Ayer tuvimos la oportunidad de ver un clásico, tal vez a su pesar, pero un clásico. Luces de Bohemia de Valle-Inclán, puesta en escena por Teatro del Temple, de Zaragoza. Últimamente parece que la fidelidad no está de moda, todos los directores o compañías quieren ofrecernos su versión, adobada con sus propias inquietudes o sentimientos, y metiendo “morcillas” propias o sacadas de otros autores. Sin embargo, en el texto, esta versión fue fiel. La obra que sirvió para definir el género del “esperpento” (Max: “Los héroes clásicos reflejados en los espejo cóncavos dan el Esperpento”) fue recitada tal cual, en un espectáculo de dos horas de duración. Y, empero, no cansó al público. Gran logro. Me temía que, durante el descanso de diez minutos con que nos aliviaron, muchos aprovechasen para huir del Teatro Coliseo en busca de una cerveza y una tapa en algún “aguaúcho” del Paseo. Pero, no fue así, la inmensa mayoría se quedó para ver hasta el final.
Decía que fue fiel, pero no tanto en la escenografía y atrezzo. La primera fue, para mi gusto, algo anticuada ya: cuatro bambalinas (decoradas con paneles a modo de puzzles grises por un lado, y el otro usado como armarios para las vestimentas) con ruedas que movían los actores para crear los diferentes espacios escénicos. En el vestuario combinaron prendas de la época (años 20 del siglo pasado) con elementos modernos (las gorras con la visera en la nuca de los jóvenes, el MP3 en los oídos, el ordenador de la comisaría...). Una iluminación sin pretensiones. “Una propuesta desnuda, despojada, que busca la esencia del discurso humano que brota, palmo a palmo, en esta bajada a los infiernos”, en palabras de la propia compañía.
Al principio les costó arrancar pero se fueron haciendo con la acción rápidamente. Gustó. Este público, que tanta vanguardia teatral ha visto en los 25 años de muestra teatral, se sintió cómodo con el entretenimiento, y, algunas veces, incluso, divertido con la crítica amarga pero inteligente y hasta cómica que salía de los labios de los personajes. Magnífico trabajo de actor, sobre todo en los papeles principales, Max Estrella, Don Latino de Hispalis, el ministro Don Paco, el Rey de Portugal, donde algunos derrocharon saber hacer y estar.
Me gustó, tal vez no con entusiasmo, pero agradó. Y me recordó el viaje a Madrid del año pasado, cuando, vimos referencias a los lugares retratados por Valle-Inclán en sus obras, como el que recoge la fotografía, del restaurante Casa Ciriaco (famoso por sus gallinas en pepitoria), en la calle Mayor, y que son cada año circuito de una ruta (la Noche de Max Estrella) de amantes del teatro dedicada al autor y al personaje principal de esta función, con la que homenajean a este bello arte.
Decía que fue fiel, pero no tanto en la escenografía y atrezzo. La primera fue, para mi gusto, algo anticuada ya: cuatro bambalinas (decoradas con paneles a modo de puzzles grises por un lado, y el otro usado como armarios para las vestimentas) con ruedas que movían los actores para crear los diferentes espacios escénicos. En el vestuario combinaron prendas de la época (años 20 del siglo pasado) con elementos modernos (las gorras con la visera en la nuca de los jóvenes, el MP3 en los oídos, el ordenador de la comisaría...). Una iluminación sin pretensiones. “Una propuesta desnuda, despojada, que busca la esencia del discurso humano que brota, palmo a palmo, en esta bajada a los infiernos”, en palabras de la propia compañía.
Al principio les costó arrancar pero se fueron haciendo con la acción rápidamente. Gustó. Este público, que tanta vanguardia teatral ha visto en los 25 años de muestra teatral, se sintió cómodo con el entretenimiento, y, algunas veces, incluso, divertido con la crítica amarga pero inteligente y hasta cómica que salía de los labios de los personajes. Magnífico trabajo de actor, sobre todo en los papeles principales, Max Estrella, Don Latino de Hispalis, el ministro Don Paco, el Rey de Portugal, donde algunos derrocharon saber hacer y estar.
Me gustó, tal vez no con entusiasmo, pero agradó. Y me recordó el viaje a Madrid del año pasado, cuando, vimos referencias a los lugares retratados por Valle-Inclán en sus obras, como el que recoge la fotografía, del restaurante Casa Ciriaco (famoso por sus gallinas en pepitoria), en la calle Mayor, y que son cada año circuito de una ruta (la Noche de Max Estrella) de amantes del teatro dedicada al autor y al personaje principal de esta función, con la que homenajean a este bello arte.
4 comentarios:
Mi cuñado, profesor de castellano, dirige un grupo teatral con alumnos y exalumnos y no hace mucho la representaron, una gran obra.
Veo que tenéis un festival interesante.
Saludos
Una precisión (sin acritud, afectuosa, por supuesto), Euphorbia, no es solo un festival, es una feria, una feria de muestras de la "industria cultural". Aquí se viene no solo a representar, sino a "vender" las producciones. En Palma se dan cita compañías, empresarios, actores, actrices, directores, técnicos, programadores, gestores culturales (políticos y profesionales), teóricos (hay actividades paralelas, como talleres, conferencias, cursos, exposiciones...), críticos...Aunque los protagonistas sean las compañías, representando o no sus últimas producciones (hay una zona de stands, como un mercado, donde están fundamentalmente los que no representan en los diversos espacios escénicos repartidos por el casco urbano, y donde se publicitan y conciertan contratos con los gestores de teatros o institucionales que se dan cita allí, muy animada con acuaciones y bar, por supuesto). El que pasa por aquí tiene la oportunidad de trabajar una o dos temporadas, si gusta su espectáculo, por lo que hay tortas (en sentido figurado) por venir y, sobre todo, actuar. Además nos permte ver en ocasiones de lo mejor que se hace en otras comunidades. Por cierto, Cataluña dejó hace años un buen sabor de boca (cuando se dedicaba cada edición a una comunidad invitada) y este año, el del 25 aniversario, trajo el lunes un espectáculo de calle "Rum-Rum Trasto-Karts", que gustó mucho, sobre todo a los niños.
Yo he tenido la oportunidad de participar en varios sentidos en estos 25 años: como gestor cultural, como voluntario, como público (principalmente), como jurado del concurso, y alguna vez como actor (en un espectáculo coproducido por la Feria y algunas compañías en 1991, y en otra obra del centro de educación de adultos que también representamos como epílogo en otra edición). Bueno, seguiré informando (esta vez en funciones de crítico teatral) de las obras que vaya viendo, ya muchas menos de las 2 o 3 de media que veía diariamente, antes, cuando tenía más ganas y más energía y tiempo que quitarle al sueño, de las que, lógicamente tengo ahora,a mi edad.
Muy interesante la aclaración.
Qué suerte y además poder ir a las representaciones, yo ya no recuerdo que es eso de ir al teatro, a ver si me organizo algún canguro para el nene y vamos a ver algo.
Animaros y cuando el hereu crezca algo os lo lleváis al teatro para que le coja afición.
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