No todo lo que ocurrió en España en los ocho años del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue negativo, como pretenden algunos. Uno de los aspectos positivos fue la ampliación de derechos en la legislación española. Así ocurrió cuando se reformó el Código Civil, el viejo código de 1889, para incluir la posibilidad de que personas del mismo sexo pudiesen contraer matrimonio, cosa que no contemplaba ni desde su nacimiento ni hasta hace pocos años.
Siempre fui partidario de regular esta posibilidad dentro del matrimonio. No me gusta hablar de matrimonio gay o matrimonio homosexual, porque la ley no regula un tipo especial de vínculo, sino que equipara las uniones del mismo sexo con las de distinto sexo, dentro de una única institución matrimonial. Cuando se puso de moda "regular las parejas de hecho" (un absoluto contrasentido) con ordenanzas municipales frente a la ausencia de una norma general que las recogiera, manifesté mi oposición. Como digo, porque es un contrasentido: no se puede hablar de una situación "de hecho" que, al mismo tiempo, esté regulada en el mundo del derecho. Desde que se regula (se establecen derechos, obligaciones, trámites...) se deja el mundo "de hecho". Para colmo, como en el caso de la legislación andaluza, cuando se regulaban estas "parejas de hecho", el papeleo era aún mayor que en el caso del matrimonio. Para mí no tenía sentido que se exigiesen "más papeles" que en el matrimonio civil, cuando se trataba de una relación en teoría "sin papeles", sin formalidades, ni formalismos. Por eso más de una vez expresé mi opinión de que el que quisiera "vivir sin papeles" en su relación siguiese así, con todas las consecuencias, mientras que lo que había que hacer era recoger en la figura del matrimonio el supuesto de uniones de personas del mismo sexo. Muchos gays y lesbianas fueron impulsores de la regulación de parejas de hecho para encontrar un "respaldo legal" a sus situaciones de convivencia y que eso supusiese el reconocimiento de derechos y efectos como en el caso de los matrimonios "normales". Por eso me parecía que lo lógico era que se reconociese legalmente que las personas del mismo sexo pudieran casarse entre ellas. Eso ocurrió, por fin, gobernando el PSOE, con la Ley 13/2005 de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio.
Inmediatamente, el PP y los sectores más reaccionarios de la sociedad española, incluida la Iglesia católica, se opusieron, lanzando a la calle a sus partidarios, con argumentos tan peregrinos como que se destrozaba la familia. Años después hemos comprobado que no solo no se ha destruido esta institución, sino que se ha reforzado, al elevar a la categoría familiar a los grupos de personas que han quedado amparadas por esta ley, con sus hijos incluidos. El PP presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la ley, y hoy el Tribunal Constitucional ha rechazado el recurso de este partido, por amplia mayoría. Tema zanjado: el matrimonio entre personas del mismo sexo está amparado por nuestra Constitución.
El PP ha sufrido una enorme derrota, también sus apoyos de la extrema derecha y los ultracatólicos y otros grupos religiosos contrarios al reconocimiento de este derecho (no solo la Iglesia se ha opuesto, también grupos protestantes, islámicos, etc). Pero, al mismo tiempo respiran aliviados porque se han librado de un enorme problema. Son miles los matrimonios de estas características celebrados en estos años. Si se hubiese declarado inconstitucional la ley, habría que derogarla, dejando a estos miles de parejas "divorciadas" a la fuerza. Una contradicción evidente con los postulados católicos sobre el matrimonio indisoluble. Incluso ha ocurrido como en otras costumbres que los conservadores han condenado, que cuando ellos las han probado se han dedicado a practicarlas con esmero y entusiasmo. Recordemos los casos de divorcios sonados y hasta repetidos entre famosos y miembros de la casta conservadora (ahora me viene a la mente el caso del vicepresidente con Aznar, Álvarez Cascos), o su gusto por los clubs de alterne o el cine erótico. Así entre los casados también encontramos parejas de homosexuales que se declaran conservadoras y votantes del PP. Repito, el partido de Rajoy se ha librado de un problema "perdiendo la partida en los tribunales". Me alegro, por lo segundo, claro. Porque, de todas maneras, alguien habría de asumir las consecuencias y responsabilidades políticas de un recurso tan retrógrado como el que interpusieron en el Tribunal Constitucional, que ha sido rotundamente derrotado. Sobre todo cuando han tenido la oportunidad de haberlo retirado, tras las sucesivas ponencias que se filtraban, favorables a la ley de Zapatero.
Hoy es un día de celebración. Por fin una buena noticia que afecta a los derechos de los españoles. Eso no va a paliar los efectos de la crisis económica ni de la nefasta política del gobierno de Rajoy, pero los derechos humanos en España han conseguido una gran victoria. La España oficial es tan plural como la España real. Los fanatismos no impiden la libertad de los demás. Nos reafirmamos en nuestra libertad, la de todos, sin distinción. Incluido Rajoy. Me alegro.
5 comentarios:
Esta noche voy a disfrutar viendo las tertulias del TDT Party despotricar contra el tribunal y convertir sus purulentos programas en una sucesión de escupitajos contra maricones y bolleras.
No me extraña que se desmelenen así, los de HazteOir ya están lanzando predicciones sobre el ocaso de España con la crisis, que se verá agravada según ellos con este fallo del Tribunal Constitucional. Entre la deseada independencia de Cataluña y los "maricones" de fiesta, estos sacan los tanques a la calle.
Lo de los ultras de HazteOir se lee aquí:
http://www.hazteoir.org/np/equiparacion-matrimonio-otras-uniones-es-atentado-directo-familia-espanola
Desde luego es una muy buena noticia, tengo amigos y amigas homosexuales y me alegro por ellos y por todos, es de ley porque los sentimientos están ahí, y están en la vida y en la calle. Ya era hora.
BESOS ANDALUCES.
Efectivamente, Ana, los sentimientos están en la vida, y deben respetarse. A nadie se le obliga a tener unos u otros sentimientos, por eso no se puede negar el derecho a disfrutarlos.
Besos.
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