En más de una entrada de este blog he nombrado a
Vientos del Pueblo, una asociación cultural que tuvo un importante papel en la Transición en Palma del Río. Creada entre 1976 y 1977, sirvió para iluminar el oscuro panorama cultural que había en nuestra ciudad por aquellos tiempos. Varios de los antiguos miembros de aquella asociación celebramos el sábado pasado una jornada de
reencuentro, tras tantos años, degustando un sabroso arroz, además de otras viandas y recordando viejas anécdotas, como colofón a los diversas reuniones que surgieron a raíz de la entrega de una
distinción el pasado mes de abril por el Ayuntamiento de Palma del Río, con motivo de los actos de
celebración del 35 aniversario de los ayuntamientos democráticos.
La asociación surgió cundo un grupo de personas que habían pertenecido a los Scouts que tenían su sede en el Colegio Salesiano, y que "habían sido invitados a abandonar sus instalaciones" (según comentó el sábado uno de ellos) se decidió a encauzar sus inquietudes por la cultura haciendo un llamamiento para formar algo nuevo en Palma. Un cartel que repartieron por las calles y comercios invitaba a una reunión, la primera, que tuvo lugar en las dependencias de la planta alta de la sacristía de la parroquia de la Asunción, un lugar que conoció muchas de las jornadas de trabajo del grupo cultural, como lo llamábamos. Un cartel que empezaba diciendo "Si eres joven y te interesa la cultura, acude a la reunión que se celebrará el día..." Yo asistí con un camarada de la Juventudes Comunistas, a ver qué era aquella iniciativa y quiénes estaban tras ella. La idea de hacerte tu propia cultura me encantó desde el primer momento. Y me quedé, ya a título particular.
Siguieron más reuniones, donde se fue avanzando en el objetivo de crear algo estable, y ya con un marcado ideal progresista. Alguien propuso el nombre de Vientos del Pueblo, en recuerdo al poeta Miguel Hernández (con "ese" al final del primer sustantivo, para dar idea de colectivo), como una forma de reivindicar la cultura popular, el sentido y la razón de nuestra existencia. Esa cultura popular, nacida de las raíces del pueblo, de la gente, en contraposición a la cultura elitista, individualista y comercial que imperaba en aquellos tiempos. Como definíamos nuestro ideario:
"Principios ideológicos: 1. Características definidoras de la Cultura:
a) Cultura popular, enraizada en lo que es propia del pueblo, sin manipulaciones.
b) Cultura alternativa de una nueva sociedad.
c) Cultura liberadora, que capacite al hombre para autoliberarse. Transformadora.
d) Realista, basada en la realidad existente.
e) Cultura autónoma, siendo los sujetos hacedores de esa cultura. No dirigida.
f) Cultura concienciadora, que hace tomar conciencia y a las vez concientiza. Crítica.
g) Cultura humanizadora, que potencia la creatividad, imaginación, fantasía, etc.
h) Andaluza, realzando los valores, actitudes, ideas, manifestaciones de Andalucía." (Asamblea de 24 de octubre de 1982).
Las reuniones de trabajo, donde fundamentalmente se hablaba de cuestiones teóricas (quiénes somos, qué queremos, qué es la cultura que queremos), se van sucediendo en la parroquia y otras sedes. Además se empiezan a programar actos aislados para darnos a conocer, por ejemplo, el Concierto de Carlos Cano, en los Salesianos (prohibido por la autoridad gubernativa). Legalizarse o no era también motivo de discusión casi permanente en los primeros tiempos, hasta que se decidió entrar en la legalidad, no sin pocos problemas con la administración cultural de entonces (el gobierno central, pues no había autonomía aún).
