viernes, 16 de diciembre de 2016

La foto del viernes: las autopistas ruinosas


En uno de nuestros viajes al Norte de España, hace unos años, teniendo que pasar por Madrid, decidimos entrar en una de las famosas autopistas de peaje que habían diseñado los gobiernos de José María Aznar y que iban a suponer un antes y un después en las infraestructuras de comunicaciones de este país. Queríamos evitar el paso por Madrid y el trastorno que supone entrar posiblemente en la capital. Hicimos un viaje tranquilo. No había casi tráfico, nosotros y unos pocos coches en nuestro sentido y el contrario, en todo el trayecto. Comentamos lo poco rentable que podía ser esa vía, con tan poco uso. No hace mucho ya se oyeron voces sobre las malas cuentas de las empresas concesionarias, y su exigencia de rescate por el Estado, pues las autopistas eran ruinosas para las entidades explotadoras. El nuevo ministro de Fomento ha dicho en estos días que el gobierno tiene intención de recuperar las autopistas, mediante la indemnización correspondiente, que puede suponer unos 5.000 millones de euros. Inmediatamente se han lanzado gritos de protesta: que si se privatizan beneficios y se socializan pérdidas; que si la culpa de esto la tiene el que no haya una verdadera economía de mercado liberal, sino de " capitalismo de amiguetes". Desde un extremo ideológico a otro se pone el grito en el cielo, unos para exigir que los servicios públicos sean gestionados por empleados públicos, otros para que la economía funcione sin interferencias del Estado. Todos arrimando el ascua a su sardina, cuando la realidad no es ni blanca ni negra, tiene muchos tonos grises, es mixta, y presenta muchos elementos que participan de criterios diferentes y hasta contradictorios. Lo que nadie parece darse cuenta es de que el fracaso de estas autopistas de peaje está en que no son necesarias, que solo fueron obras faraónicas diseñadas por megalómanos del poder político. Existen vías rápidas y convencionales que ofrecen servicio al que las necesita, y, por tanto, nadie está dispuesto a pagar por algo innecesario. Como hemos hecho nosotros en los demás viajes que nos han llevado por allí, ir por otros caminos, sin pagar peaje. La ceguera ideológica trae estas consecuencias. Consecuencias que pagaremos todos, con nuevos recortes en lo que sí es necesario para el contribuyente, o con nuevas subidas de impuestos.

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