domingo, 25 de abril de 2010

La revolución de los claveles y lo que nos influyó

Hoy es 25 de abril, el 36 aniversario de la revolución de los claveles, que devolvió a Portugal la democracia tras una dictadura de las más antiguas de Europa, junto con la española de Franco. Esa revolución acabó con la dictadura que había instaurado Oliveira Salazar y que capitaneaba en ese momento Marcelo Caetano. Al emitirse la canción “Grândola, Vila Morena”, desde Radio Renascença, las fuerzas armadas portuguesas, divididas y agotadas por la guerra colonial con Angola y Mozambique, dan un golpe de estado acabando por la fuerza con la dictadura. En España, la oposición democrática lo vio como un soplo de aire fresco que traía la esperanza de un cambio en nuestro país.

El régimen de Franco vio las orejas al lobo y, seguramente, asesorado por sus aliados en la administración norteamericana, intentó una “maniobra de lavado de cara”. Política que había empezado unos meses antes, en febrero de ese año 1974, con el discurso de toma de posesión de Arias Navarro como presidente del gobierno, tras el atentado de ETA, que costó la muerte del anterior, el almirante Carrero Blanco (en diciembre de 1973), íntimo amigo del dictador y representante del continuísmo más duro. Fue el conocido como “Espíritu del 12 de febrero”, también con el nombre de “Apertura”, donde lo llamativo fue el “Estatuto de Asociaciones Políticas”, en desarrollo de las Leyes Fundamentales del Movimiento. No habría partidos, pero se abría un cauce de participación, “desde dentro del Movimiento”. Fue una época de pasos atrás y adelante, forzados por el miedo a una oposición democrática que cada vez más quería salir a la luz y cambiar las cosas, a imagen de la marea portuguesa. El sector más duro del régimen, que fue conocido como “el Bunker”, por representar una fortaleza defensiva de guerra, se opuso a esta “apertura”, por significar el suicidio político del sistema. Los “aperturistas” luego pasarían a ser “reformistas”, cuando la reforma que planteó Arias Navarro (ratificado como presidente del gobierno por Juan Carlos, tras la muerte de Franco) fracasó y éste se pasó al núcleo duro, donde estaban Fraga, y los que luego fueron conocidos como “los siete magníficos” que pertenecían a Alianza Popular, federación de partidos surgidos de las asociaciones políticas amparadas en aquel Estatuto franquista. Los juicios y los fusilamientos de terroristas de ETA o el FRAP marcaron la etapa dura del fin del periodo de vida del dictador.

Muchos aspectos hacían pensar en similitudes con el proceso portugués: una importante clase media deseosa de expandirse y progresar en libertad; una oposición política, encarcelada o en el exilio, reorganizada y cada vez más combativa; la agonía de las instituciones, demasiado marcadas por el personalismo del dictador; los medios de comunicación, cada vez más libres de la tutela oficial, pero censurados por los aparatos del estado; la aparición en el ejército de grupos demócratas; las guerras coloniales (en España el caso del Sáhara), que suponían un enorme coste, cuando estaban condenadas al fracaso, por la presión internacional. Desde dentro se imponía la idea de un cambio de rumbo, aunque fuese leve cambio. La muerte de Carrero fue el aldabonazo, y la revolución portuguesa aceleró este estado de opinión, partidario de cambiar algo para que todo siguiera, no obstante, igual.

El 20 de noviembre de 1975 muere Franco. Ya antes el problema colonial se resolvió a la tremenda, abandonando el Sáhara a su suerte. Por cierto, me hacen gracia ver ahora a los “niños y niñas” de la OJE (junto a la “verdadera izquierda”, deseosa de culpar al PSOE de todo lo malo que pase en el mundo) en hacer del Sáhara una causa ineludible, cuando SU RÉGIMEN fue el que les dejó tirados, permitiendo que Marruecos se adueñara del territorio. Tampoco estaría de más que los dirigentes saharauis asumieran su responsabilidad por haber aceptado el apoyo, la financiación y el armamento prestado por Marruecos, permitiendo que este país estuviera en las mejores condiciones para impedir su independencia, en lugar de culpar solo a España.

Arias Navarro continuó pero su reforma (más acorde con lo que quería el régimen) fracasó y le sucedió el Secretario General del Movimiento, Adolfo Suárez. Su ley de reforma política salió con éxito, fue apoyada por las cortes, ganó el referéndum, y, así, la oposición democrática tuvo que estar y pasar por la legalidad franquista, para salir a la luz. Por eso solo el partido que se inventó el gobierno, la UCD, el de Fraga (AP) y los grupos que componían el Movimiento Nacional, ya separados (carlistas, Falange Española y de las JONS, y las asociaciones que se desgajaron, pero coincidentes cien por cien con el Movimiento, como Fuerza Nueva) pudieron presentarse junto con el PSOE, el PSP, la Democracia Cristiana (salida del régimen también, pero años antes excluida por traidora por aquel llamado “Contubernio de Munich”), y el PCE, a las primeras elecciones después de la muerte de Franco. No pudieron presentarse otros muchos grupos políticos (ORT, PTE, PCOE, etc), al no haber sido legalizados, y tuvieron que disfrazarse de candidaturas independientes.

Una de las leyes que aprobaron estas Cortes, salidas de las elecciones de junio de 1977 fue la de amnistía. Antes de morir Franco era una exigencia generalizada. Pintadas, pasquines, manifestaciones, cada acto político de la oposición democrática contenía la petición de amnistía. En Portugal no hizo falta, con el golpe militar. Cuando triunfaron, la gente salió a la calle y excarceló a los presos políticos, permitiendo también la vuelta de los exiliados. En España hubo una mínima concesión del gobierno, por decreto, pero era insuficiente. Era necesaria una ley no solo para sacar a todos los presos de las cárceles, sino también para que se anularan los juicios políticos, y dejase de ser delito las lucha por la libertad y el derecho de asociación política. Solo se opusieron a esta ley de amnistía los residuos del régimen (Fraga y sus siete magníficos), porque no querían que cambiase de verdad el panorama y ver a sus enemigos en la calle. Además todavía albergarían el deseo de perseguir a los luchadores por la libertad, cosa que permitía la primera amnistía por decreto.

En Portugal hubo ruptura, en España hubo reforma. En Portugal el dictador fue expulsado del poder y se fue a Brasil, al exilio. En España el dictador murió en su quirófano improvisado en el Palacio del Pardo, ejerciendo su poder. Por eso era fundamental la amnistía, para permitir la reconciliación entre los españoles ganadores y los perdedores de la guerra civil. Nada que ver con las leyes de punto final de Argentina o Chile, donde se exculpaba al régimen, sino que por ella se liberaba a los presos políticos y se garantizaba la no persecución de los luchadores por la libertad. La Constitución, que nadie propugnó, por cierto, en las primeras elecciones, sí dio “la vuelta como un calcetín” al estado fascista, convirtiéndolo en una democracia liberal. Mientras en Portugal varios años de incertidumbre entre democracia y “república socialista” (al estilo soviético) hicieron vivir incluso un nuevo golpe, que acabaría con la duplicidad de las instituciones, las políticas y las de gobierno de los militares golpistas, restableciéndose el estado actual regido por elecciones libres entre partidos, con los militares en los cuarteles.

En nuestro país vecino celebran el 25 de abril como fiesta nacional. Hoy están de fiesta y no cuestionan sus libertades. Nosotros ahora lo cuestionamos todo. Incluso lo que exigíamos, con escasa fuerza, pero con el convencimiento de su inexorabilidad: aquel perdón y cambio del statu quo que supuso la amnistía, para poder salir a la luz y ofrecer a los ciudadanos nuestras convicciones y propuestas de política a todos los niveles. Esto no debemos olvidarlo. Los que lo vivimos, al oír algunas cosas que se dicen, no lo hacemos. Esto también es memoria histórica.

8 comentarios:

Octavio Junco dijo...

Sólo una ligera rectificación a esta fidedigna exposición de hechos ya históricos: Franco no murió en un quirófano improvisado en El Pardo, sino en el Hospital de La Paz, Avenida de la Castellana.
Su yerno, el M. de Villaverde, lo hizo trasladar a dicho hospital, porque en El Pardo ya no era posible mantenerlo con vida asistida.
Yo pasaba diariamente frente a dicho hospital, tanto para ir a mi trabajo como para volver a mi domicilio, y solía ver el movimiento de gente importante en la puerta, incluido el príncipe. Su nieta Carmencita era una preciosidad.
Le retiraron dicha asistencia en la madrugada del 20 de noviembre porque, según se rumoreó por Madrid, se quiso que coincidiera con el aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera.

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

Lo de Portugal fue admirable y un ejemplo, aquí tenemos poca memoria y enseguida nos olvidamos de lo que cuestan las cosas.

Un saludo.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Bueno es saber todos los detalles, aunque lo que yo quería que se entendiera era la diferencia entre el fin de ambos regímenes, el de Portugal, y el español. Rupturista el primero y por muerte natural el segundo. Lo que ha condicionado sobremanera la evolución histórica posterior. Gracias, no obstante por la rectificación, y precisión de los hechos, que yo no recordaba, Octavio.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Quinto forajido, lo de Portugal fue ante todo ilusionante para los demócratas españoles. Pensamos que era una oportunidad que vendría con el "efecto dominó". Lo malo es que aquí no se pudo hacer lo mismo, era imposible. Por eso era tan necesario partir de que el poder lo seguían teniendo, después de morir Franco, quienes ganaron la guerra. Y encima el pueblo, en general, lo consentía, cosa que se olvida a menudo. Luego la gran mayoría aceptó la democracia como algo positivo. Pero no nos olvidemos que días antes de morir el dictador la plaza de Oriente de Madrid se llenó de partidarios de todo tipo, cuando nos condenaron internacionalmente por los fusilamientos. La ruptura, como pasó en Portugal, fue una utopía irrealizable aquí. Como dices, hay que recordar de vez en cuando a algunos "valientes actuales" que las cosas no fueron fáciles ni gratis. A toro pasado mucho demócrata o progre de ahora da lecciones. A esos me hubiera gustado verlos entonces en la clandestinidad, y siendo perseguidos por la guardia civil o la brigada político social. Otra cosa dirían ahora.

Un saludo.

Jesús Herrera Peña dijo...

¿Ves? ¡Lo que son las cosas!
Hoy para Portugal es el día de la Revoluçao dos Craveles y para España no es más que el día de San Marcos o "día de las aguas".

Saluz.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

¡Ay, Jesús!, que le vamos a hacer. Si se pudiera dar marcha atrás al tiempo....Pero eso no es posible, ni sin internet, ni con internet. Yo de todas formas he celebrado el 25 de abril y felicito a los portugueses, que para eso son vecinos. Un par de añitos más de democracia tienen (bueno algo más).

Saludos.

Alberto dijo...

Gracias por la exposición y la información.
Me ha gustado saber esto que no sabia
Un abrazo

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

De nada, Alberto. Por desgracia estos hechos se dan por sabidos y se olvida su significado. Quienes no lo vivieron parece que creen que siempre hemos vivido en democracia, o que ésta llegó por "ley natural", como llega el verano tras la primavera. Nada de eso es cierto, costó mucho, una parte minoritaria de España, no siempre heredera (familiar) de los perdedores de la guerra civil, tuvo que sufrir mucho para conseguir el régimen actual (hubo muertos también en la transición). Y los vencedores, bien instalados en el poder se resistieron algunos y otros fueron pragmáticos tras la muerte del dictador, pero siendo al mismo tiempo conscientes de su posición de poder. La "reconciliación nacional" fue una exigencia de la oposición democrática, porque era consciente de ser "perdedora" de la guerra. Por ello fue fundamental la amnistía. Nada que ver con las leyes de punto final de Chile o Argentina. Recuerdo como entonces teníamos que enseñarle a la gente "normal", de orden, conservadora, católica, "apolítica", como se decía, que no teníamos cuernos ni rabo como el demonio. Y que no iba a volver la época de la anarquía, la quema de iglesias y conventos, y los asesinatos por las calles (que solo hacía una minoría extremista). Esto se olvida ahora y creo que nos equivocamos haciéndolo.

Un abrazo.