viernes, 23 de abril de 2010

El día en que me morí

Hoy lo voy a contar. Aunque parezca un oxímoron el título con este relato. Viene a cuento por lo que he oído hoy en la radio sobre los rumores. Caso como esas también llamadas leyendas urbanas (o no) que hablan de que Elvis está vivo, o también Jesús Gil. Aunque lo más parecido a mi caso podría ser el conocido sobre la muerte de Francisco Paesa, el supuesto testaferro de Roldán, que tanto dio que hablar sobre sus negocios ilícitos desde su cargo de director general de la Guardia Civil. Paesa publicó una esquela en periódicos españoles donde daba cuenta de su muerte, tras haberse quitado de en medio. Todavía se cree que sigue vivo y eso era una maniobra de distracción para interrumpir las pesquisas contra él, al no haber aparecido el dinero obtenido ilegalmente en aquella época.

Siendo todavía joven (se entiende que según el concepto oficial de juventud, porque todavía me siento así) teníamos la costumbre de salir todos los días para estar con los amigos. Costumbre o necesidad de contar con un espacio propio, no compartido con los padres, donde moverte en libertad. Era un tarde de invierno, estando en la Casa de la Juventud, donde disfrutábamos de un local donde dar rienda suelta a nuestras aficiones culturales y de ocio, compartiendo una cerveza y unas partidas de billar americano, en el salón principal. Yo tenía gripe, pero no podía quedarme en casa, aburrido, con mi madre controlándome la fiebre, preparando caldos calientes y conminándome a permanecer en la cama con una mesita de noche repleta de jarabes, sobres de analgésicos, pañuelos y pastillas para la garganta. Así que lo mejor era estar allí con mis amigos, porque el cuerpo podía aguantar todavía “algunas molestias” así, y aun no era consciente de lo que podía significar (para algunos saborear) una baja en el trabajo.

Fue un buen rato de compañía, o más bien, un mal rato, pero con buena compañía. Poco a poco mis fuerzas fueron flaqueando por la enfermedad. Así, alguno de mis compinches, iba diciéndome de vez en cuando, “tío, tienes mala cara”. Al principio de los citados comentarios mi respuesta era algo así como “no importa, ya mejoraré”. Pero con el paso del tiempo mi respuesta derivó a un “sí, me estoy poniendo fatal”, terminando con un “estoy malísimo, tío, me muero”. Todo en un ambiente cada vez más bromista, para desdramatizar y justificar así mi permanencia en el local juvenil de ocio. Hasta que no pude más y me fui a casa, despidiéndome de mis contrariados amigos, con un “me voy, estoy tan malo que me muero”.

La tarde, más bien la noche, continuó en la Casa de la Juventud, congregándose más amigos, dispuestos a unirse a la diversión. Entonces ocurrió que llegó mi amigo M.P.H. (guardaremos la identidad de los intervinientes con siglas, al estilo periodístico de sucesos) a la partida de billar, pues había salido tarde después de un rato de estudio, y preguntó por otros miembros de la pandilla. Cuando me tocó a mí, mi amigo J.L.L., alias “P. L.”, se acordó de lo pasado y dijo con mucho teatro (siempre se le ha dado bien) “se ha muerto”. La sorpresa fue mayúscula en M.P.H. y, al ver su cara de asombro, L.P.R. le preguntó “¿no lo sabías?, hace un rato estaba aquí, pero se puso muy enfermo y se ha muerto de repente”. Todos los demás siguieron la chanza, poniendo caras de tristeza y pesadumbre para dar mayor realismo a la noticia, terrible noticia. Entonces M.P.H. sugirió ir a mi casa a dar el pésame a mis padres. Los demás le dijeron que ellos ya habían estado en mi domicilio, pues fueron los que avisaron del óbito a mi familia. Solo quedaba él por ofrecer sus condolencias. M.P.H. se vio cada vez más conturbado, pues era buen amigo y seguro que mis padres le habrían echado de menos. No se atrevía a ir solo, así que le pidió a R.L.C., alias “el L.” (pues hasta su mujer le conoce por el apellido) que le acompañase a mi casa, ya que era el único que tenía coche (incluso moto, con la que M.P.H. se había roto los dientes tiempo atrás). Accedió, mientras los demás se quedaban jugando en la Casa de la Juventud. Pero al llegar a la puerta del bloque donde vivía, R.L.C. no pudo resistir más la risa y explotó, junto a “P. L.”: “Es broma, jajajaja, no se ha muerto”. M.P.H. pasó de la sorpresa al enfado: “¡Cabrones!, he estado a punto de dar el pésame a sus padres, con vosotros delante. Ya me parecía raro que el Schevi se hubiera muerto y vosotros jugando en la casa de la juventud”.

