"Dicho de un autor: Cuyo nombre se desconoce o se oculta."
Puede parecer correcto que, al no conocer el periodista de turno los nombres de todos los asistentes a la capilla ardiente, los llame sin más "anónimos". Lo cierto es que, para mí, no debería ser, pues es casi un desprecio, ya que etimológicamente significa "sin nombre". Y esos cientos de personas SÍ tienen nombre, tienen identidad, personalidad, pasado, presente, futuro, una biografía que tal vez solo sea interesante para ellos y sus familiares y personas cercanas, tienen pensamientos y sentimientos que expresan con su presencia. No se esconden, no ocultan su nombre, tal vez incluso lo dejen reflejado en un libro de condolencias, con su firma (véase la cuarta acepción del diccionario, por favor) .
Es habitual que en Internet se publique como anónimo, sin firmar, sin identificarse. En este blog ocurre con frecuencia en los comentarios de los lectores. Muchas veces ocurre así porque no sabe el comentarista como identificarse. Otras veces ha pasado que, por el contenido ofensivo o polémico del comentario, el autor quiere "nadar y guardar la ropa" cobardemente. Ya he dicho varias veces que no me gusta esa cobardía, que, por contra, yo sí me identifico siempre que escribo, además, en este blog que todo el mundo sabe de quien es. Por eso me disgusta más el empleo de ese adjetivo con personas normales y corrientes que, como hoy, dan la cara frente a los asesinos. Esos que se ocultaron cobardemente y dejaron la carga mortal en el coche de la víctima, para ver de lejos, impunemente, sin ser identificados, cómo moría el policía nacional. Eso sí que son cobardes, asesinos, alevosos, anónimos criminales, que tienen todo mi desprecio.
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