En
este recorrido por la geografía evocadora palmeña que venimos
realizando, hoy nos vamos a detener en otro punto importante que, tal
vez no pase a la historia de nuestra ciudad, como sus numerosos
monumentos, pero sin duda debe tener un lugar destacado entre los
enclaves con renombre y sabor popular, el Bar Charneca. Para ello me serviré de varias fotografías cedidas por su familia, y alguna más.
Charneca de joven |
Manuel
Ruiz Peso, “Charneca”, era hijo Manuel Ruiz y Belén Peso,
posiblemente prima de mi abuelo Sebastián. Este matrimonio, entre
otras actividades, surtía de agua potable a la población por los
años 40 y 50, gracias al pozo que había en su casa en la Calle
Nueva (entonces Écija), frente a la Calle Sánchez. Mi hermano
mayor, Pepe, bebió alguna vez de ese pozo al ser amigo de uno de sus
nietos. La abuela de Anamari, Concepción, era hermana de Charneca,
con lo que mi relación con él se puede atisbar por varios frentes. En
el libro de Dominique Lapierre y Larry Collins, “O
llevarás luto por mí”, se le nombra varias veces, aunque
se le llama “Pedro Charneca”, cambiándole el nombre de pila y
haciendo de su apodo el apellido.
El bar en su ubicación, en el centro, con una vista aérea de la Avenida y el Paseo |
El
bar estaba situado en la Avenida de Pio XII y cerró hace
bastantes años. Era el primer edificio de esta calle, entrando por
la calle Portada, hacia la izquierda, en dirección a San Francisco,
después de la casa de Huéspedes Castillo. Un local no muy
grande que lucía una marquesina, que perduró tiempo después de
cerrar, además del toldo que lucía el nombre comercial del
establecimiento.
Foto de la entrada, con sus familiares, en una feria |
La
entrada, con la marquesina, la vemos en la foto,
aproximadamente de 1956, con Mari Díaz Ruiz, sobrina de Charneca, la
tía Conchita (hermana menor de mi suegra) y Mari Pepa, sobrina de
ésta. Detrás, a la izquierda, se ve el puesto de turrón de la tía
Amelia, casada con un hermano de mi suegra, feriante ecijana que
solía instalar otro puesto de juguetes delante del Bar Guerra, antes
de las obras de remodelación del Paseo y el nuevo Recinto Ferial de
1991. La imagen, muestra esos momentos de gran afluencia de clientes
en las ferias, debido a su excelente ubicación cercana al Paseo.
Charneca
montó el bar con el dinero que le quedó de cuando le tocó la
lotería en 1940 y se gastó la mayoría de las 90.000 pesetas
(un capital entonces) en fiestas, cuando se trasladó a Sevilla. Lo
cuentan Lapierre y Collins en su libro, y me lo han confirmado en la
familia. Manuel había sido camarero y conocía bien el negocio. Su
establecimiento se distinguió por el ambiente taurino, ya que
era gran aficionado a los toros, habiendo sido incluso becerrista en
su juventud. Nos dicen que se gastaba grandes cantidades en teléfono
para conocer el resultado de las principales corridas de toda España,
y luego lo anunciaba en una pizarra colgada en la puerta del
bar.
Cartel de la Peña El Cordobés, en el interior |
El
bar estaba adornado con numerosos carteles taurinos y
fotografías de toreros, divisas de las ganaderías y
alguna cabeza disecada de un astado. Parece que Manuel
Benítez, “El cordobés”, encontró su vocación observando
semejante decorado, como otros chavales palmeños. De hecho, Charneca
fue uno de los más firmes defensores del torero, colocando
diferentes fotografías del diestro en su local y convirtiéndolo en
“Peña El Cordobés”, como vemos en la imagen. En su
establecimiento se daban cita, además de muchos humildes
trabajadores del barrio, bastantes personajes del mundo del torero,
tan de moda en los años 60 y 70 del siglo pasado. El bar llegó a
convertirse en un santuario del mundo taurino local, con
trascendencia nacional en los tiempos en que “El Cordobés” fue
un personaje popular y mediático, incluso a nivel internacional,
siendo usado por el Régimen de Franco como un “embajador” de la
España que quería abrirse al mundo, tras la posguerra.
Fotografía de El Cordobés con autógrafo |
Mi
familia no era asidua del local, solo lo recuerdo al verlo cuando
pasábamos por allí, sobre todo en las ferias. Sí fui más
de una vez a la otra peña taurina que había en los años 60 en
Palma, la Peña “El Palmeño”, dedicada a Manuel Fuillerat
Nieto, “Palmeño”, hijo de Julio Fuillerat García, la otra
figura taurina local de los primeros años 60. Estaba entre la actual
Plaza de España y la Travesía Alamillos, y creo que mi padre era
socio. Y eso más por la cercanía a la Farmacia de Chacón, donde prestaba sus servicios, que el que un primo mío se hubiese casado con una hermana de este torero.
En una fiesta con paisanos y El Cordobés |
Volviendo
a Charneca, hemos de recordar que siguió a Manuel Benítez en muchos
de los lugares en los que toreó, organizando excursiones para
ver sus corridas y gozó de su amistad hasta su muerte. En algunas
fotografías le vemos en compañía del torero, junto a otros
palmeños. Mi tío Emilio, el carnicero, junto a sus hijos, también
tuvieron lógicas relaciones de negocio tanto con el torero como
nuestro barman.
En el salón de bodas, en los preparativos de un banquete |
Junto
al bar, Paco Castillo levantó un local de bodas que ha visto
pasar muchas celebraciones de todo tipo, incluso actos políticos
durante la Transición. Yo mismo participé allí en el primer mitin
en el que hablé, en la campaña de las elecciones municipales de
1983. La foto de una celebración que supervisa Manuel “Charneca”,
está situada en ese salón. Muchas veces el local se complementaba
con la nave de aparcamientos que tenía contigua el mismo
empresario. Como hizo mi hermano Roberto cuando su boda. Manolo
servía bodas y otros ágapes, además de atender su bar. Allí
empezó su sobrino Manuel Díaz Ruiz, que luego montó con su esposa
Victoria Sánchez el Catering Virgen de Belén, negocio que mantienen
sus hijas en estos tiempos.
El Cordobés de joven, compartiendo ágape en el interior del Bar |
Manuel
“Charneca” enviudó, sin tener hijos, y durante mucho tiempo
convivió con su cuñada, a la que tenía empleada en el bar. Cuando
cerró el bar, un
pedacito de la historia popular de nuestra ciudad cerró sus puertas,
coincidiendo con el declive de lo taurino.
Elemento que se quiso utilizar para reclamo o seña de identidad
local, debido al gran número de aficionados y a algunos
profesionales del toreo que dio nuestro pueblo. El cartel
en forma de burladero
que había en la antigua carretera, tanto por la entrada desde
Peñaflor como por la de Córdoba, con la inscripción “Palma
del Río, cuna de grandes toreros”, era
una señal clara de ese intento de “vender” Palma en su vertiente
taurina. El cierre de las Peñas, tanto la del Palmeño, como la de
El Cordobés, cuando se cerró el Bar Charneca, sin duda, simbolizó
la decadencia de este arte en nuestro pueblo, y su casi desaparición
hasta fechas recientes en que parece que hay quien intenta darle
nuevos bríos. Queden estas imágenes y estas palabras como recuerdo
de aquellas viejas glorias.