La Batalla de Roncesvalles y su huella

El pasado 15 de agosto dediqué una entrada a la Batalla de Roncesvalles y el Cantar de Roldán (La Chanson de Roland, en francés). No sabía en aquel momento que pronto visitaría un recordatorio de esa batalla famosa, que los franceses presentaron como una emboscada de tropas musulmanas hacia el sobrino del rey Carlomagno, cuando en realidad los atacantes fueron vascos.

Efectivamente, la semana siguiente viajamos, entre otros lugares, por el País Vasco. Uno de los municipios que visitamos fue Pasajes (Pasaia, en euskara) con su famoso puerto. 

Un municipio situado en la ría del Oyarzun. Estuvimos en el barrio de San Juan y anduvimos hasta alcanzar el lugar donde despedazaban las ballenas que se cazaban en otros tiempos, cercano a la estrecha bocana del puerto, que presentaba esta hermosa imagen al atardecer.

Durante el paseo vimos entonces un "templete" cuya leyenda me sorprendió. En la reja que lo protegía hay una placa que nos explica que se trata de un exvoto, una ofrenda en conmemoración de la Batalla de Roncesvalles. Dentro vemos una cruz de piedra sobre un altar, con una imagen de la "piedad". A ambos lados encontramos placas labradas con la explicación del suceso. Y, además, una bandera navarra, en un rincón, con una tabla de madera escrita en euskara. 

Es el Humilladero de la Piedad, que fue levantado en el siglo XVI donde hubo otro anterior (¿del 814, como dice la placa exterior?), para recordar la participación de habitantes de este pueblo en la batalla. Queda claro que estos pasaitarras no son los moros que dice el cantar, sino recios vascos curtidos en mares bravos de dura vida ("nostro basconie popvlo"). La literatura adorna muchas veces la realidad para acomodarla a otros intereses. La historia y sus vestigios dejan claro el devenir real de los acontecimientos. La fama de aguerridos de los vascos es, sin duda, merecida, pues derrotaron también al famoso emperador carolingio. Aunque alguno de sus cronistas no lo haya querido reconocer.