Hace pocas horas hemos conocido que Juan Carlos de Borbón, nuestro campechano monarca, se va a someter próximamente a otra operación relacionada con su cadera. La tercera operación en poco más de un año. Tres años de pases por el quirófano. Desde aquella fractura que sufrió en Botsuana el rey no gana para sustos. Entonces tuvo que pedir perdón, ya fuese por cazar elefantes, por el salto del tigre o por otra de sus correrías africanas con esa señora de nombre centro-europeo que tanto ha dado que hablar. Muchas protestas se levantaron en aquellos días. Ahora nos enteramos que ha sufrido, en esa cadera operada, una infección rara, que solo afecta entre el 1 o 2% de los casos, según el médico que le intervendrá. Y eso que le operaron en clínicas privadas y exclusivísimas. Mira por donde. Y le operan de urgencia, sin entrar en listas de espera. ¿Tendrá que pagarse las medicinas como los sufridos compatriotas que tenemos la desgracia de soportar el copago, y tener una ministra como Ana Mato? Me temo que no. Incluso seremos nosotros los "paganos" de la repetida operación, una intervención que realizará un médico español, pero que, ya que es una eminencia en cuestiones de cadera, trabaja fuera de España, claro. Aquí solo servimos para camareros y albañiles. También le pagaremos sus servicios, por supuesto, del erario público. Porque el rey no va a dejar su puesto, no va a abdicar, a pesar de tanto "absentismo laboral". Seguro que no se le aplicará la reforma laboral del PP. Esa que permite a los empresarios despedir a los trabajadores que se den de baja, legítimamente, de 9 a 20 días entre dos meses. Y eso que nosotros, los contribuyentes, propietarios de la soberanía popular, somos sus empresarios. Seguro que no nos dejan "aplicar la ley". Esta cadera, a este paso nos va a resultar la más cara del mundo. Más que una cadera de oro. En fin, de aquellos polvos vienen estos lodos.
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