En la famosa novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, una serie de crímenes se suceden en la abadía de Melk. Un franciscano, Guillermo de Baskerville, es el encargado de solucionar las misteriosas muertes que allí ocurren. Un viejo monje ciego, Jorge de Burgos, antiguo bibliotecario de la abadía, es el sospechosos de los asesinatos, pues está obsesionado con esconder un libro que considera pecaminoso, el segundo libro de la Poética de Aristóteles, dedicado a la comedia. Para el monje, la risa, el humor, es algo maldito, un pecado que nos aparta de la espiritualidad, de la misión humana de buscar a Dios. Este monje es un fanático que no duda en usar del mal para conseguir un bien superior, castigando las conductas que él considera inmorales.
En Turquía, el viceprimer ministro ha alertado a la población de la relajación moral creciente. Forma parte del partido islamista gobernante, que pretende cambiar las costumbres turcas, para acomodarlas a los preceptos morales islámicos. Un fanático más. Ha dicho que las mujeres no deben reír en público, que no es decente. Una vez más los ataques a las mujeres (a los hombres no les corresponden las mismas normas éticas) y una vez más un censura a la risa, por ser indecente, inmoral, por alejarnos de las normas impuestas por la divinidad. Igual pensamiento que el del monje de la novela de Eco. Los fanatismos se parecen.
Afortunadamente muchas mujeres turcas han publicado sus risas en internet, como forma de protesta ante esta vulneración de sus derechos y contra el fanatismo religioso, en su traducción moral. Yo me sumo a su protesta y publico una de las fotografías. No debemos dejar que los fundamentalistas y los fanáticos, sean del signo que sean, no secuestren las libertades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario