En las entradas mencionadas anteriormente solo me
equivoqué en la apreciación de unas más que seguras elecciones generales en diciembre, ya que la investidura del candidato del PP han despejado el panorama... por ahora, puesto que
no son descartables elecciones en mayo del año próximo, si Rajoy no consigue apoyos para sus planes de gobierno (presupuestos, más recortes, reforma de pensiones...) En lo demás creo que no he estado demasiado desnortado. El PSOE sigue en
horas bajas y aparece
dividido en dos, según el devenir de los acontecimientos, que no en su estructura, ya dividido por las federaciones. Las
malas maneras de "ambos bandos" están dejando por los suelos la imagen del partido.
El PSOE solo tenía
dos caminos, a la luz de los
resultados electorales de junio (mucho peores que en diciembre y mejores para el PP, desbaratando un posible acuerdo para un gobierno de izquierdas, pues los números no cuadraban): o votar
no al candidato del PP (con lo que íbamos de cabeza a unas terceras elecciones que darían más votos y escaños al PP y menos al PSOE) o
abstenerse para evitar elecciones. Esta última creo que era la
menos mala opción. Mala por las consecuencias que ha traído de
división interna más agudizada y por los
ataques de los demás grupos. Y menos mala por permitir que haya
tiempo con el que poder
recomponer su situación interna. Lo
negativo es la
forma en que lo han hecho los antiguos sostenes de Pedro Sánchez, los que le han
descabalgado de mala manera, y, para colmo, apareciendo como aliados de los poderes económicos, interesados en que repitiera Rajoy.
Pedro Sánchez quedó como
víctima de una conspiración o golpe interno, pero con sus pasos posteriores ha demostrado ser no solo el "tonto útil" que habían creído quienes le auparon en las primarias y luego derrocaron al volar por libre, sino un personaje
negativo para el partido, al que ha estado
engañando sistemáticamente. En la
entrevista de Jordi Évole del domingo se levantaron las cartas. Confesó que había
pactado con Podemos, el PNV y los independentistas catalanes, a espaldas de la dirección, y al mismo tiempo que abandonaba el acuerdo
refrendado por los militantes que participamos en la consulta del pacto con Ciudadanos, mientras en público insistía en el posible gobierno con las dos fuerzas políticas. Llegó a
alabar a Podemos, arrepintiéndose de haberles calificado como populistas (¿qué los considera ahora, la verdadera izquierda?). Asumió las tesis
"catalanista" de que España es nación de naciones, sin debatirla en el seno del partido (solo la asume por libre el PSC), abriendo paso a las
tesis favorables al referéndum independentista (lo del "derecho a decidir" es un timo, si no se quiere la independencia no hace falta consulta, y, además, quienes lo piden no tienen reparos en llevan la
pancarta de la independencia en sus manifestaciones) y propugnando una
negociación unilateral con los independentistas. Incluso se planteó la
abstención en la investidura, pero insistió en el
"No, es no", cuando Rajoy pidió más compromiso, eso sí, sin debatirlo tampoco en los órganos del partido. El "bueno" de Sánchez declaró ser un
maquiavelo, entre lágrima y lágrima.
En su
declaración tras la renuncia al escaño habló de continuar su lucha
"para refundar un Partido Socialista autónomo y alejado del PP, un PSOE abierto y unido, donde la militancia haga valer su voz en las decisiones trascendentes de la organización." Sus
pasos en estos días demuestran
otra cosa. Solo su deseo de
poder, un poder que no pudo mantener, pero que quiere
recuperar con el apoyo de los afiliados que se han
enfadado con el curso de los acontecimientos. Se ha lanzado en una campaña para pedir congreso extraordinario y primarias de forma inmediata.
Esta no es la refundación que yo he pedido desde este blog. Es solo un
episodio más en la
pelea entre dirigentes que tanto daño está haciendo al PSOE. Y sus
confesiones en el programa Salvados nos hacen pensar que sus planes pudieran ser convertir al PSOE en una especie de
sucursal más de Podemos. Algo que nos
repugna a muchos, sobre todo por el trato que han dado al partido esta formación y sus líderes, humillando y maltratando al PSOE durante este año de interinidad en las negociaciones, e incluso
aplaudiendo los
insultos que, en el debate de la votación de investidura, profirieron los portavoces de ERC y Bildu.
