domingo, 6 de febrero de 2011

La plaza del guardia

La actual Plaza de la Constitución de Palma del Río, llamada anteriormente Plaza General Franco, cambió de nombre en el primer mandato democrático de 1979. En los plenos de 26 de junio del 79 y el de 17 de octubre de 1980 se re-nombraron muchas vías, restableciendo en muchos casos el nombre con que se habían conocido anteriormente al Franquismo estas calles y plazas, o atribuyéndoles su denominación popular. No fue este último el caso de esta plaza, que se dedicó a la casi recién estrenada Constitución de 1978, pues todo el mundo la conocía como "la plaza del guardia". Y todavía suena en boca de más de un palmeño o palmeña este apelativo, que seguro que muchos jóvenes no sabrán a qué viene. 

Eran los años 60 y 70 del siglo pasado cuando, en medio de la plaza, se situaba un guardia de tráfico (policía municipal), para regular el tránsito de los pocos vehículos a motor (u otros) que circulaban en la confluencia de las calles Castelar, con las calles Calvo Sotelo (actual Castillejo), Mártires (hoy calle Ancha) y José López (actual Cigüela). Era éste un enclave bullicioso y clave de esta parte del casco urbano. La parte conocida como el "centro", la zona más rica en patrimonio y establecimientos y viviendas, que se situaba entre la plaza del Ayuntamiento, llamada hoy plaza de Andalucía (entonces Comandante Baturone, de triste recuerdo en el lugar, por conquistar para los nacionales Palma en agosto de 1936 y su actividad represora en la guerra civil), pasando por la hoy llamada Calle Feria, por situarse en ella en la Edad Media este acontecimiento comercial (renombrada por los franquistas como calle José Antonio Primo de Rivera), que conectaba con Castelar, llegando a este nudo de comunicaciones.


En la plaza y sus alrededores encontramos la Farmacia de Enrique González del Rey, que luego se trasladaría a los locales de calle Castelar, donde recuerdo unos salones recreativos (en la puerta donde hay varias personas, con un joven montado en bicicleta con los brazos cruzados, frente a la Cafetería Gademar), con su mural cerámico de la virgen, y las carteleras donde se publicitaban las películas del día de los dos cines principales de entonces, el Cine San Miguel y el Salón Jerez (que estaba en la calle José de Mora, frente a mi antigua casa). Su solar fue ocupado por la Confitería de Los Valencianos, y luego por un bazar chino y ahora por una tienda de muebles. En la misma plaza también estuvo el Casino, también conocido como Círculo de Labradores y luego Como Círculo de Recreo, que pasó más tarde a la Calle Ancha, cuando su solar fue vendido para edificar un bloque de pisos, en pleno Desarrollismo económico. 



Frente al Casino encontrábamos el Banco Hispano Americano, entrando ya en la Calle Ancha, oficina que en los años veinte fue dirigida por uno de los cantados por murgas de carnaval y que compartió chanza con el maestro, un abogado masón y director de revista local (Don Horacio) y otros personajes relevantes: “Don Orencio, don Horacio, don Narciso, don Pancracio". Pasando la Farmacia de Don Enrique, entrando ya en la entonces calle Calvo Sotelo estaba El Metro, bar célebre, en cuyas cercanía había un desagüe, conocido con el nombre genérico de "la alcantarilla", que permitía desalojar las aguas que venían de calle Ancha y otras zonas, por ser parte más baja en cota, y que comunicaba, por un colector subterráneo de grandes dimensiones, al Río Seco. Este colector, cuando había riadas hacía de vaso comunicante, con lo que el agua del río Genil terminaba muchas veces entrando por "la alcantarilla" en el casco urbano. 