De no haberse descubierto la broma, probablemente en unos días, mi amigo M.P.H. me habría visto de nuevo, creyéndome Lázaro resucitado. O peor, como un zombi o algún vampiro protagonista de los comics que tanto nos gustaba leer y alguna vez nos prestábamos, dispuesto a saltar sobre él para chuparle la sangre. Además el rumor de mi fallecimiento se habría extendido como un reguero de pólvora, debido a mi convalecencia en casa. Ese probablemente habría sido motivo de charlas de mentidero, sobre todo la “presunta” resurrección.

Bueno, esto que cuento es lo que pasó aquel día, según lo que me relataron después, pues, como os digo, yo no lo presencié. Os recuerdo que había muerto. O más bien, como dice la canción “no estaba muerto”, pero tampoco “estaba de parranda”. Con cerca de 40 grados de fiebre no estaba para fiestas o parrandas. Las que sí disfrutaron mis amigos a mi costa el día en que me morí. ¿O fue solo un rumor?.

9 comentarios:

CreatiBea dijo...

Me ha gustado la anécdota. Pobre amigo, ¿algún día os perdonó?

Un saludín

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Gracias, CreatiBea. Esto ocurrió hace ya bastantes años y no hemos vuelto a hablar del asunto. A tu pregunta contestaré cuando se lo pregunte a él, que tenemos pendiente una cena y como seguro que lee el blog, algo recordará. De todas maneras la versión que doy es la de mis recuerdos de lo que me contaron, naturalmente, con "licencias literarias". Pero lo esencial creo que fue así de divertido. Además haré participe del relato a los ("presuntos") autores de la broma, para conocer la versión de sus recuerdos. Seguro que, si coincidimos algún día, habrá una buena charla del acontecimiento.

Un saludote.

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

Una lástima que se diera cuenta tan pronto, parece que estás relatando una noticia de sucesos con tantas siglas te ha faltado poner, "un individuo que respondia las siglas...." jejeje

Un saludo

Silvia_D dijo...

Uy! esto me ha llevado a otro blog... dejé allí el coment. Ahora me he perdido, jajaajaja. Te lo vuelvo a dejar aquí.
Jo! vaya bromitas. Aquí pasé algo así y to dios a dar el pésame a la familia. El finado, en este caso se había ido de vacaciones. La familia se lo tomó bastante mal… nunca se supo de quién salió el rumor.
Me alegro de que estés bien y hayas dejado de ser leyenda urbana jajajaja
Un besazo y feliz fin de semana!

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Quinto forajido, se trataba de usar el estilo de la crónica de sucesos para salvaguardar la identidad y la imagen de personas que participaron "presuntamente" (como dirían los periodistas) en esta broma, como autores, víctima y cómplices. Y lo cuento con humor, aunque fuese a costa de un macabro detalle mío.Cosas de juventud, jajajaja.

Un saludo.

Silvia_D, no te pierdas, no vaya a ser que no "te encuentres", jajajaja. También te he contestado en La isla tuerta, como tú. Afortunadamente no me convertí en leyenda urbana ni tampoco rural, que son las peores cuando se trata de rumores. Me enteré por alguno de los protagonistas de la broma. Espero que se reconozcan los demás y me entere de la versión de cada uno de los que lo vivieron. Nos reiremos un rato.

Besazos y buen fin de semana.

Anónimo dijo...

Al comenzar a leer el relato de la prematura muerte del amigo Schevi (o Txeby si nos remontamos a aquella época), un cosquilleo, cuarto mitad nervioso/asustado y el resto de "pero que tontería hice al final que no me acuerdo". Al seguir leyéndolo, comenzaba a volver al momento,al lugar y la situación; volvían los recuerdos y una sonrisa me ha alegrado la mañana. CreatiBea, SÍ, soy M.P.H. y perdoné a todos. El posible enfado, no duró ni para poder ser considerado enfado. En todo caso, el orgullo maltratado por una nueva broma de esta panda de siglas, que por suerte podemos seguir considerándonos amigos. Shevi, con mi memoria no puedo aliñar mejor el relato, pero comienza la investigación en torno a los torturadores (las otras siglas). Un saludo. Manolo Pérez

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

M.P.H. (aunque te hayas identificado, yo sigo con las iniciales, por si las querellas...), gracias. Ya he enviado correos a los otros "protas" para seguir la investigación, como dices. Espero que algún día coincidamos todos para recordar esta y otras andanzas de la pandilla de siglas. En amistad y buena compañia, como siempre. Un saludo.

CreatiBea dijo...

Pues veo que sí te perdonó. jejejeje

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Claro, yo no le hice nada, fueron mis "compis". Solo fui el pretexto. Hoy la mujer de uno de ellos me ha contado que lloró de la risa al leerlo. Es que en aquellos tiempos, como te descuidaras, te "mataban", jajajaja.