lunes, 1 de junio de 2015

Castigo ejemplar, maldición comercial


Castigo ejemplar, advertencia temible, sanción inapelable, pena para el o la culpable de semejante afrenta. Cuando no se podía acudir a la justicia, por no tener medios o pertenecer a una clase a la que no iban a escuchar en los tribunales, el ofendido profería maldición sobre el ofensor. "¡Maldición gitana te caiga, malandrín!". Eran tiempos mágicos en los que señalar al culpable con palabras graves, con lenguaje esotérico, conllevaba un castigo remoto, pero ineludible. Con la iracunda advertencia del letrero, el comerciante agraviado descarga sobre el ladrón o ladrona todo el enojo posible, por lo injusto del despojo, al privar al fabricante de la muñeca de los ingresos necesarios para alimentar a su necesitada familia. Otra injusticia de estos infames tiempos. Y le maldice deseando que tenga que gastarse su dinero por el mismo valor de la muñeca robada, en otras necesidades... que suponemos penosas y no deseadas, no en fiestas, celebraciones, o alegrías. "Una enfermedad te arruine la vida, "¡desgraciao!", parece sugerir quien lanza el hechizo con furiosas palabras. U otro mal que consuma los beneficios obtenidos, supuestamente, con el hurto. Palabras terribles. Conjuro punitivo.

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