La Plaza de Andalucía,
conocida popularmente por la plaza del ayuntamiento, y en mi niñez,
como plaza del Comandante Baturone (aunque creo que en la placa
terminaba con “s” este apellido), es otro de los lugares señeros
del paisaje urbano palmeño. Era y es un punto de encuentro entre la
calle Feria, donde finalizaba ésta, y puerta a la Parroquia de la
Asunción, donde iba a misa de niño con mi madre y mi hermano menor,
el ayuntamiento, la oficina de telégrafos y salida hacia la
carretera, pasando por las Avenidas de Córdoba, Diputación y del
Generalísimo, con la única interrupción en la plaza del Alférez
Provisional, homenaje al empleo como militar que tuvo el último
alcalde franquista palmeño (hoy Glorieta del Parque).
Su historia, como parte
del arrabal que sirve de expansión del casco urbano, tras la
Reconquista, es un fiel reflejo de la confluencias de poderes que se
instituyen entonces: señorial, municipal, judicial y religioso
(dentro del recinto amurallado). La plaza parece que no llegó a
conseguir del todo la morfología típica de las plazas castellanas
(planta rectangular, con soportales, formada por edificios principales), ya que
siempre la hemos conocido sin cerrar. Aunque hoy día aún apunta a
ese intento de conformar un espacio urbano superpuesto a la muralla
almohade original. No es mi intención entrar en exponer tesis
históricas sobre el particular, que tanto debate han originado entre
los interesados. Aunque apunto que siempre he sido partidario de
conservar la “legibilidad” (como se dice ahora) del espacio como
“plaza”, edificada en un momento histórico definido, aunque se
recuperen elementos de la arquitectura musulmana, como se ha hecho.
En este artículo solo intento recordar las manifestaciones urbanas
que conocí en otro tiempo y su evolución posterior, como estoy
haciendo en otros artículos sobre el pasado arquitectónico de la
Palma del Río que conocí en mi infancia y adolescencia.
Y me basaré en el
material gráfico conservado de varios reportajes. Así, reproduzco
también imágenes de tiempos en que no viví, pero que son
ilustrativas de la fisonomía propia de este espacio, para que sirvan
de comparación con el aspecto posterior. Como, por ejemplo, la
imagen del ayuntamiento de finales de los años treinta, donde
destaca la presencia de la valla enrejada o el remate de la fachada,
encima del balcón, con el escudo local. Vemos árboles en el suelo
terrizo, sin pavimentar aún, y tras la valla.
O la de 1962, donde ya no
hay vallado y el escudo del remate ha sido sustituido por un reloj.
El suelo está pavimentado y vemos farolas en forma de báculo y la
fuente que se construyó en 1961 y que todavía existe en el centro
de la plaza. Las zonas verdes son arriates cuidados y delimitados
con esmero.
Algo que se repite en la otra imagen posterior, aunque el
remate de la fachada ha desaparecido, y donde los vehículos cobran
protagonismo, al estar más desarrollada Palma económicamente. Por
eso aparecen unas indicaciones de dirección con las distancias de
los destinos, se nos pide “prudencia” y se nos deseaba “buen
viaje”. Hay coches aparcados en las cercanías del edificio anejo,
sede de
Falange Española y de las JONS y la Sección Femenina, que
compartían la planta baja de la edificación, junto con la
OJE y una
escuela, y en cuyo segundo piso estaba la
Biblioteca Municipal.
Esa misma edificación la
podemos ver, junto con uno de los arcos que coronaba la entrada, en
este caso, de la calle Ruiz Muñoz, y que, junto al que se instaló a
la entrada de la calle Feria, levantado en 1961, tenían como fin
buscar la unión de las construcciones, con la idea de dar más
imagen de plaza, imitando de alguna manera el Arco del Sol, entrada
original al recinto amurallado, tras la Reconquista.
Esta parte de la plaza
también tuvo su importancia en mi niñez, pues en ese edificio anejo
al ayuntamiento también estuvo la escuela donde cursé mis primeros
cuatro años de educación primaria, la escuela del Patronato del
Frente de Juventudes, también conocida como la escuela de Don
Antonio Chaves, por ser su Director (y maestro y tutor de todos los
cursos allí impartidos) Antonio García Chaves, que también ejerció
de concejal y teniente de alcalde en tiempos del ayuntamiento regido
por el sistema de “democracia orgánica”, implantada por Franco,
con Miguel Delgado de alcalde. Estuve en ella desde 1968 a 1972,
cuando pasamos mi hermano Roberto y yo al Colegio San Sebastián, el
del paseo.
En la otra esquina estuvo
la carpintería, creo que de Angulo, que vemos también en una
fotografía de la
postguerra, del Archivo Municipal. En ella
apreciamos los palos en la puerta, junto a la fachada, con los que
más de una vez jugó mi hermano Pepe, junto con otros niños, como
Pepe
Cuevas, que vivió en el rincón del juzgado, en la única
vivienda que existía del Palacio. El suelo era terrizo aún, y la
entrada a la calle Feria, lógicamente sin ese artificial arco que
instalaron en los sesenta. En la esquina hay un burro a la puerta del
Bar García, nombre que mantuvieron establecimientos similares
posteriores, aunque no fuese el de sus titulares, pues concretamente
los últimos fueron los hermanos Rodríguez, Atanasio y Antonio, este
último dedicado al pulimento de suelos en la actualidad, con el
apodo de
“El gallo”, como también se conoció a su bar. A la
izquierda vemos parte del pedestal donde se ubicó la
Cruz de los
Caídos, la financiada por Felix Moreno Ardanuy, que posteriormente
retiraría el ayuntamiento, para instalarla en la Plaza de los
Caídos, en un lienzo de la muralla, junto a la puerta Norte del
recinto, conocida como del
Arquito Quemado, donde se ubicó la ermita
de las Angustias.