Desde el
"otro bando" tampoco lo están haciendo bien, precisamente. La postura de la
gestora, órgano excepcional y transitorio, asumiendo algunas veces
competencias de los órganos estatutarios les resta legitimidad y credibilidad. Pero, viendo su
composición, no podía esperar demasiado rigor. El día en que fueron elegidos posaron muchos de sus componentes con una
amplia sonrisa, algo que demostraba que nos encontrábamos más en una
lucha por el poder, que por encauzar unas soluciones excepcionales y duras para un gran problema. Su misión es
preparar un congreso, no dirigir el partido de "forma normal". Creo que ese congreso debe ser el de la
refundación. Donde se debata
sosegadamente un
programa político y luego se elija la
dirección que lo lleve a cabo.
Sin prisas, pues hay tiempo (ya que no hay elecciones en diciembre, como era temible), pero
sin pausa, no prolongando más de lo debido la
provisionalidad.
Y eso debe hacerse en
interés del partido, no de algunos dirigentes en concreto. He leído hace poco que Felipe González le dijo al presidente de la gestora, Javier Fernández, que él debía
sacrificarse ahora, ya que Susana Díaz era el
futuro. Se equivoca Felipe.
Susana Díaz, la que promocionó a Sánchez para lo mismo, para que le preparase el camino a la secretaría general "en el futuro",
no goza ya de buena imagen. Muchos han entendido los
métodos que ha usado siempre para escalar en la jerarquía del partido, al ver lo ocurrido en estas semanas, y con ello se ha ganado la
inquina de muchos afiliados. Para colmo, en la federación andaluza ya le están saliendo
críticos, que incluso están recogiendo
firmas para pedir un congreso extraordinario. Es de las pocas presidentas de comunidad autónoma que tiene el PSOE, pero no debemos olvidar que
ganó las elecciones en Andalucía con
menos votos y porcenaje que Griñán, el único presidente andaluz que ha perdido unas elecciones (que ganó el PP en 2012), lo que pasó es que el PP se
hundió en 2015, quedando segundo, y la presidencia la
mantuvo (había sido nombrada por Griñán, al dimitir) al conseguir los mismos escaños y por el
pacto con Ciudadanos. Y, encima, en las pasadas elecciones generales el PP volvió a ser el partido más votado en Andalucía (el "efecto Susana" no funciona).
No es buena candidata, y como secretaria general responde al perfil de
interesados en su propio poder, ajeno a la realidad ciudadana, como ya comenté en anteriores entradas.
A pesar del
negro panorama, no creo que el PSOE vaya a desaparecer, como les gustaría a populares y podemitas. El PSOE, además de
militantes e
historia tiene el mejor
pegamento que existe en los partidos:
el poder. No es como algunos grupos que han tenido que echar el cierre, porque tenían unas pocas alcaldías y algunos concejales. El PSOE tiene cientos de concejales, diputados provinciales, diputados autonómicos, tiene el gobierno de varias comunidades autónomas, consejeros, directores generales, secretarios... todo un
aparato con el que conservar poder, y con ello,
mantener viva la organización. La
capacidad de unión que tiene el poder ya la comprobó el mismo Pablo Iglesias cuando se celebró (es un decir) el comité federal del PSOE del 1 de octubre y mandó (con la boca chica)
romper los pactos con el PSOE: donde
no gobiernan pero apoyan (Extremadura, por ejemplo) sí le hicieron caso los "suyos"; donde están en el
gobierno y tienen consejerías, direcciones generales, concejalías, etc, le dijeron que ya se lo
pensarían. Cualquiera les quita el poder. Pero ese poder, naturalmente, no debe servir para cualquier cosa.
La
refundación que necesita el PSOE es tanto de
líderes y
estructura, como
programática, empezando por el orden
inverso al que lo he expuesto. Debe
redefinir los objetivos de la
socialdemocracia de la España del siglo XXI (y en la Europa contemporánea), para que esa parte de los ciudadanos que se consideran de
izquierda y centro-izquierda tenga
motivos para votar, pues otras fuerzas políticas responden a otras visiones más
extremistas que no comparten. Y esos
objetivos deben ser los
mismos en todo el
territorio nacional, sin privilegios ni errores nacionalistas de ningún tipo. No debe caer en la tentación del
izquierdismo que ha predicado Pedro Sánchez, pues es la
antesala a la fusión por absorción por parte de Podemos y su núcleo dirigente comunista. Los estudios de opinión reflejan esa necesidad. Como el PSOE ha perdido la credibilidad, y pierde apoyos de forma creciente, es necesario
replantear muchas cosas esenciales. Y eso se hace con tiempo. Pero tampoco sin perder el tiempo. Ahí está el camino. Espero que quienes tienen
responsabilidades cumplan como debe ser.