sábado, 23 de abril de 2011

El Río Seco, en la infancia

Una vía principal de la ciudad, en el recorrido que estamos haciendo por los paisajes de mi infancia, por su cercanía, y por su longitud, era la calle Río Seco. Bajando por José de Mora, como hacíamos la semana pasada, llegamos a esta calle. Allí la calle Río Seco se ensancha formando una plaza pequeña, sin nombre, donde confluyen mi antigua calle, por el nordeste, sigue el Río Seco por el norte y sur, el caminillo de Gálvez por el suroeste y la calle Boquete de Anghera por el sureste. Allí había una casa de vecinos, donde vivieron los “Civiquitos”, la familia Palma y Naranjo, además de otras familias, hasta que fue derribada. En esa placita hacíamos las fogatas con las que celebrábamos la Candelaria. Muchas maderas, cartones y muebles viejos de la antigua casa aprovechamos en la Candelaria para deshacernos de ellos. Por frente lo que había era la valla que delimitaba las huertas y las propiedades de los Gálvez.

A la derecha, hacia el norte, encontramos por la izquierda el caminillo de Gloria, que vi de muy niño inundado por la crecida del Genil, como pasó en 1963 en la imagen del Latero, dejando en mi memoria una imagen imborrable. 
 

Luego había cocheras, alguna casa y la herrería o taller de Pepito El Largo (que antes estaba enfrente), supongo que de nombre José Pérez, familiar del constructor y antiguo miembro del grupo musical pop de los setenta, Los Munsters, Antonio Pérez Limones.


En frente había algunas casas desde antiguos tiempos, y traseras de otras de calle Santo Domingo, calle a la que se subía por Violante y Jorge, pasando antes por la Fuentecilla de los Frailes, fuente que nunca conocí y que fue derribada para dejar paso a los camiones de Industrias Ortiz (empresa situada en la calle Santa Clara), atentado histórico que se completó con el depósito de agua que instalaron en la torre junto a la puerta de la muralla que se abre por el antiguo convento. También en esta calle con el nombre de la fuente de los dominicos había otras casas. Que hasta hubo una casa de “tolerancia”, como se le llamaba en otras épocas, con una vieja madam, a la que molestaban habitualmente los niños del vecindario, según me han contado.


En ese lado el convento de Santa Clara, abandonado en los años sesenta, nos llevaba al final, hasta el Cerro de la Iglesia. Que por el otro lado no había construcciones hasta Siete Revueltas, con la fábrica de crin vegetal, el Tinte, o el huerto de Fortea, y la calle Los Rosales. Solo las viviendas modestas que había al final haciendo esquina con Los Rosales, alguna de ellas albergues municipales, que estaban adosadas a los muros simiderruidos de la alcazaba almorávide. Junto con vaquerizas, como la de los “Pavos” o la de Don Francisco, el cura. Las casas modestas se prolongaban por el Cerro de la Iglesia, hasta la entrada de la Mesa de San Pedro, hasta que fueron derribadas (salvo una) por el ayuntamiento para dejar a la vista los restos del castillo. 
 

Poco a poco se fue ocupando la vertiente oeste de la calle, con casas de una planta primero, en una promoción que decían entonces era del último alcalde de la Dictadura, y luego otras edificaciones, entre las que destacó durante mucho tiempo la discoteca que montó el constructor nombrado anteriormente, llamada Tato's.

Si volvemos a la plaza del principio y giramos a la izquierda, hacia el sur, encontrábamos un almacén, haciendo esquina con Boquete de Anghera, que luego transformaron en pub, llamado El Pelotazo. Seguidamente, la Carpintería de López de la que hablé la semana pasada, donde eran especialistas en escaleras para coger naranjas. Lugar frecuentado de niño, para pedir los restos del aserradero, que transformábamos en juguetes de todo tipo . Y también el almacén de Manuel Lopera, Manolo el del Bar Los Novios (oficialmente Bar Gracia), donde guardaba el género y que luego ha servido de depósito de los pasos y otros útiles de la Hermandad del Huerto, de la que fue Hermano Mayor.


Pronto se nos mostraba la Cantarería de Onieva, con su tienda, y con la casa familiar, ocupada actualmente por la actual Peña Flamenca, y donde, de jóvenes se organizaron fiestas privadas en navidades y para recaudar fondos para los viajes que se hacían a la comunidad de Taizé. La llamábamos así, aunque no solo fabricaban cántaros, sino también macetas, tejas, botijos y otros útiles de cerámica. Cuando encendían el horno las pavesas inundaban el aire, y si el viento las empujaba hacia al interior del casco, teníamos que limpiar el patio de mi casa de José de Mora, e incluso mi madre tenía que apresurarse a retirar la colada que estaba secándose en los tendederos que teníamos en el huerto, para que no se manchase con las cenizas.

Otra construcción destacada eran los almacenes de los Yelo, familia dedicada a la exportación de naranjas, donde jugaba mi hermano mayor con sus amigos de la infancia, cuando estaban desocupados. Estaban frente a la calle Purísima, y más tarde, con la fiebre hostelera que inundó esta calle en los ochenta, se instaló allí el pub Cubo's, que más tarde pasó a varias manos, con diversos nombres.

Cercana estaba la Carpintería de Tierno, y el transformador de la Compañía Sevillana de Electricidad, que había sido de Mengemor (empresa que fue absorbida por Sevillana en 1951). Le seguía el Matadero de Ramillo, que cerraron siendo yo niño y lo dividieron en casas, que han dado problemas por estar en el barranco y en zona de relleno con escombros. Algunos locales siguieron en poder de la familia, como el que aún alberga la cristalería Mau.

