El 24 de enero de 1977 un comando terrorista fascista entró en el despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha número 55, de Madrid, y asesinaron a varios de ellos: tres abogados, un estudiante de derecho y un administrativo. Y dejaron heridos a varios más. Eran miembros de Comisiones Obreras (CC.OO) y del PCE, partido que todavía no era legal. Fue una etapa dura, de luchas por la democracia, y de atentados terroristas de todo signo (fascistas, ETA, GRAPO, etc), con avances y retrocesos. Y con mucha represión. Unos días antes otros activistas morían a manos de grupos de extrema derecha. Este atentado fue un mazazo contra la izquierda, que empezaba a salir de la clandestinidad. Y también, debido a la gravedad de los hechos y al movimiento de indiganción y solidaridad generado, un impulso a la legalización del Partido Comunista, cosa que ocurriría tres meses después.
La manifestación multitudinaria en que se convirtió el funeral de las víctimas sacó a la luz un Partido Comunista deseoso de hacerse ver y tomar una posición hegemónica entre los grupos de la atomizada oposición democrática a un régimen que evolucionaba tímidamente hacia las libertades políticas y a la democracia. Los terroristas quisieron hundir al PCE y consiguieron lo contrario: dar argumentos para legitimar su legalización a quienes, dentro del régimen, deseaban darle la vuelta a la tortilla. A partir de ese momento tomamos las calles. Yo estaba en la UJCE y nos dieron la consigna de salir en pleno día ya, de forma habitual y a cara descubierta, a hacer proselitismo y a defender nuestros planteamientos.
Es curioso que la semana pasada asistiéramos al fallecimiento de uno de los gestores y herederos de ese régimen, que quiso desmarcarse, Manuel Fraga. Parece que personajes de otros tiempos tienden a unir sus destinos ahora. Nos lo han puesto en estos días, por los "medios oficiales y oficiosos", como el gran impulsor de la reforma democrática. Ya era Suárez (y no estaba Fraga de ministro) el presidente del gobierno, cuando sucedió este atentado. Y miembros del partido de Fraga no aceptaban la legalización del PCE, solo la de otros partidos "más suaves". Tampoco lo aceptaban miembros del gobierno de entonces (Pita da Veiga, el ministro de marina, dimitió en respuesta a la legalización). La Transición no fue tan modélica ni tan pacífica, como nos cuentan los que quieren que se olviden sucesos como éstos. También es curioso, una macabra coincidencia, que hoy se inicie el segundo juicio contra el juez Baltasar Garzón, por supuesta prevaricación, al investigar los crímenes del Franquismo. Ya expliqué mi opinión sobre este caso, y espero que salga absuelto, o mejor, que se sobresea este esperpéntico proceso. Si no, sería un triunfo, no de la justicia, sino de la barbarie fascista. Como bárbaro fue lo que ocurrió hace 35 años.
Que no olvidemos nunca a estas víctimas del terrorismo, que con su sacrificio, contribuyeron también a forjar la democracia que vivimos y disfrutamos hoy día.
2 comentarios:
No podemos dejar de tener memoria.
Efectivamente, Pedro. La explicación de la historia es necesaria. Si no volveremos a vivir los malos tiempos, a repetirlos.
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