Antaño las mujeres han realizado múltiples labores domésticas, sin reconocimiento, de forma anónima. Algo minusvalorado, porque los hombres de la casa no las hacían (ahora si son más los que las hacen, las hacemos, como debe ser). Cuidar de los hijos, de otros familiares, sobre todo mayores, cuidar la casa, la ropa, hacer la comida... En hogares sin comodidades. Es el caso de la mujer de la imagen, que se ocupa del patio de la casa. De rodillas, como tenia que hacerse antes, cuando no había electrodomésticos ni otros medios modernos. Ella está, parece, ocupándose de las plantas que adornan el patio, o limpiando. Se ve la sombra de los cordeles para tender la ropa, con las pinzas con que sujetarla al implacable sol. Hay algunas prendas tendidas. Hay macetas y plantas en el arriate que sigue paralelo a la pared, blanca de tanta cal. Cubos de zinc, de plástico, latas, una escoba de palma, recogedor de madera, una regadera pequeña, una silla de anea, y un lebrillo con la tabla de lavar o lavadero de madera, donde se restregaba una y otra vez, hasta que se quedaba limpia la ropa o se dejaban útiles otra vez los trapos. Un nutrido repertorio de utensilios necesarios para la casa. La mujer está absorta en sus tareas, mientras alguien deja constancia de ello para la posteridad. Trabajo, sí, trabajo también útil y necesario que hacían nuestras madres y abuelas, sin ayuda. Aunque nadie les valorase. Mujer trabajadora. ¿Mujeres anónimas? No, mujeres con nombre y apellidos, ocultos, discretos, pero para la historia.
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