Frente a estos edificios había algunas casitas bajas, de una planta, y naves de gran tamaño, tras las que se extendía el Huerto de Tabardillo, uno de los muchos huertos interiores que abundaron en el casco urbano. Era esta una característica de Palma en la antigüedad. Se edificaban grandes manzanas con casas en el exterior y huertos en el interior del conjunto. Estos huertos servían tanto para el auto-abastecimiento como para la producción de frutas y hortalizas, para su venta, normalmente en el vecindario. Mi antigua casa también tenía un huerto así, separado por muros que dividían físicamente las diversas propiedades. Mi imagen de este huerto de Velasco, “Tabardillo”, era la visión, a través de un portalón, de las plantas, junto a una casa en cuya puerta se sentaba muchas veces el propietario ya muy mayor. En los años noventa, con el auge de la construcción, fue luego urbanizado formando un barrio interior, con una plaza, llamada Melchor Continente, en recuerdo de este popular maestro de escuela, y con otras penetraciones por calle Plata y Manga de Gabán, sobre el sótano donde se abrió un aparcamiento público. Esta urbanización fue posible al edificarse este huerto junto al huerto de la familia de Leonrado Fijo, el de la imprenta Impali, que tenía entrada por la calle Plata.

Otras naves nos llevaban a la bifurcación entre calle Caño y el mismo Río Seco, calle que desciende hacia el Paseo, con otras casitas y con una penetración hacia la derecha, el camino del Molinillo. Al final, cerraba el conjunto urbano, frente a la casa del médico Don José Jiménez Molina, el Matadero municipal, haciendo esquina, junto a los talleres de maquinaria de los Martínez. Edificio sencillo de estilo funcional y clásico, con su torre rematada con una veleta en forma de matarife, apuntillando a una vaca o toro. 
 

Esta calle, en el periodo de mi niñez que estoy recordando, era una vía casi marginal, por su situación histórica junto al río. De ahí que fuese lugar idóneo para la pequeña industria, o más bien artesanía y actividades auxiliares de la agricultura y la ganadería, mejor que para zona residencial. No estaba pavimentada, su suelo era terrizo. Recuerdo que se formaban grandes charcos cuando llovía: los “océanos Atlántico o Pacífico”, según su tamaño, que cruzábamos divertidos mi hermano menor y yo, cuando íbamos al colegio San Sebastián, el colegio del Paseo, en el curso 1972-73. Fue años después, cuando se empezó a pavimentar esta calle, por tramos. Y cuando se sustituyen corralones y naves por mejores casas y pisos, como los que hicieron en la placita del principio. Eso permitió que florecieran negocios de hostelería y ocio, como la discoteca Tato's, el pub Cubo´s, el pub Zulú, la Bodeguita Piccolo, la Peña Flamenca La Soleá, El Pelotazo, y muchos más, convirtiéndose en la calle de la “movida” palmeña, hasta la aparición del desgraciado “botellón”, verdadero problema de orden público, por las molestias al vecindario, que acabó cuando el ayuntamiento lo trasladó al Paseo. No obstante es una zona de difícil gestión urbanística, a pesar de las previsiones del PGOU. Prueba de ello es que sigue presentando unas alineaciones irregulares, con problemas de tráfico, que hicieron necesaria la instalación de un semáforo interior. Algún día, si los planes se desarrollan, dejará de ser la circunvalación oeste de Palma y, tal vez entonces, vuelva a recuperar el sabor de antaño.

8 comentarios:

Mari Carmen Navarro Ruiz dijo...

Geniales las fotos, SCHEVI, qué recuerdos!!! Te animo a que prosigas con esa labor tan bonita de desentrañar los recuerdos empolvados.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, Mari Carmen. Mientras tenga y consiga material gráfico y me asalten los recuerdos, seguiré con esta labor, tan gratificante para mí y, como estoy comprobando, también para muchas más personas.

Mari Carmen Navarro Ruiz dijo...

Quizás deberías plantearte hacer un libro con todo ese trabajo, pues es una lástima que quede oculto entre un millar de entradas más de un blog. Tengo un amigo que recaba mucho de objetos antiguos (por su afición a todo lo viejo)a través del centro de adultos en el que trabaja como profesor en Utrera. Quizás entre los ancianos podrías conseguir no sólo fotos, también anécdotas que te ayuden a ir tan atrás como puedas. Sería muy bonito ¿no crees?

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Jajajaja, me lees el pensamiento. Algo así lleva algún tiempo rondándome en la cabeza. Como te dieje hace unas semanas, cada vez me acerco más a mi casa. Y ese será la excusa para algo más grande, usando el trabajo que estoy haciendo, poco a poco. Por cierto, algunas anécdotas que cuento me han sido relatadas por otras personas al ver los post. Así que, entrada tras entrada, y gracias a esos comentarios, poco a poco reuniré material para, sea un libro o lo que venga.

Anónimo dijo...

Hace 40 años que estoy lejos del pueblo, tú, con este blog has logrado que vuelva a pasear por Palma, "mi pueblo"

Gracias!!

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Palabras como las tuyas, comunicante anónimo, son las que hacen que siga escribiendo cosas así, por lo gratificantes que son. Gracias a ti.

Anónimo dijo...

Hace 40 años que salí de Palma, pero con esta descripción has hecho posible en mí que vuelva a pasear por aquellas calles y a recordar tiempos muy felices.No he vuelto allí y siento mucha nostalgia, dejé a muchas personas muy queridas para mí.Creo que deberías escribir un libro yo sería el primero en comprartelo.Enhorabuena Schevi

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias por tus palabras, me llenan de alegría y orgullo. Lo del libro me lo han propuesto ya. Es cuestión de tiempo.