En abril de 1979 se consigue tener una sede propia en una casa alquilada que hubo en la Calle Muñoz, junto a la antigua tienda de la Cantinera. Allí nos dotamos de archivo, biblioteca, bar, etc. La compartíamos con una pequeña "guardería" que tenían unas amigas. En ella se potencia la actividad del grupo cultural, además de realizarse actividades "particulares", como el criadero de gallinas y patos que tuvo Rafa Ceballos (con otros amigos), en los corrales del fondo de la casa. Al mismo tiempo el local sirvió para celebrar fiestas para diversión de socios y amigos, además de para recaudar algún dinero con que financiar las actividades.
Se organizaron Jornadas de Cultura Popular, Jornadas de Cultura Andaluza (conjuntamente con otras entidades), ferias del libro, representaciones teatrales del grupo denominado Levá-dura (por ejemplo de la obra "Con-sumidero con su-dinero", que se representó en varias ocasiones fuera de nuestro pueblo)... durante unos años la actividad fue frenética. Incluso participamos en las reuniones que precedieron a la cesión de los antiguos locales de la OJE por el recién constituido primer ayuntamiento salido de las urnas para la constitución del llamado entonces Club Juvenil, precedente de la primera Casa de la Juventud local. Y montamos casetas en la verbena de la Virgen de Belén, como aquella en la plaza del ayuntamiento, cuando nos cedieron la cochera del Palacio (hoy demolida). Fue la primera vez que entré en esa cochera de ladrillo rojo, donde había un coche de caballos y un lujoso coche antiguo encerrados.
También varias
casetas de feria sirvieron para diversión y como forma de conseguir dinero. La llamábamos la
Rumaikiya, en recuerdo de la poetisa esposa del rey
Mutamid de Sevilla. La levantábamos a base de cavar con palanquetas los cimientos de los postes de madera que rebuscábamos para hacer su estructura, que luego cerrábamos con toldos de camión. Se ubicaba junto a la Fábrica de Harina, cerca del río, donde hoy día está el mirador del Genil. El sábado la recordábamos y Quiquín hizo mención a los altavoces "que tomamos prestados de la parroquia" para el equipo de sonido. Yo recordé la anécdota protagonizada por un gitano amigo, que al ver la decoración que pusimos, siempre buscada en los lugares más insospechados (en aquella ocasión, unos farolillos con los que se iluminaban las tumbas del cementerio), gritó asustado que allí no entraba, que aquello traía mala suerte.
Funcionaba de forma asamblearia y en comisiones de trabajo, destacando, entre otras, las del Cine-club, Teatro, las Revistas...De éstas hubo dos, Quejío, que se imprimía con multicopista y con contenidos más de opinión que de información, y La Voz Palmeña, que empezó a funcionar en 1982, con la idea de hacer una publicación mensual con información y opinión, de más calidad, incluso con suscripciones. Durante bastante tiempo colaboré como redactor y secretario de la publicación, escribiendo editoriales y artículos con mi firma o con el seudónimo "Rodríguez". Éramos tan asamblearios que hasta en la primera reunión se votó si admitir publicidad en la revista, como cuando se votó si tener hasta en la portada, con el resultado de "siempre" un voto, "depende" 6, "no" 3 y una abstención. El Cine Club funcionó en el salón del colegio Salesianos, teniendo sesiones los sábados. Tuvo un gran éxito, aunque fuese deficitario, a pesar del buen número de socios. Hubo ciclos de películas que tuvieron gran repercusión como las del Cine Cubano. Y el grupo de teatro pasó a llamarse Mojiganga en los años ochenta. Las subvenciones municipales, de las que éramos reacios por miedo a perder independencia (se nos tachaba de ser correa de transmisión del PSOE, por parte de la derecha local), también permitieron subsistir y cubrir los déficits de nuestras actividades.