Frente a las oficinas del Banco Hispano Americano estuvo la casa de Pepe Martínez (mandada construir por Julio Muñoz Morales, padre del marqués consorte de Salinas, que fuera jefe de la casa civil de Franco, según me comenta Octavio Junco), una casa de estilo modernista, de Adolfo Castiñeyra, el arquitecto autor del edificio del Colegio de Arquitectos de Córdoba. Yo la conocí de niño, hasta que la derribaron para construir el bloque que tiene entrada por la Calle Cigüela y que no tiene comparación. Según me contaron, el interior era una maravilla. Destacaban su acceso a las caballerizas y al jardín por Cigüela, los herrajes de ventanas y balcones, su zócalo (que todos hemos acariciado al pasar por allí), y su balcón abombado y cerrado, acristalado, que vemos a la izquierda de la fotografía. Una lástima que la derribaran, pero, como dije antes, eran los tiempos del desarrollismo, del triunfo de lo moderno, que entonces se entendía como tirar lo antiguo para hacer algo aparentemente funcional e impersonal. 

En medio de la plaza estaba el guardia, dirigiendo el tráfico, subido en su peana, (que tenía un  tubo donde encajaban en verano una sombrilla para refugiarse del sol), unas veces, y otras simplemente a pie, haciendo sonar su silbato para hacer parar a los conductores y dejar pasar al autobús de Manzano, o a la llamada "pava" (por la forma que tenía en la parte trasera de su carrocería, que recordaba a este ave, y que a mi me recordaba más a la capa de una virgen en su paso de semana santa), el autobús que llevaba los pasajeros a la estación de tren. En aquellos tiempos todas estas calles eran de doble sentido. El escaso parque automovilístico lo permitía. Y cuando éste creció, y también el volumen y tamaño de los vehículos, empezaron los atascos y otros problemas, como el de los aparcamientos, que terminaron resolviendo estableciendo el único sentido por calle. Entonces la figura del guardia desapareció, por no ser necesario. La peana dejó de ser útil y no volvió a soportar la sombrilla, ni tampoco se vio rodeada de los aguinaldos que hacían los conductores agradecidos al municipal por Navidad. Pero, como decía al principio, a pesar del paso del tiempo, todavía muchos seguimos y seguiremos conociendo a esta encrucijada de calles como "La Plaza del Guardia".

4 comentarios:

Octavio Junco dijo...

Bonita evocación de este rincón de nuestro pueblo en tus años mozos.
Sólo dos precisiones de escasa importancia: La casa que llamas "de Pepe Martínez" fue mandada construir por Julio Muñoz Morales, padre de Muñoz Aguilar, marqués consorte de Salinas y jefe de la casa civil de Franquito poco después de la guerra.
Derruir esa casa, única en toda la Vega del Guadalquivir, fue un despropósito en tiempos de un alcalde palurdo.
El nombre de la Avenida que mencionas era Baturone (sin s) Colombo, por el comandante Manuel Baturone, que entró en Palma al mando de las tropas el 26 de agosto de 1936, precedente de la mayor salvajada que recuerda nuestro sufrido pueblo.
Saludos.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Gracias por tus precisiones, Octavio. He corregido los datos y mejorado el texto.

Jesús Herrera Peña dijo...

La plaza mayor de mi pueblo, (la plaza del ayuntaminto), corre una historia algo paralela a la que describes de tu pueblo.
También se llamó "Plaza del Generalísimo" (del 36 al 79)y también se la restituyó el nombre anterior que era —y ahora vuelve a seguir siendo— "Plaza de la Constitución".
También el nombre popular que los bargueños podrían haberle dado es el de "la plaza del guardia" y no porque hubiera nadie dirigiendo el tránsito (que no el tráfico).
Ese hipotético nombre se lo habría merecido porque en los dorados años 40 y 50 del siglo 20, un guardiacivil vestido de verde olivo y con su abominable tricornio acharolado, tenía a bien de practicar el noble deporte de dar un par de ostias, a todo mozalvete que pasara a su lado y no le diera los buenos días o las buenas tardes.

Deportes como esos (y parecidos) han contribuido a que a esa tropa se les denomine con el merecidísimo adjetivo de "benemérita".
¡¡Viva la grasia, oye

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Aquí también hubo algún que otro "benemérito" que practicaba ese deporte tan hispano de resolver a tortazos las diferencias de pareceres. Yo de joven también conocí alguno.