viernes, 21 de mayo de 2010

¡Y yo qué sé de fútbol!

Hace unos días se jugó la final de la Copa del Rey, entre el Atlético de Madrid y el Sevilla F.C. Ganó el Sevilla, a pesar de la buena y agradable sorpresa con que nos alegró el equipo madrileño al proclamarse campeón de la UEFA Europa League. No hubo doblete y sí reparto, pues la liga se la llevó el F.C. Barcelona. Yo aquí era partidario del equipo colchonero, como muchos otros béticos. En fin, qué le vamos a hacer. Como dicen los entendidos, y yo no lo soy: “el fútbol es así”.

El Atlético de Madrid fue el primer equipo de mis amores. De niño, en mis tiempos, te aficionabas al fútbol en la calle. Allí jugabas con tus amigos y vecinos, allí aprendías sus reglas, entrenabas, te formabas física y mentalmente en este deporte. Porque en mis tiempos no había pistas polideportivas, como ahora, donde las escuelas deportivas desarrollan su labor de complemento educativo: mens sana in corpore sano. La calle era la segunda escuela y el ámbito de socialización habitual. Pero mi padre no quería que nos criáramos en la calle. Para él era el lugar de los gamberros y donde se corrían demasiados riesgos (como el del tráfico, aunque era escaso comparado con el acutal) para un menor. Por eso yo no gocé de ese aprendizaje deportivo. En el colegio, cuando jugábamos en el recreo o en clase de educación física, yo llevaba ese atraso que hacía que me comportara como un verdadero inútil en el campo. Me pasaba todo el tiempo esperando que me llegase la pelota para hacer una jugada, y si los gritos de mis compañeros me espabilaban, lo normal es que estropease las jugadas, hasta las de gol. Con lo que mis compañeros no me querían en el equipo ni en pintura. Pero, como todos eran forofos de algún club, yo me hice también de otro. ¿Porque fuese el mejor, el que mejores jugadores tuviese, el que más trofeos ganase?. No, yo me hice del Atlético de Madrid porque era el equipo que aparecía en un poster desplegable en una revista que vi en mi casa. Me gustó y pasó a ser mi equipo. Ya está.

(Sigue leyendo pinchando en La isla tuerta)

3 comentarios:

Octavio Junco dijo...

Yo soy del Betis, porque el Betis salvó a mi tío Paco de ir a la cárcel o a un campo de concentración, allá por año 1939.
¿Que cómo es posible?
Mi tío Paco, militante del PC, había hecho la guerra con el ejército popular y era conocido como "Paco del Jarama", ya que había destacado en esa famosa batalla del río Jarama, al sur de Madrid.
Era tan buena persona que enviaba su sueldo de soldado a mi madre porque, según decía, "yo no puedo gastarme mi paga cuando mi sobrino (por mí) pasa hambre."
Terminada la guerra, pudo camuflarse entre sus familiares de Sevilla y evitar la represión de primera hora.
Pero un día en que viajaba en tranvía por Sevilla, subió al mismo un poli de la secreta que, nada más ver a mi tío, se le quedó mirando muy fijamente, se fue para él y le espetó: "¡A ver tú, enséñame la documentación!"
Mi tío pensó que aquello era el final de sus días, sacó nerviosamente la cartera del bolsillo interior de la chaqueta, y la abrió.
La Providencia divina, que auxilia a los buenos en momentos decisivos de su vida, quiso que lo primero que apareciera ante la mirada severa del poli fuera el carnet de socio del Betis de mi tío. El rostro del polí se dulcificó de inmediato y preguntó: "¡Ah...! ¿Pero tú eres socio del Betis? Pues anda, anda, vete y ándate con cuidado."
¿Cómo puedo yo ser hincha de otro club de fútbol que no sea el Betis?
Yo sí que puedo decir con toda mi alma: ¡Viva el Betis manque pierda!
Saludos cordiales. Octavio.

Octavio Junco dijo...

Yo soy del Betis, porque el Betis salvó a mi tío Paco de ir a la cárcel o a un campo de concentración, allá por año 1939.
¿Que cómo es posible?
Mi tío Paco, militante del PC, había hecho la guerra con el ejército popular y era conocido como "Paco del Jarama", ya que había destacado en esa famosa batalla del río Jarama, al sur de Madrid.
Era tan desinteresado que enviaba su sueldo de soldado a mi madre porque, según decía, "yo no puedo gastarme mi paga cuando mi sobrino (por mí) pasa hambre."
Terminada la guerra, pudo camuflarse entre sus familiares de Sevilla y evitar la represión.
Pero un día en que viajaba en tranvía por Sevilla, un poli de la secreta se le quedó mirando muy fijamente, se fue para él y le espetó: "¡A ver tú, enséñame la documentación!"
Mi tío pensó que aquello era el final de sus días, sacó nerviosamente la cartera del bolsillo interior de la chaqueta, y la abrió de cara al policía.
La Providencia divina, que auxilia a los buenos en momentos decisivos de su vida, quiso que lo primero que apareciera ante la severa mirada del polí fuera el carnet de socio del Betis de mi tío. El rostro del polí se dulcificó de inmediato y preguntó: "¡Ah...! ¿Pero tú eres socio del Betis? Pues anda, anda, vete y ándate con cuidado."
¿Cómo puedo yo ser hincha de otro club de fútbol que no sea el Betis?
Yo sí que puedo decir con toda mi alma: ¡Viva el Betis manque pierda!
Saludos cordiales. Octavio.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Curiosa historia. Algunas veces lo que más trivial nos parece es, sin embargo, lo que se convierte en fundamental. Mejor salvoconducto no pudo tener tu tío, sin duda. Saludos, Octavio.

(Como la feria me he tenido muy entretenido, no he atendido el blog en estos días, así que he publicado los dos comentarios, aunque digan lo mismo, pues la redacción en ambos varía)