Por fin tengo la oportunidad de escribir. He tenido unas semanas intensas con los preparativos, la boda, el viaje de novios, la reincorporación al trabajo y los flecos de la mudanza. Hoy ya puedo publicar (aunque en otro ordenador). Vengo con muchas cosas en cartera. Muchas y agradables. Pero también algún disgusto.
El viaje a Italia ha sido una gozada. Volví tras 26 años, en otras condiciones, como me prometí a mí mismo entonces: sin tiendas de campaña, ni bocadillos, con dinero en el bolsillo y la tarjeta de crédito, descansando en hoteles y sus correspondientes camas, y disfrutando de la mejor compañía. Eso sí, con muchos desplazamientos y con unos horarios desquiciados, para poder ver lo máximo posible de esa bella tierra. El ritmo era frenético, por lo que ha costado asimilar todo lo observado, y recordarlo. Esto ha sido posible al poder descargar las más de 600 fotografías en mi ordenador, y repasándolas. He tenido la suerte de disfrutar de mucho arte ya contemplado en el primer viaje, y también de obras o monumentos que por diversas causas (falta de tiempo o por estar en restauración, por ejemplo) no pude solazarme entonces. También me he quedado con las ganas de ver otras cosas que, por la propia dinámica del viaje, se han quedado atrás. Un circuito programado por una compañía tiene sus limitaciones.
El viaje estaba organizado por el touroperador
Travelplan, y los vuelos los realizamos con
Air Europa. La ida, desde Madrid a Roma, el 20 de octubre, fue bien. Solo la sorpresa del cambio del programa (el viaje a Nápoles, Pompeya y Capri, por lo que tuvimos que madrugar pronto) del segundo día, con el que nos encontramos al llegar y la recomendación (que aprovechamos) de visitar por nuestra cuenta la zona del
Coliseo y el Foro romano. Pero la vuelta, desde el aeropuerto de Venecia, fue otro cantar.
Nos llevaron al aeropuerto
Marco Polo, saliendo a las 6 de la mañana del 27 de octubre, ya que había aviones que partían temprano, y aprovecharon para acercar a la mayoría, cuyo vuelo salía a las 10.30 de la mañana. O eso creíamos.
El viaje lo contratamos en Julio, aprovechando una oferta. Dejamos todo cerrado salvo los billetes del AVE. Eso lo hicimos en septiembre, y entonces nos comunicaron que el viaje de vuelta había sido cambiado de horario, pasando a la 1.30 de la tarde, con lo que los billetes de tren los sacamos para las 7, dando un prudente margen por posibles retrasos, recogidas de maletas, desplazamientos, etc. Pero el viernes 17, sobre las 12.30 de la tarde, (el día anterior a nuestra boda) me llaman de la agencia para recoger nuevos pasajes, ya que la compañía había decidido cambiar de nuevo el horario de vuelta a las 10.30 de la mañana. No quedaba más remedio que intentar luego en Madrid cambiar los billetes de AVE, si había asientos libres a otra hora más temprano, para no retrasarnos en volver a Córdoba.
Hasta aquí, algo
“normal”. Un par de días antes de la vuelta, el guía nos revisó los pasajes, ratificando la hora de vuelta. La noche anterior a la salida, un matrimonio con el que compartíamos mesa nos comentó que se habían enterado entonces del cambio de hora y que sus documentos recogían la anterior, la de la 1.30 de la tarde. Volvieron a preguntar al guía y éste les confirmó el cambio.
Nos recogieron a las 6 y a las 6.30 más o menos ya estábamos en el aeropuerto
. Nos comimos las “bolsas de picnic” del desayuno, nos tomamos el último capuccino genuinamente italiano y, cuando nuestro vuelo apareció en pantalla, nos dirigimos, tras un buen rato, a los puestos de control. Las medidas de seguridad son considerables y, curiosamente, solo las mujeres tuvieron problemas con el arco detector de metales y los equipajes de mano. Ya dentro nos dispusimos de nuevo a hacer tiempo en la zona de las tiendas libres de impuestos.
Embarcamos a las 10.15. Nos sentamos, nos abrochamos los cinturones y repasamos otra vez el vídeo sobre las instrucciones de seguridad y evacuación. Parecía que íbamos a ser puntuales. Aceleraron los motores, retiraron el túnel de acceso al avión
.....y éste se paró. Pasaron unos minutos y aquello no se movía. Seguro que a todos nos pasó por la memoria el accidente de Barajas del verano pasado.
¿Habría alguna avería?. Nos comunicaron, tras unos 20 minutos, que unos 80 pasajeros habían tenido un problema en el transporte y los esperaríamos (unos diez minutos más de retraso).
Primer cabreo. Esto no es normal, a nadie se le espera. Fueron llegando con cuentagotas los mejicanos que vimos en Barajas el lunes anterior en la cola de facturación. Y nos aclararon que ellos tenían vuelo para la 1.30 y estaban allí desde las 10 (nos habían engañado, no había problema de transporte), pero los estaban localizando para meterlos en nuestro vuelo. Más enfado, que quisieron calmar dándonos agua. Luego nos dijeron (la comandante del vuelo, a quien pude ver, antes de que cerraran la puerta de la cabina, bien enfadada) que no había personal suficiente para facturar (no creo que fuese cierto), y pasaba el tiempo.
Comprendimos que querían unir dos vuelos, retrasando el nuestro, eso dedujimos de las preguntas a los otros pasajeros. Y lo consiguieron, llenando el avión y sacándonos a la 1.15 de la tarde, casi tres horas más tarde de cuando teníamos nuestra salida, y tras nuevo visionado del video de seguridad (pitos, abucheos…), sin poder abandonar el avión. Algunos habían perdido sus enlaces con los destinos definitivos.
Preguntamos a las azafatas (también contrariadas por la forzosa prolongación de jornada, pero amables) por hacer
alguna reclamación. Al llegar algunos empezaron, pero nos indicaron que subiésemos a la segunda planta,
“porque nos estaban esperando”. Estaba claro, nos iban a atender con amabilidad, pero sin resultados.
El daño estaba hecho.
Yo no me quejo de que unieran dos vuelos,
me pareció mal que no nos avisaran antes (podíamos haber dormido más en el hotel) o que
nos tuviesen encerrados en el avión. Si se hubiese atrasado estando en el aeropuerto podríamos habernos distraído de otra forma y no pensando en averías o accidentes. Lo que duele
es el engaño, la manipulación de decenas de personas como a borregos, cuando el problema era conocido de antemano (de ahí los cambios de horario previos) y, gracias a la
informática, solucionable con antelación
. Era una chapuza (ahora entiendo el enfado de la comandante y la tripulación), y eso es lo que quiero
denunciar, dándole publicidad al hecho, totalmente cierto que estoy relatando. La próxima vez me lo pensaré antes de contratar con la misma compañía. ¿Qué os parece?