Ese mismo pedestal con la
cruz se ve en la siguiente fotografía, facilitada por Francisco
Godoy, del archivo de su suegro, Pepe Onieva, tomada desde la calle
Cardenal Portocarrero.
Siguiendo nuestro
recorrido, vemos en la siguiente fotografía el arco de la calle
Feria. Arco adornado con el escudo en mosaico de cerámica y rematado
con una veleta con los motivos principales del blasón: la palmera y
los lobos. Era éste más rico en decoración que el de la calle Ruiz
Muñoz y con el mismo ancho que la profundidad del edificio del
juzgado municipal (como reza la placa cerámica que aún subsiste,
aunque fueron luego llamados “juzgado de distrito” y hoy es
juzgado de paz), que se ven a la derecha, cuando todavía se entraba
a la sala de vistas por esta esquina. Inmediatamente de pasado el
arco se ven las carteleras que anunciaban las películas de los dos
cines de la época: el Salón Jerez y el cine San Miguel. Más de una
vez me refugié de la lluvia bajo ese arco. Como anécdota, las
palabras de mi padre, que me llevaba en brazos, cuando le pregunté
por un esqueleto que había dibujado en un afiche y le pregunté qué
era aquello: “la muerte canina, la muerte pelá”. Cosas que no se
olvidan.
En los años setenta la
plaza sufre una
impactante remodelación. Se tiran los arcos modernos
(no lógicamente el arco histórico llamado Arco del Sol, que da paso
a la calle Cardenal Portocarrero, y que está horadado en la torre
Este de la muralla, junto a la puerta original) y algunos edificios
que conforman el rectángulo. Concretamente la antigua carpintería y
el bar que hacía esquina con la calle Feria, dejando verse la
calle
Muñoz, entonces llamada Capitán Cortés. Donde estuvo la
carpintería el ayuntamiento construyó un edificio para ubicar a
Correos y
Telégrafos. El primer servicio estuvo en la calle Capitán
Cortés, como comenté en mi post sobre la calle
San
Sebastián. Y el telégrafo estuvo en otro local enejo a la
Casa Consistorial, ocupando el solar donde ahora tenemos el cuartel
de la Policía Municipal. Las demás edificaciones se sustituyeron
por pisos en segunda planta y locales comerciales, el bar antes
citado y donde se instaló
Foto Rueda, tras dejar su tradicional
local de la calle Feria.
La otra construcción que
desapareció fue el edificio del ayuntamiento, que a finales de los sesenta
amenazaba ruina. Algunos servicios fueron trasladados en 1969 a la
Avenida Fray Albino, a un edificio en la placita de los pisos de
Dragados, donde terminaron todas las dependencias de forma
provisional. Pues en 1972 el ayuntamiento aprobó un proyecto de
nuevas Casas Consistoriales por un valor de 14.721.821 de pesetas.
Las obras cuya estructura vemos en esta otra imagen se prolongaron
varios años. Quedándole poco tiempo de disfrute el alcalde que las
encargó, Miguel Delgado, pues dejó la alcaldía con las primeras
elecciones democráticas de abril de 1979. La nueva corporación casi
estrenó el edificio que hoy conocemos. Esta corporación terminó la
obra de la antigua OJE, que pasó a ser Club Juvenil primero y luego
Casa de la Juventud. Una escuela-taller hizo un nuevo edificio que
sustituyó al anterior, hoy en uso.
Cerrando el perímetro de
la Plaza, el juzgado que hoy tenemos sigue estando en el viejo local
de dos plantas, con fachada de arcos de medio punto ciegos, que
acogen ventanas y puertas, imitando la disposición que tendría en
siglos pasados todo el conjunto. Salvo en el Arco del Sol, donde se
ubicó un balcón de estilo plateresco en la segunda planta,
correspondiente al Palacio de los Condes, del siglo XVII (el balcón,
pues el palacio es del XVI). Luego estuvo una cochera de ladrillo
visto rojizo, que adquirió el ayuntamiento, junto con unos corrales,
para derribarla y dejar visible la entrada original de la torre, que
estaba originalmente en recodo, para facilitar su defensa.
En
aquellos tiempos guardaban
carruajes y
coches, como vemos en la
fotografía, apreciándose con claridad los
arcos de herradura
musulmanes originales, uno, el que da a la calle Cardenal
Portocarrero, tapiado y con una puerta de madera, para facilitar el
acceso. En esta
web
podéis ver una panorámica de la restauración del arco con la
puerta al descubierto.
Y terminamos con la
esquina norte de la plaza, frente al ayuntamiento, la formada por la
casa de los hermanos Ruiz (Antonio, Carmelita...), edificio moderno
que quedó exento al derribar el ayuntamiento los corralones que
adquirió del Palacio, dejando una penetración hacia la calle
Muralla. Y que vemos en la fotografía de 1962, a la izquierda. Casa
que yo conocí en su interior cuando en ella vivía la familia de
Juan Pinazo, antes de trasladarse a Sevilla.
Como vemos en las
imágenes, algo queda y algo ha cambiado en la plaza en estos casi 50
años de vida de quien escribe estas palabras. Algunos proyectos
globales se han redactado en este periodo para su reforma, como por
ejemplo lo que recoge el Plan Especial de Protección del Casco
Histórico (PECH), o las previsiones de restauración incluidas en la
solicitud de ayudas al FEDER. Hay idea, incluso de recuperar los
arcos artificiales que había en las calles, que, afortunadamente, en
mi opinión, desaparecieron en los 70. La plaza, se le llame como se
le llame, tenga la forma que tenga, seguirá existiendo como tal.
Espero.