miércoles, 1 de enero de 2014

Uno de enero, la transición


El primer día de cada año oficial es como una pequeña transición. La calma se extiende por casi todo el mundo. Un descanso tras la "batalla" de las celebraciones de la noche anterior. Una gran mayoría inicia el nuevo curso queriendo pasarlo lo mejor posible, como si eso fuese una garantía de que los días que tenemos por delante van a prolongar la alegría, el buen humor, los excesos en comida y bebida, los bailes, las sonrisas y las risas de la nochevieja, haciendo del año entrante algo mejor del que acabamos de dejar atrás. Un deseo íntimo que se propaga entre los que festejan juntos la entrada. El día uno de enero, tras el sueño, todo se vuelve tranquilo, sosegado, pausado. Las calles se vacían, las televisiones llenan sus parrillas de películas con las que entretener a quienes se arremolinan en la mesa camilla, tras degustar las sobras de las abundantes comidas. Las radios cubren minutos, segundos y horas de programas de entretenimiento, con escasas referencias a las noticias habitualmente impetuosas e inquietantes. Eso me ha recordado esta imagen de Winsconsin, que guardé hace tiempo. Una puesta de sol por donde asoman los astros de la noche, encima de las nubes, contrastando con el brillo áureo del astro rey que se oculta. Una transición en calma, sedante y emocionante al mismo tiempo. Lo que vendrá luego es otro cantar. Como el resto del año que tenemos por delante. 

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