El silencio es el mejor cómplice de los maltratadores. El año pasado os conté mi experiencia personal con la violencia de género. Un suceso de hace muchos años que demuestra, junto con muchos otros ejemplos, que el origen de esta lacra está muy lejos en el tiempo, que procede de muy profundos y arraigados defectos de nuestra sociedad, contra los que debemos seguir luchando sin descanso.
Ya son 75 las mujeres muertas este año por este tipo de crímenes. Son muchos los hijos e hijas que están padeciendo, además de las consecuencias del maltrato, el terror y la soledad provocados por estos delitos. Por eso no podemos permanecer callados. Y hoy debemos poner nuestro granito de arena, nuestra palabra, insistiendo en la necesidad de la denuncia cuando se dan malos tratos, en no callar, no aguantar y buscar la protección de los que pueden hacer algo por ayudar a las mujeres. Hay medios para denunciar y buscar ayuda. No dejemos pasar de largo la oportunidad de impedir el maltrato. Es una responsabilidad compartida.
8 comentarios:
Y que todas sepan que hay salida y un punto de apoyo.
Besos
1ª parte:
Antier, miércoles, venía yo de Córdoba hacia Palma montado en un camión-grúa. Mi automóvil había sufrido una rotura de neumático y no quise que se quedara en un taller cordobés, así es que llamé a mi seguro y opté por remolcar el vehículo al taller de neumáticos de Velasco, en nuestra ciudad.
Por el camino, hablaba animadamente con el conductor, hombre joven, simpático, trabajador competente. Sonó el teléfono "manos libres" y un chiquillo dijo a voces y en tono exigente:
"Papá, ¿cuándo vas a venir? Te estoy esperando para que me lleves a (no me enteré bien a dónde)... y que si patatín, que si patatán".
El buen hombre le contestó que estaba trabajando, que iba a Palma del Río y que volvería a casa en el plazo de una hora. Que esperase.
Seguimos hablando de tauromaquia, de Manolete y de Paquirri, cuando suena de nuevo el teléfono, el niño repite su exigencia al padre, esta vez mucho más irritado, y el buen hombre le contesta lo mismo, de la manera más razonable.
El pobre hombre se sentía algo violento por la situación, pero yo reanudaba la conversación como si nada; sin darme por enterado de lo incómodo de la situación.
2ª parte:
Suena el teléfono por tercera vez y ahora se oye una voz de mujer, chillando histéricamente, sin dar lugar a que el hombre respondiera una sola palabra. Terminada la berrea histérica, la mujer cuelga el teléfono.
Como yo no podía seguir fingiendo despiste, le pregunté:
-¿Cuántos hijos tiene usted?"
-"Uno sólo", me contestó.
-"¿Y qué edad tiene?"
-"Once años".
-"Ya comprendo".
Y ahora pregunto: ¿Qué se entiende por violencia? ¿No es violencia de sexo (que no de género, mala traducción del anglosajón, gender) ese trato desconsiderado, irritante, reiterado de una mujer hacia su marido que está trabajando para sostener a su familia, sin importarle un comino el hecho de que vaya acompañado de un cliente?
La condesa de Campo Alange, mujer inteligente y buena escritora, publicó hace casi un siglo un librito (prologado por Ortega y Gasset) que todos deberíamos leer: "La secreta guerra de los sexos".
Saludos.
El ejemplo que pones, amigo Octavio Junco, creo que ilustra las dificultades de las relaciones entre hombres y mujeres, en el seno de la familia, y su repercusión en los hijos. Más de una vez he hablado de la más que mejorable educación que estamos dando a nuestros hijos en la actualidad, consintiendo todo lo que desean y olvidando que la educación tiene una componente de "doma" del carácter de las personas, además de la adquisición de conocimientos. El ejemplo que nos expones refleja una mala comunicación entre la pareja, que redunda en el comoportamiento agresivo (verbalmente al menos) y egoísta del hijo.
Lo que ocurre es que no me parecen equiparables estos problemas a los asesinatos de mujeres que, por desgracia, son protagonistas de las noticias y la vida real de muchas personas. En estos casos se da una relación de superioridad, de prevalimiento, de desigualdad, que agravan los hechos y que son los que justifican que siga siendo necesario un recordatorio como el que se hace cada 25 de noviembre.
Por cierto, en el post hago referencia a mi experiencia personal, que relaté el año pasado, cuando fui testigo de un hecho grave de violencia. Os invito a que lo leáis.
Un saludo.
Acabo de leer el relato de tu experiencia personal. Experiencia terrible para cualquiera que la sufra, pero especialmente para un niño de tan corta edad.
Claro, se trataba de un demente que tuvo que ser recluido en un psiquiátrico, en lugar de la cárcel.
Yo creo tener clara conciencia de que los hombres tienen la obligación de reprimir y superar su instinto posesivo y de dominio sobre las hembras de su especie (digo hembras, y no mujeres, por resaltar ese carácter primario del instinto de posesión y dominio que vemos en los machos de otras especies animales). Ahora bien, no podemos perder de vista que, por muy civilizados que los seres humanos del siglo XXI creamos ser, es lo cierto que, bajo nuestro pellejo, pervive la condición natural de animales; condición que, en situaciones límites, se muestra dispuesta a saltar y dominar nuestros actos.
La mujer de mi ejemplo de antier, que chillaba desconsideradamente a su marido, mientras éste cumplía con su trabajo, también se dejaba dominar por su instinto de posesión sobre el macho (ahora toca llamar macho al varón, por lo mismo de antes) al servicio de la crianza del hijo; la malcrianza, como tú señalas.
Resumiendo: No ganaremos mucho en esta noble causa de superar la violencia de sexo si, a la vez de denunciar los casos de agresión física, no llevamos a la conciencia de hombres y mujeres la necesidad del respeto mutuo en toda ocasión.
También del amor, claro está, pero éste no se logra tan sólo con buenos consejos.
Estoy de acuerdo con tus últimas conclusiones: sin respeto muto es imposible vivir. Y tienes razón en tu visión antropológica: el animal lo seguimos llevando dentro, por mucha cultura y civilización que tengamos y de la que podamos presumir. Por eso será siempre necesario un ordenamiento jurídico, unas normas que seguir, pues nuestra propia naturaleza no nos impulsa a ser buenos...si es que existe una "naturaleza humana" (desde el punto de vista metafísico) y no somos unos animales, con Historia, como ya apuntó Ortega.
Por cierto, amigo Octavio Junco, sobre los problemas de la delincuencia, incluidos los malos tratos, y su presencia en otros tiempos (cuando mi niñez) ya escribí en el blog con ejemplos de Palma del Río, publicados en el periódico Guadalgenil de 1963:
http://celtibetico.blogspot.com/2009/04/delincuencia-viejo-problema.html
Si pulsas en la imagen verás las noticias y comentarios con más detalle. No tiene desperdicio.
Os invito a leer mi opinión sobre este tema en este post:
http://observadorsubjetivo.blogspot.com/2010/11/menos-mi-madre-y-mi-hermana-todas-putas.html
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