Hace años se representó en la Feria de Teatro en el Sur la obra de José Luis Alonso de Santos, "¡Viva el duque, nuestro dueño! Tuve la oportunidad de verla al aire libre. La obra original se estrenó en 1975 y representa, en formato de farsa ambientada en el siglo XVII, la situación española de entonces, encarnada en las vivencias de una compañía de comedias ambulante, que espera hacer su trabajo de cómicos ante el señor feudal, para obtener el sustento necesario, y tan escaso en aquellos tiempos de penurias, guerras y hambre, con un imperio español en declive y viviendo sometidos a los poderes de la casta privilegiada. Pretendía reflejar también la época en que vio la luz la obra, en la España en que el régimen de Franco se hundía, con la muerte del dictador, envuelta en la crisis económica fruto de la crisis del petróleo del 73.
¿Por qué este recuerdo de esta producción dramática? Pues por la noticia que hemos conocido en estos días. En España la nobleza sigue siendo una casta con presencia en la vida social, económica y política, no exenta de polémicas y problemas. Sobre todo cuando el reparto contemporáneo de títulos nobiliarios, como galardones honoríficos a personas destacadas por sus acciones, o su trayectoria, no da los resultados apetecidos por los defensores de estas reminiscencias del pasado. Veamos, por ejemplo, cómo el caso Urdangarín, ha puesto en entredicho el "Ducado de Palma" (de Mallorca), en manos de este señor y su esposa, la infanta Cristina.
La cosa es que, a pesar de ese tufillo añejo y esos problemas añadidos, quienes tienen un título en la familia y aspiran a conseguirlo o mantenerlo, se esfuerzan en ello. Y, para ello no dudan en repartir esas prebendas entre sus descendientes. Es el caso de la casa de Alba. La Duquesa de Alba, Cayetana, la noble española con más títulos en su haber, ha perdido unos cuantos. Entre ellos el Condado de Palma del Río. Ya sabemos, y así lo he reflejado en varias de las entradas de este blog, que Palma es un Condado, título que obtuvo el VIII Señor de Palma, Luis Portocarrero, en 1507. Pero no lo ha perdido jugando al casino, no. Sino que se lo ha cedido a su hijo, Alfonso Martínez de Irujo, Duque de Aliaga, quien se ha quedado con otros títulos más. Esto es consecuencia de los repartos que hizo la "castiza duquesa" cuando quiso satisfacer a sus hijos, molestos con su tercer matrimonio. En febrero se publicó en el BOE el anuncio correspondiente de la solicitud del título "para que puedan alegar lo conveniente los que se consideren perjudicados por la mencionada distribución". Como seguro que nadie ha reclamado, ya podemos "celebrar" que tenemos nuevo Conde, en este caso el Duque de Aliaga. Seguro que algún pelotillero gritará, buscando prebendas, favores o recompensas varias, como los cómicos de la obra comentada al principio: "¡Viva el duque, nuestro dueño!". Mucho presumir de modernidad, pero la España de hoy, es como la del 75... o la del siglo XVII. ¡Qué poco han cambiado algunas cosas!
3 comentarios:
ostia y yo sin saber que el ARFONSO ALIAGA era duque
Ese Alfonso es otro Aliaga, hijo, jajaja. Seguro que el duque tiene más dinero que el que conocemos.
Muchas gracias, María.
Saludos
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