lunes, 6 de julio de 2009

Paseando por la Mezquita, de Medina Azahara



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Pensaba una noche a solas
Si yo llegaría al cielo
paseaba por la mezquita
estuve un tiempo en silencio

Y mi cuerpo destrozado
lleno de ira y desprecio
por tantas humillaciones
que hacen pasar por el tiempo
Nos unimos en silencio
con una esperanza nueva
de resurgir en el cielo
unida nuestra bandera

Y mi cuerpo destrozado
lleno de ira y desprecio
por tantas humillaciones
que hacen pasar por el tiempo
En 1980, cuando nace el grupo de rock cordobés Medina Azahara, estudiaba yo COU, en el instituto de mi ciudad. Había escogido, entre las asignaturas optativas , Historia del Arte. El arte siempre me había gustado y pensé que podía ser una buena opción. Sin embargo quien impartía la materia era un verdadero hueso, antiguo director y personaje de reconocido autoritarismo e ideología conservadora. Mal asunto en tiempos de plena Transición, en los que el instituto se había caracterizado por acoger a activistas de partidos de izquierda tanto entre el profesorado como en el alumnado, como era mi caso. Así que, junto a otros dos amigos, decidimos prepararnos la asignatura en común, para aunar esfuerzos y garantizarnos el aprobado, sobre todo porque uno de ellos, hoy decano de la Facultad de Ciencias del Trabajo de la Universidad de Córdoba, era sobrino de un historiador amigo de dicho profesor. Nos preparábamos alternativamente los comentarios sobre obras de arte que había que presentar en cada clase, con lo que garantizábamos que se nos notara, demostrando dedicación e interés por la asignatura. Y en el trabajo de fin de curso escogimos las dos “manifestaciones artísticas de carácter arquitectónico” (así empezaba cada comentario de obra de arte que hacíamos, aunque cada vez tenía un carácter ya fuese pictórico, escultórico o arquitectónico) más representativas de la Córdoba califal, la Mezquita y Medina Azahara. Como el nombre del grupo y parte del título de la canción que comento hoy. Eran tiempos de euforia autonomista (en 1980 se celebró el referéndum sobre la autonomía, el 23 de febrero, que pasaría a ser luego fiesta de la comunidad), y nos implicábamos en actividades políticas y culturales que ensalzaban el pasado de nuestra tierra, con lo que la época del califato de Córdoba se convirtió en un referente (casi mítico) del autonomismo andaluz. No era de extrañar que eligiésemos con entusiasmo semejantes monumentos de la capital de nuestra provincia. Pudimos contar con abundante bibliografía, sobre todo de la mezquita, proporcionada por el tío de mi amigo. No en balde era y es canónigo archivero de la Catedral de Córdoba, y tenía estudios y publicaciones sobre el tema. Para mayor ayuda nos acompañó (junto a nuestro profesor) a una visita guiada en dicho recinto, donde pudimos ser testigos directos de los hallazgos más recientes del momento y que recogimos, como primicia, en nuestro trabajo: la retirada de las techumbres abovedadas de yeso que cubrían los artesonados y vigas originales de la mezquita. Con este trabajo aprendimos muchas cosas de este monumento, así como pudimos dejar atrás algunos tópicos erróneos que circulan aún sobre su originalidad.
La estructura de la mezquita consta de tres partes: el patio de las abluciones (ahora llamado de los naranjos, aunque originalmente no eran estos árboles los que lo adornaban), el alminar (torre del muecín) y el oratorio, formado por 19 naves delimitadas por arcos de medio punto (copiados de los romanos) sobre pilares sostenidos por otros de herradura de origen visigodo, sobre columnas romanas y visigodas, creando un bosque de columnas que forman espacios a modo de basílica romana (pero al mismo nivel) seguramente copiados de la iglesia goda de San Vicente, sobre la que se construyó, al destruirla los invasores musulmanes. Esta técnica inspirada en la basílica, y sucesora de la empleada en la de San Vicente, permite sostener la techumbre a gran altura, con elementos ligeros, haciendo visible el espacio, por donde circula la luz, y permitiendo que se puedan cubrir grandes espacios (la de Córdoba era la segunda mezquita en superficie tras la de La Meca), sin recurrir a las tirantas que vemos sujetar los muros entre los arcos que se usaron en otros ejemplos que buscaban la grandeza. Aquí reside la originalidad del monumento, en copiar técnicas que los arquitectos árabes no usaron antes. Los materiales, en principio fueron extraídos de edificios anteriores no musulmanes. E incluso el mihrab de la ampliación de Alhakem II (la última hacia el sur, a lo largo, pues la última reforma