Hoy hemos visto estas imágenes del parlamento suizo, donde el ministro de finanzas, Hans-Rudolf Merz, casi no puede hablar en la tribuna del ataque de risa que le da, debido a lo complejo de la respuesta a una pregunta parlamentaria, y al lenguaje, incomprensible por excesivamente técnico, que debía emplear. Los demás diputados se lo tomaron a chanza también, contestándole con numerosas carcajadas.
Aunque no entendamos alemán, nosotros mismos nos contagiamos de esas risas, nada más ver las imágenes. Cosa parecida también le ocurrió a la consejera federal, Doris Leuthard, también en la tribuna de oradores.
Esto me ha recordado cuando en 1994, en el parlamento andaluz, se estaba llamando a los diputados a una votación y, debido a las horas de debate y el cansancio acumulado, la secretaria que estaba leyendo los nombres de los diputados empezó a reírse y no pudo continuar más, acompañándole el resto de la cámara en las carcajadas. Fue sustituida por el secretario segundo, pero el sustituto tampoco pudo continuar el llamamiento, por el ataque de risa generalizado. El presidente, desesperado, tuvo que interrumpir la sesión y los medios de comunicación contaron después con alborozo la anécdota parlamentaria. Algunas veces las broncas en los debates se sustituyen por momentos más agradables, como éstos.
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