domingo, 28 de julio de 2013

El Papa y la laicidad del Estado


“La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”. Estas palabras ha pronunciado el Papa Francisco en Brasil y los medios de comunicación las han propagado por medio (o más) mundo. Una de las frases y hechos que están convirtiendo a este Papa en un "revolucionario". En España suenan especialmente fuertes. El artículo 16.3 de la Constitución proclama: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones." Eso ha servido para que muchos teóricos, defensores del privilegio de la Iglesia, sostengan que España es "aconfesional", pero no "laica". Ahora viene el nuevo Papa a usar la palabra maldita: "laicidad". Y para considerarla "beneficiosa". Francisco prefiere un estado laico a uno simplemente aconfesional. Seguro que Rouco Varela, al oír estas palabras, se habrá estremecido.  


Cuando fue elegido papa, dije que Bergoglio fue reivindicado por unos y otros como de los suyos. O progresista o conservador. Y que ya nos enteraríamos. A la luz de lo que está haciendo y diciendo parece que se acerca más a los primeros. Y señalé la coincidencia de su nombre con los "olores de santidad y de pobreza, y humildad, algo alejado de la pompa y el boato vaticano". Eso se ha ido confirmando con sus hechos. Sus palabras, además, sorprenden y dejan boquiabiertos a muchos. Critica la corrupción de los políticos y la incoherencia de la Iglesia, llegando a "abroncar" a sus dirigentes ("Que me perdonen los obispos y los curas, pero la Iglesia tiene que cambiar"). “Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, toda una censura contundente a la Iglesia actual. Ha puesto en solfa alguna "verdad", al distinguir a Jesús de Dios, provocando la perplejidad de los teólogos oficiales. E incluso se ha propuesto acelerar la beatificación del arzobispo Óscar Romero, un referente para la Teología de la Liberación, que fue asesinado por la derecha de El Salvador, tras tildarle de comunista.


En mi apresurada opinión sobre el nombramiento también dije que "como todos, querrá seguro influir en los asuntos internos de los otros Estados y dirigir la vida incluso de los que no somos parte de su rebaño". Eso parece, pero de otra manera muy distinta a la que han ejercido sus antecesores. La utilización del término "laicidad", que comentaba al principio, así parece apuntarlo. ¿Significaría esto un cambio en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, tan estrechas y más bien desequilibradas (en favor de la Iglesia) en los últimos años? ¿Se le ocurrirá cambiar los acuerdos entre Iglesia y Estado español? ¿Lo permitirá Rouco Varela y la actual Conferencia Episcopal nombrada por sus antecesores? Seguro que éstos no le organizan una Jornada Mundial de la Juventud, como la que le prepararon a Benedicto XVI. El 13 de marzo me pregunté:  ¿Durará como Juan Pablo II o su mandato será corto como el de Juan Pablo I? A la luz de las palabras y los hechos, cada vez me acuerdo más de aquel Juan Pablo I de breve reinado. Y cada día dudo más de que Francisco se coma el turrón las próximas navidades. 

1 comentario:

Jesús Herrera Peña dijo...

Schevi, tu última frase queda flotando en el aire de la cibernesis y va conformando nubarrones muy negros y grandes.
A mi no me coge de improviso.
Sé que lo que hay en el mini-estado del Vaticano es una verdadera mafia en estado puro.
¿Qué le pasó a Juan Pablo I?
¿Qué temores hay con Francisco I?
No lo sé. Yo no entiendo de la incompresible ideología política que emana desde el Vaticano.
Aunque..., para simplificar, yo siempre he dicho que huele bastante a extremoderechismo.

Aplaudo tu artículo.

Saludos,