abastecía por los pozos o las fuentes. Ya en esos tiempos se dictaron normas para evitar el consumo de agua de pozo, pues el tifus era frecuente causa de la muerte de vecinos, y el uso de fertilizantes terminaba contaminando las aguas subterráneas. Además de carecer de un adecuado sistema de evacuación (alcantarillado), al tener Palma un territorio muy llano, que dificulta el transporte de los vertidos y agravaba la contaminación del agua de subsuelo, por las filtraciones de aguas fecales. En 1930 se construyeron unos depósitos para garantizar la continuidad del suministro, situados en la carretera que va a La Campana, en el actual Avenida de Santa Ana. Eran de forma semiesférica y se conocieron popularmente pronto como "los bombos". Durante años cumplieron su misión, hasta que se completó la red de suministro. Yo los vi de pequeño, y en su solar, cuando fueron derribados, el ayuntamiento instaló un almacén, hasta que el alcalde Manuel López Maraver encargó el proyecto del edificio de usos múltiples, que hoy alberga la oficina de empleo, el centro de atención de la seguridad social, los servicios sociales, el centro de la mujer, la oficina del instituto de hacienda local, y otras dependencias. Para recordar los antiguos depósitos se coronó este edificio con una cúpula de cristal, que justifica que se le siga llamando "Edificio Los Bombos".

Construcción de los bombos en 1930
Durante la República se intentó un proyecto de traer agua de Arriel, La Algaba y Malpica, pero los propietarios de las tierras pusieron obstáculos, agravando el problema. En tiempos de la dictadura franquista siguieron los intentos de mejorar el servicio, con el mismo proyecto. de conducción desde estos pagos. Incluso el alcalde Ángel Martínez se entrevistó con el mismo Franco, que no atendió su petición de un nuevo pantano y nueva red. Fue en tiempos del último alcalde franquista, Miguel Delgado, cuando, por fin, el proyecto de suministro de agua potable para la mayoría de la población fructificó. Se garantizó el servicio gracias al pantano de derivación del Bembézar, con una conducción de 16 kilómetros hasta la estación depuradora actual. Así en 1968 ya pudimos beber del agua del grifo.

Hasta entonces el agua potable que podíamos beber era el que suministraban los llamados "aguaores". Los aguadores, personas que, con sus carros tirados por mulas, transportaban agua desde la Fuente de Belén, la fuente que gozaba de ciertas garantías higiénico-sanitarias. Como la fuente está alejada del casco, ésto propició la aparición de esta profesión dedicada al transporte y distribución.

Aguaores en la fuente 1962

En casa teníamos varias garrafas de cristal, envueltas en una funda de mimbre con asas, como las que se ven en primer plano de la imagen. Cuando llegaba el "aguaó", los vecinos de la calle salían en busca el preciado líquido. Más de una vez acompañé a mi madre a por agua. La cola se formaba en torno al carro, cuyo remolque, hecho de varales, en forma de cuadrícula,  encajaba en sus huecos los cántaros de cerámica repletos del agua de la fuente. El aguaó  volcaba los cántaros sobre el embudo que llenaba la garrafa del cliente.

Esta fuente, situada junto a la vía del tren, sustituyó a la fuente de Belén original, situada en el terreno de la ermita, cuando la trinchera que abrieron para las vías cortó el venero que le surtía. Al generalizarse el suministro de agua potable por la red municipal esta fuente quedó en desuso. Le colocaron un letrero advirtiendo de que era agua contaminada. Tal vez ya lo estuviese antes, por el abuso de pesticidas y abonos químicos en la agricultura, que contaminaban los acuíferos. Pero seguiría usándose en tanto que la nueva red estuviese a pleno rendimiento. El abandono trajo el deterioro, hasta que el ayuntamiento hizo una obra de remodelación, instalando varios caños y un pilón, con un muro adornado con azulejos, donde se reproduce la imagen de los aguaores. Un oficio afortunadamente desaparecido, por  innecesario, pero que hoy quiero recordar, al haberse celebrado esta semana el Día Mundial del Agua, para que seamos conscientes de la importancia de este líquido, que, aunque nos parezca ahora extraño, fue un verdadero problema para este pueblo, y de eso no hace mucho tiempo.

2 comentarios:

Euphorbia dijo...

Fue un problema y volverá a serlo si no recapacitamos.
Un saludo
Gemma

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Además, en todo el planeta. La desertificación y la contaminación son un grave problema.

Un saludo.