martes, 10 de junio de 2014

Robots


Llevo varias semanas en las que navegar en mi PC es un suplicio. He utilizado varios anti-virus, el que proporciona Microsoft (M. Security Essentials), y otros recomendados. No hay manera, cada vez que me descuido me asaltan páginas de publicidad, que intentan distraerme de mis aficiones y ocupaciones, intentando desviar mi atención desde mis páginas preferidas, a los mensajes publicitarios que me muestran sin quererlos ver. Está claro que mi ordenador de sobremesa está infectado de robots informáticos, también conocidos como bots o bonets, esas alimañas que se te incrustan en tu máquina para aprovecharse de ti. Odio estos robots.


Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha intentado crear vida, limitándose a fabricar los llamados autómatas: máquinas que imitan a los seres vivos de forma autónoma o casi. Leyendas como la del Golem, del folclore judío, animaban a la producción de estos entes artificiales con el fin de ayudar al ser humano. Pero también ese "monstruo" creado con fines nobles encierra en su esencia el temor a la rebeldía del ser creado contra su creador. El Golem de Praga se vuelve violento y causa daños a los habitantes del barrio judío.


Otros robots, como HAL 9000, la computadora de la película 2001, una odisea del espacio, también se vuelven contra los humanos a los que estaba destinada para servir. Ese miedo a los robots, que se aprovechan de los humanos, se ha vuelto casi un tópico de nuestro tiempo. Y con la informática e internet se han convertido en peligrosa realidad, cuando se instalan en nuestros ordenadores y despliegan su maligna función, sin intervención aparente de otros agentes, de forma autónoma, sin la participación de nuestra voluntad, e incluso contra nuestra voluntad. 


Prefiero otros robots. Aquellos de la visión romántica de los años 50, 60 y 70 de las películas o de las series de televisión. Esos robots simpáticos, amigables, robustos y de forma casi humana, como armaduras medievales, que nos deleitaban en las tardes de telefilms


Robots hechos para servirnos, para ayudarnos en nuestras tareas, promesas de un futuro que, entonces, veíamos ingenuamente como algo sorprendente y, por supuesto, mucho mejor. Un futuro donde las máquinas nos iban a facilitar la vida en todos los aspectos: el hogar, las comunicaciones, el trabajo, el estudio, el ocio... un futuro como una nueva utopía que el siglo XXI nos iba a deparar. Un sueño. Pero los sueños, sueños son. Y éste sueño de los robots informáticos se ha convertido en pesadilla. Odio estos robots.

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