es hacia el este, ensanchando su superficie porque el Guadalquivir impedía su crecimiento a lo largo) tampoco es obra de alarifes musulmanes exclusivamente, ya que emplean para su decoración mosaicos bizantinos colocados por artesanos del reducto oriental del imperio romano. Por ello la mezquita es un híbrido arquitectónico ya en época islámica, híbrido que seguiría siendo tras la Reconquista al respetarse su estructura y elementos principales, siendo reformada significativamente en su interior al incluirse una edificación de gótico tardío con elementos renacentistas, al no permitirse su destrucción, como la iglesia había querido, para edificar su catedral. Esto, en los años ochenta, lo veíamos como una agresión al monumento. Hoy comprendemos que una intervención así fue la que permitió conservar casi en su integridad el edificio, ya que si algunos se hubiesen salido con la suya, el ánimo de revancha por la destrucción de la iglesia de San Vicente, habría conseguido arrasar el templo musulmán, no dejando piedra sobre piedra. Esta conversión forzada era como un símbolo de esas “humillaciones que hacen pasar por el tiempo”, como dice la canción del grupo, que lleva el nombre del otro símbolo arquitectónico cordobés, la villa cortesana de Medina Azahara, destruida paradójicamente por los mismos musulmanes, en rencillas internas. Humillaciones que se han venido repitiendo periódicamente en Andalucía (aunque con periodos de esplendor, como el que hubo tras la conquista de América) y que han forjado el carácter andaluz, que además del tópico festivo, estaba determinado por el silencio, la ira y el desprecio, impuestos por la sumisión, de los que habla la letra del tema. Sentimientos reflejados y característicos, junto a la queja, el quejío, del cante flamenco, que seguramente nació en estas tierras, como respuesta a esa postración. Esto sirvió para motivación del autonomismo, convirtiendo el pasado supuestamente independiente del periodo islámico, en ideal (mítico y místico) político, como dije antes: “una esperanza nueva, de resurgir en el cielo, unida nuestra bandera”.
Este deje flamenco es una de las notas vocales del modo de cantar de Manuel Martínez, el líder de Medina Azahara, lo que, unido a sones aflamencados en la música o adornos arábigos, hizo que a este grupo se le clasificara al nacer dentro del estilo de rock andaluz, que capitaneaban grupos como Triana, Imán Califato independiente, Cai, o Alameda. Sin embargo Medina Azahara siempre ha sido una banda de heavy metal, como lo demuestra sus estética desde el principio, y lo sigue siendo afortunadamente, pues ello le libró de desaparecer cuando a las discográficas les dejó de interesar este estilo, para dejar paso a los grupos “ochenteros” de la “movida”. Ellos se salvaron y hoy día siguen en la brecha, con una amplia producción. El tema “Paseando por la mezquita”, una balada rock, se convirtió en un himno para-político y también en bandera del grupo, canción emblemática siempre repetida en sus conciertos. Hoy día sigue siendo así. Tiene un inicio vibrante, solo musical, que exalta el ánimo y te mete de lleno en sus directos (lo he comprobado varia veces), donde los teclados y la guitarra eléctrica lideran la explosión de ritmo, aunando lo que suena a moruno y lo heavy. Y pasa a las notas dulces y líricas que acompañan a la letra, escueta pero muy sugerente, de la canción. Aquí la guitarra deja a las claras la naturaleza de rock duro del grupo, repito, a pesar de su fugaz encuadramiento en aquel movimiento andaluz. Una obra maestra del género metal hispánico.
El grupo ha pasado por varias épocas, dando lo mejor de sí en una amplia discografía, en la que han participado muchos de los componentes que se han incorporado a la banda, siendo Martínez el único nexo de unión entre ellos y actual superviviente desde los inicios. Su último trabajo, Origen y leyenda, fue presentado hace pocos días en Córdoba, ante unas 50.000 personas, durante la Noche Blanca del Flamenco, interpretando también otros de sus temas ya clásicos. Algunos se preguntaron qué hacía el grupo en un festival callejero de flamenco, pero lo mismo se interrogaron con Rosario Flores, la otra participante del escenario que los cobijó en una noche calurosa de junio cordobés. Da igual, sus fans, que no son pocos, disfrutaron una vez más con este grupo casi legendario y también, como no, del legendario tema, Paseando por la Mezquita, como ese himno que nunca debe faltar en sus trepidantes conciertos. Y que sea por muchos años...

(Artículo publicado simultáneamente en El Mundano)


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