El despertador

Mira que cuesta levantarse por las mañanas, sobre todo cuando tienes que ir a la escuela, a la universidad o al trabajo. Recuerda uno el bolero.

“Reloj no marques las horas
porque voy a enloquecer
ella se irá para siempre
cuando amanezca otra vez”

Ese maldito artefacto que nos anuncia nuestras obligaciones mañaneras. Despertadores digitales, que suenan como un zumbido, pitidos intermitentes.En un solo volumen o de volumen creciente. Con música o encendiendo la radio en tu emisora preferida. Pero el peor, el tradicional, el de campanas. Esas que adornan su exterior, como dos orejas de monigote de dibujos animados, que te despiertan con su repiqueteo ensordecedor. 

“Nomás nos queda esta noche
para vivir nuestro amor
y tu tic-tac me recuerda
mi irremediable dolor”

Es mensajero de malas noticias, por lo general: llega la hora de abandonar el placer del descanso nocturno, con sus historias, sus sueños gratificantes, por absurdos, que nos alejan un tiempo de la realidad prosaica que vivimos.

“Reloj detén tu camino
porque mi vida se apaga
ella es la estrella
que alumbra mi ser
yo sin su amor no soy nada “

Nos devuelve a la cruda realidad de nuestras obligaciones y deberes. Como un sargento cruel que solo piensa en emplearnos, aún en contra de nuestra voluntad. Suena y no nos queda más remedio que detenerlo, para que su ruido no hiera nuestros tímpanos. 

“Detén el tiempo en tus manos
haz esta noche perpetua
para que nunca se vaya de mí
para que nunca amanezca”

Y no nos hace caso. No para el tiempo. Lo presenta como el camino que debemos seguir inexorablemente. El bolero de Lucho Gatica suena una vez más en nuestra mente, sin cumplirse, con su melodía triste. Porque el despertador no tiene doblez ninguna. Si lo miras por delante  parece un osito inofensivo. Pero el otro día lo descubrí por detrás. Y entonces comprendí. El despertador tiene cara de enfadado, de niño molesto. ¿Quién narices inventó este cabreado y cabreante artilugio?. Seguro que otro inventor enojado.