domingo, 13 de febrero de 2011

Tricicle: Garrick

No recuerdo cuando vimos el último espectáculo de Tricicle, "Sit", pero conservamos en la estantería del estudio una silla de las que se montaban con el programa de mano que entregaban a la entrada del teatro. He visto varios montajes de este trío catalán, así que cuando vi que venían al Gran Teatro de Córdoba, no lo pensé y compré dos entradas del último montaje, "Garrick". Ayer fuimos a verlos.

"GARRICK está protagonizado por tres científicos en bata blanca con un único objetivo: HACER REÍR, tal cual; sin tapujos y sin excusas. Un objetivo ambicioso que combinado con la pujante moda de la risoterapia les ha acabado convirtiendo en DOCTORES DEL HUMOR, unos especialistas que ofrecerán una demostración sobre la fisiología del humor, los tipos de risa y las técnicas básicas para provocarla.

El título GARRICK –un nombre en principio extraño -  tiene dos virtudes: la tercera es que sigue la costumbre de que sus espectáculos acaben en IC, y la quinta es que hace referencia a DAVID GARRICK, un célebre comediante inglés del siglo XVIII al que, según cuenta la leyenda, estaba tan extraordinariamente dotado para la comedia, que los médicos recomendaban sus actuaciones como una especie de “remedio mágico” capaz de sanar cualquier penda del alma. En términos contemporáneos, podríamos decir que GARRICK, sin saberlo, fue el primer risoterapeúta de la historia.

Hoy, en pleno siglo XXI, cuando conocemos científicamente que los niños ríen unas trescientas veces al día y los adultos tan sólo unas quince, Tricicle se proclaman sus humildes seguidores y nos ofrecen este espectáculo-homenaje que sólo busca (¿sólo?) conseguir que el público olvide sus problemas, rompa sus máscaras y se lance a reír con esos cuatrocientos músculos que dicen que tienen que ponerse en marcha para morirse de risa."

Esto nos dice su web, y también nos lo relata una voz en off que surge de vez en cuando por la representación, guiándonos en el relato (es un decir) de la obra.  Una obra cuya finalidad es buscar nuestra salud, por medio de la risa, risa que consiguen con los gags que acostumbran a componer sus trabajos. Y si por medio de la risa se obtiene la salud, doy fe que del teatro se sale más sano de lo que se entró. Sus historietas sobre el ascensor, los aseos (wc), los hombres embarazados, le fakir, las neuronas funcionando cuando nos explican el mecanismo de la risa, los diversos tipos de risa, el pintor callejero, el cuento que mezcla todos los cuentos, el escayolado de los dos brazos...todo lo bordan, haciendo de situaciones normales un motivo para partirse de risa. Y en algunos casos una excusa para hacer partícipe a los espectadores de sus bromas.

Y ganas de reír es lo que tiene la gente. Si no que se lo digan al espectador que teníamos detrás, que además de no parar de reírse, también nos fue retransmitiendo la obra, como si de un comentarista deportivo de radio se tratase. Parece que hace falta la risoterapia, la cura de muchos males modernos por la vía del humor. Nada más empezar sonaron las carcajadas como una tormenta de risas. A mí me cuesta siempre arrancar y tiene que ser una verdadera sorpresa cómica la que me haga reír tan pronto, pero algunos (muchos en esta ocasión) deben tener la risa fácil, o, como decía, necesitan de la terapia del humor con urgencia. Así lo presagiaba, además, el lleno absoluto de las cuatro sesiones que hicieron en Córdoba, la del jueves, la del viernes, y las dos del sábado, que agotaron el papel a la venta. Pero, claro, la fama les precede. Y su estilo, mezcla de mimo y clown, disfrazado de personas normales, con una escenografía sencilla, ayuda a conectar con el público, y a triunfar. 

Como en otros espectáculos, también hicieron el recordatorio de gags exitosos de otros montajes. El haber cumplido treinta años en los escenarios con esta obra, le da pie a ello, aunque en las camisetas que luzcan, por imperativo cronológico, enseñen ya un 30+1. El bis está así asegurado repitiendo escenas como la del perro pastor, el guitarrista que rompe la silla, o la siempre celebrada interpretación mímica de la canción de Julio Iglesias, "Soy un truhán, soy un señor". Así que empezaron y terminaron triunfando. Y como en estos tiempos crispados hace falta desdramatizar, les recomiendo, si tienen cerca una representación, parte de su gira, que vayan a verlos. Sus problemas no se habrán arreglado, pero al menos se sentirán mejor. Cosa que no es poco. No se arrepentirán.

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