El rey Juan Carlos I ha abdicado. Esta es la carta que ha comunicado a Rajoy, como presidente del gobierno, donde comunica su decisión.
Me he acordado de otra carta, la que remitió su abuelo, Alfonso XIII, cuando comunicó en abril de 1931 que abandonaba la corona, carta que reproduje en abril pasado. Entonces se produjo, ante el vacío de poder, el advenimiento de la República.
Esta otra abdicación tiene tintes diferentes. Sí coincide con un descrédito galopante del rey, que viene produciéndose desde hace más de un año. Una caída de la popularidad del rey y de la misma institución, por las cacerías, la corrupción que rodea a la familia real y otros hechos nada ejemplares, que han agravado la crisis institucional que vive España, además de la crisis económica y social que padecemos. Parece que se venía fraguando el relevo de Juan Carlos en su hijo Felipe desde hace tiempo, debido a ese hundimiento en la popularidad del rey, que arrastraba a la monarquía con ello. Las pasadas elecciones europeas, donde los partidos tradicionales protagonistas del régimen salido de la Transición democrática, han sufrido un duro varapalo, en medio de una abultada abstención como síntoma de descontento social, seguro que han influido en esta decisión. No parece que la República se vaya a hacer paso, sin embargo. La maquinaria legislativa se va a poner en marcha inmediatamente para facilitar la sucesión en el Príncipe de Asturias, al que, por cierto, la noticia le ha cogido fuera de España, de viaje (¿era ajeno a la decisión?). Seguimos teniendo una clase política de mediocres, incapaz de dar soluciones con altura intelectual, por lo que solo se dedicarán a mantener el edificio institucional, como soporte de unos partidos en crisis y asustados por el surgimiento de pequeños partidos nuevos. Sin embargo, los problemas seguirán sin una solución equitativa, no solo los económicos y sociales, sino también los derivados de la fragmentación nacionalista, cada vez más agudizados. Puede que eso aconseje no hacer cambios más drásticos en la arquitectura institucional. Pero la gente necesita, y está pidiendo a gritos, un cambio que le saque del papel de chivo expiatorio que le han impuesto. Veremos cómo evoluciona esta situación.
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