El sábado pasado fuimos Ana y yo a tomar unas cervezas a medio día, como tenía por costumbre todos los fines de semana y fiestas de guardar (hasta que nos casamos). Digo tenía, porque la costumbre la practicaba yo, no mi mujer (aunque algunas veces podía escaparse), con los amigos...y eso era siempre en el Bar Rafael, "el Rafaé". Allí nos encontramos con la sorpresa de que era el último día que abría, al menos con la dirección y empleados conocidos. No se sabe si lo cogerán otros (si la crisis lo permite), pero ya no será los mismo. Este céntrico bar nació en 1969, como se ve en la placa que lo adorna (la foto es mala, como las demás, porque las hice con el móvil, ya que no tenía la cámara a mano) y lleva el nombre de su propietario, Rafael Blasco, que hace ya bastantes años lo alquiló a sus sobrinos Manolo y Pepe.
Antes era un bar tradicional, para desayunos y comidas (pocas por su escasa capacidad). Después de la retirada de su dueño, sus sobrinos cambiaron el "concepto" (como se dice ahora): por las mañanas, típico lugar de desayunos para los empleados de las empresas de alrededor (plaza de abastos, bancos, cajas de ahorro, farmacia, comercios) y visitantes de la zona; a medio día, cañas y tapas o raciones, para todas las edades; por la tarde, el café y alguna copa o refresco, para un público de mediana edad; y por la noche, bar de copas, pub, con gente joven y música.
Durante el tiempo que lo han regentado Pepe y Manolo han hecho varios cambios en la distribución y la decoración interior, manteniendo el exterior igual (es un edificio de arquitectura tradicional regionalista, protegido por el PGOU), para potenciar los ambientes que habían conseguido. Su clientela era fiel, clase media fundamentalmente (aunque una amiga se quejara de la cantidad de "albañiles buscando un ligue" que lo poblaban de noche). Cambió también varias veces de reposteros, con los que los menús han variado, mejorando con el tiempo, y de camareros y camareras. Algunas reformas quedaron por rematar (como algún foco del techo suelto, o la cinta de protección que usan los pintores y que todavía permanecía en algún rincón). El servicio mejoró al disponer de terraza al aire libre, cuando el ayuntamiento reformó la Plaza de España, elimimando los molestos aparcamientos y refrescándola con los árboles y la fuente. Este espacio ha sido durante años punto de encuentro durante las fiestas navideñas y los carnavales.
Ya íbamos menos, nunca de noche, porque la música se convirtió en un problema para oídos castigados como los nuestros. Pero me ha dado pena saber que no les renovaban el contrato de alquiler y que los hermanos habían separado sus destinos profesionales. El cierre era cosa de cumplir plazos. Y el plazo llegó el fin de mayo. Aunque nos cogió por sorpresa.
Terminamos almorzando allí y tomando las copas que Manolo nos invitó. Había que hacer el "último esfuerzo". Se soltaron algunas lagrimitas. Alguien habló del salto de la reja que iba a ser el domingo en el Rocío, y casi ocurre allí mismo: el asalto a la barra del bar era algo más que una amenaza. Así que Manolo decidió regalar muchos objetos que tanto tiempo usaron o adornaron el local. Vasos, platos, botellas, cuadros, sillas...múltiples regalos que hizo a su fiel clientela, para recuerdo. A nosotros también nos hizo algún regalo. Pero el mejor siempre será el recuerdo de los muchos momentos gloriosos pasados allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario