Esta noche, en muchos lugares, se celebra la fiesta de la candelaria. Una fiesta cristiana hoy día, pero de claro origen pagano. En otros lugares, por imperativo del calendario laboral (para quienes éste les afecte), las fiestas se retrasan al fin de semana.
En tiempos de mi niñez vivíamos la candelaria fuese cual fuese el día de la semana en que tocase. En la noche del día uno de febrero, la víspera de la Purificación del Señor, se encendían candelas, fogatas u hogueras, en muchas calles del pueblo. En mi barrio se hacía una en esa placita sin nombre que se formaba al final de la Calle José de Mora, en medio de la Calle Río Seco y frente al Huerto de Gálvez. Yo no participaba, para mi desgracia, de los preparativos que realizaban los niños del barrio, porque mi padre no nos dejaba. Pero sí contribuíamos con restos de poda, muebles viejos u otros desechos que se llevaban para apilarlos en la deseada hoguera. Con mis ganas me quedé, más de un año, de participar en la búsqueda de trastos combustibles, de las labores de acarreo y apilado, y en las de protección del montón de chasca, pues siempre ha sido deporte de reconocida afición el acrecentar tu depósito de materiales con los acaparados por otros infantes en sus respectivas hogueras. O sea, quitarles a ellos su leña para que nuestra fogata fuese mayor. Sana competición que alguna vez terminaba no siendo tan pacífica. Varios días duraba la preparación. Y la noche del uno de febrero la calle era una fiesta. Todos salíamos de nuestras casas para disfrutar de la candela. Juegos, cantos, charlas o simple contemplación del fuego. Un verdadero placer que se prolongaba hasta bien entrada la noche. Al día siguiente, fuese al ir a comprar el pan a la panadería de Higueras (La Lágrima) o al colegio, casi siempre me encontraba con algún resto de las brasas, que quedaba presente para dar fe del rito concelebrado.
Años después, el ayuntamiento se propuso promocionar la fiesta, que había decaído. En la Mesa de San Pedro, primero, y en el recinto ferial después, ha organizado una hoguera o "candelaria municipal", con la colaboración de asociaciones culturales, musicales o de animación. Este año creo que no va a haber. Será otra consecuencia de la crisis. Espero que los barrios que han mantenido la tradición o la han recuperado en estos años, sigan con su celebración.
Las ganas de acelerar el fin del invierno y la llegada de la primavera
fue desde hace siglos el origen de las hogueras que, además, servían
para destruir los restos de poda y de la limpieza de los campos, para
permitir que los frutos agrícolas surgiesen sin obstáculos. También era ocasión para desprenderse de lo que ya no nos hacía falta, o nos estorbaba, arrojándolo al fuego en un rito purificador. Los celtas llamaban Imbolc a esta fiesta, refiriéndose al ombligo de las ovejas, que estaban dispuestas para parir y amamantar a sus crias. Todo el rito de vuelta a la vida, dejando el frío atrás, y ayudado por el fuego, se hace presente. No es raro tampoco que el tiempo termine haciéndonos una mala pasada, trayendo más frío, como los estertores del invierno que va llegando a su fin. Como la ola de frío continental que anuncian para el fin de semana.
El sábado pasado hicimos una hoguera, en una fiesta para despedir a unos amigos que se van hoy a Colombia en busca de su segundo hijo adoptivo. Los restos de la limpieza y poda de plantas y árboles de la parcela que nos acogió, sirvieron de improvisada candela. Así que hicimos nuestra propia Candelaria. Una amiga me comentó que su padre le había dicho que de niño vio más de una vez cómo sacaban a una virgen de la ermita que había pertenecido al Hospital de Santa María de la Coronada. La llevaban cubierta de un velo hasta la Parroquia de la Asunción, y se lo quitaban cuando ardían las candelas, "cuando se había purificado la imagen". Un rito que desapareció hace muchos años. Yo esto no lo he conocido, pero seguro que si algún clérigo, amigo de rituales, pompas, boatos y demás añeja liturgia, se entera, es capaz de reinstaurarlo.
Estas noches son noches del fuego, que limpia los pesares, que rehabilita cuerpos y espíritus. Seguramente el fin de semana rematemos el rito con otra buena candela. Para que llegue pronto la primavera. Para que la naturaleza florezca. Para que la vida entre en calor y la alegría vuelva, con una cálida sonrisa.
2 comentarios:
Ayer me puse malo, los escalofríos de lo esperado,el agua que no llega en este desierto de pudedumbre e hipocresía derramándose en babosas palabras...
La candela, el fuego renovando la vida, el calor, la solidaridad y la comunidad...Todos los años que he estao en palma he ido un rato con mi hijo y mi amada.
Me encanta, trae memoria y ensueños, vidas ya muertas y otras naciendo...
A la calle y hagámosnos los ciudadanos del fuego el que renueva siendo tan viejo.
Un saludo y disculpar mi fuego fatuo.
¿Disculpar, Etnopoética? Nada hay. Gracias por tu inspirado comentario. Y que te recuperes.
Publicar un comentario