Formaron parte del grupo muchas personas: Ramón López, Conchi Palma, Pepe Guadix, Ana Mari Domínguez (Charamuzca), Juan León Caro de la Barrera, Rafa Ceballos, Leonardo Pérez, Federico Navarro, Rafi García Partera, Paco Moreno, Gabriel Castilla, Rafael Caballero, Pepe Lora, Manolo Pérez, Rafa Limones, Manolo López (hijo del carpintero de la calle Río Seco), Pepa Martínez, José Luis Espejo, Marilén Fortea, José María Izquierdo, Onofre Acuyo, Reyes Lopera, Pepe Gamero, Juan Antonio Rosa, Paqui Ruiz Fernández, Esperanza y Mari Ángeles Caro de la Barrera, José Luis Sánchez, Rafa Ballesteros, Aurori y José A. Martín Cuenca, Paqui Garcia Rodríguez, Juan Jiménez, Manolo Morales, Isabel Gómez, Lola Guerra, Miguel Sáenz, Juan Cayola, Paco Cayola, Francisco Javier Amador, Joaquín Cárdena (Quini), Francisco Gómez (Quiquín), José Angel Carnicero, Diego Orta, Antonia Ariza, Mari Paqui Calderón, Manolo Vida, Paco Molina, Manuel López Onieva (Oni), Juana Blasco, Maricarmen Romero, Mª José García Linares ("Ropero"), Pepe Pozas, Queti Ballesteros, Manoli, Antonio Moya, Isa Martín, Ramón Santos, Carmen Rubio, Maricarmen Fuentes, Belén Mari, Mayte Gómez-Casero, Maricarmen Navarro, Juan González (Juan el del Huerto), Rafa Fernández, Cándido López, Manolo Caro... y muchos más que ahora no recuerdo (y que me perdonen, pero uno ya no es un chaval).
Elaboramos una especie de propuesta de programa electoral en materia de política cultural, que publicamos en la revista La voz palmeña de abril de 1983, para que lo hiciesen suyo las formaciones políticas que se presentaban a las elecciones municipales de mayo, que estuvieran dispuestas a llevarlo a buen término, esas formaciones de izquierda con las que nos identificábamos, donde algunos colaboramos, llegando a formar parte de sus propias candidaturas, y resultar elegidos concejales, como fue el caso de Isabel Gómez (PCA), Ramón López y yo mismo (PSOE).
El grupo pasó por varios momentos de crisis, con abandonos, apatía, cierta desilusión, y nuevos bríos e ilusión, de forma alternativa. En uno de esos momentos de crisis, a mediados de los ochenta, entró sangre nueva, procedente de los grupos cristianos (entre ellos "las niñas de Maria", como les llamaba jocosamente Rafa Ceballos). Algunos no fuimos llamados a la "reconstrucción" por habernos mostrados tiempo atrás críticos con la deriva que iba tomando la asociación, aunque fuimos repescados, con desigual empeño. La crisis definitiva sobrevino sobre 1986, tras el referéndum de la OTAN, que dividió al grupo de forma drástica, siendo la postura oficial de la asociación la de hacer campaña en contra de la permanencia.
Algunos de sus miembros nos mantuvimos en nuestras posiciones políticas, otros llegaron a integrarse en el Partido Andalucista, tras el intento de formar una candidatura independiente, para dar salida a sus aspiraciones políticas, llegando algunos a ser concejales en el ayuntamiento palmeño. De esta manera la separación entre los antiguos miembros, agudizada por las obligaciones laborales, personales, de estudio y los cambios que te trae la vida, cuando dejas la juventud, hicieron que la vida del grupo cultural Vientos del Pueblo se apagara sin hacer demasiado ruido.
Pasados más de 35 años desde las primeras escaramuzas, el reconocimiento dado por el Ayuntamiento de Palma del Río ha servido para volver a encontrarnos, dejando atrás rencillas de otros tiempos. Y, como decía al principio, el pasado día 7 de junio, nos volvimos a comer un arroz, para recordar nuestras vivencias. Una vida que tuvo un destacado lugar en la Historia reciente de nuestra ciudad, Palma del Río. Y una historia de la que queda mucho por contar.