lunes, 17 de diciembre de 2007

WINDHA (UNA HIPERHISTORIA)

2ª Entrega

El muelle, mi muell... ¡BASTA! se mantiene en su idea de comprimirse sin cuartel, marcialmente inspirado por un reflejo de la Luna en el estanque, observado por la mirada eterna, impenitente, impertérrita de la camarera. ¿Por qué?. ¿Por qué ese mirar?. ¿Qué secretos y oscuros pensamientos envolvían esos ojos pardos e inconexos con su anatomía uniformada, casi estandarizada pero hermosa, que no se atrevía a moverse a menos que ocurriese quién sabe qué?. ¿Pensaría, tal vez, en la catedral?. La catedral y su consustancial oscuridad, ausencia de luminosidad cuya causa no habría podido dilucidar ni el mismo Áureo. Pero repentinamente, un haz de luces descubrió la pasarela, vacía salvo un extremo aun en sombras. Haz un esfuerzo, camarera, recuérdalo (aprieta los labios, sus ojos le brillan y una gota de sudor, que iba descendiéndole la frente, se detiene casi milagrosamente al borde de la oriental ceja depilada con esmero de artesano). Pero, ¿y esa oscuridad?. ¿Cuál era la causa última y determinante de ese olvido ensombrecido?. Un deseo inconfesable. No. Por Mitra, ¿QUÉ?.

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